XVI

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Elisa

Noto como mi pregunta le ha pillado de imprevisto. Su cara cambia completamente y, al final, una amplia sonrisa se dibuja sobre su rostro.

–Claro que no me importa. –me asegura volviendo a entrar.

Asiento leve y, tímidamente, me acerco a su cama. Él se mete entre las sábanas y me mira desde ahí, dándole golpecitos al colchón para que vaya. Me meto en la cama junto a él y, justo cuando me estoy acomodando, me rodea con el brazo y me acerca hacia sí. Me acurruco en su hombro y pongo una mano sobre su pecho, mientras él está boca arriba, con un brazo rodeando todo mi torso y su otro brazo descansando al lado de su cuerpo.

–Buenas noches, El. –susurra con los ojos cerrados.

–Buenas noches. -murmuro antes de quedarme dormida.

Pasa la noche y no nos movemos de posición, abro los ojos en la mañana y lo primero que veo es a Harry con la boca levemente abierta, los ojos cerrados y respirando fuerte; profundamente dormido. Me quedo mirándole por unos segundos, no quiero irme pero me da la sensación de que si me voy antes de que se despierte será todo más fácil para los dos. Cojo su mano de mi cintura y la aparto con cuidado, ni se inmuta y sigue durmiendo. Me levanto y, de puntillas, camino a la puerta para ir cambiarme e irme.

–Elisa. –oigo detrás mío.

Me giro de inmediato y le veo, con cara de dormido, con las mangas cortas de su camiseta blanca arremangadas hasta los hombros y el pelo revuelto, no he visto estampa más bonita en mi vida.

–¿No ibas a avisar de que te ibas? –pregunta incorporándose y apoyándose en sus antebrazos.

–Solo iba a cambiarme.

Le sonrío leve cuando se me queda mirando con sospecha, entonces levanta un brazo para que me acerque, y eso hago. Me siento, a su lado, justo en el borde de la cama y él me atrae hacia sí abrazándome.

–No te vayas aún... –susurra contra mi pelo.

Mi cabeza descansa sobre su pecho, puedo escuchar sus tranquilos latidos y sentir su respiración relajada. Estoy a horcajadas de él pero con los pechos pegados, y no me quiero separar nunca. No quiero dejarle aquí, quiero quedarme en esta cama para siempre, junto a él. Pero sé que, lamentablemente, esto no puede funcionar de ninguna forma. Tal vez debería pasar todo el tiempo que le queda aquí con él, pero entonces Gian se enterará y, para cuando Harry se haya ido, ¿a quién tendré yo? Puede parecer que estoy con Gian por conveniencia, por estabilidad, pero no es así. ¿O sí?

De repente, el tono de mi móvil rompe nuestra preciosa burbuja, la que nos separa del exterior. Me incorporo, sin quitarme de encima suyo, y me estiro para alcanzar la mesita de noche, giro el móvil para ver la pantalla y el nombre de mi novio aparece en esta. Lo descuelgo y mientras lo acerco a mi oreja, coloco el dedo sobre mis labios en señal de silencio hacia Harry.

–¿Sí?

–Elisa, me acabo de despertar, en menos de una hora estoy en casa de tu padre.

Las manos de Harry se deslizan por mis muslos, por encima del (su) pantalón, levantan la (su) camiseta cuando están a la altura de las caderas y se adentran, acariciando mi cintura. Trago saliva al sentir sus caricias en mi piel desnuda y le miro advirtiéndole. Él solo sonríe y se encoge de hombros inocentemente.

–¿Quién te ha dicho que estoy en casa de mi padre? –le espeto con actitud borde, quiero que se dé cuenta de que estoy enfadada por su comportamiento de ayer.

Los ojos de Harry se abren como platos y para en seco sus caricias, al otro lado del teléfono se escucha un incomodo silencio.

–¿Dónde estás?

Su voz suena más tajante de lo normal, ha pillado por donde quería ir.

–Elisa, maldita sea, ¿dónde estás? –insiste al no tener respuesta.

–Estoy en casa de una amiga.

Harry se destensa en seguida y tira la cabeza hacia atrás, bajando las manos a mis muslos y dejándolas ahí.

–¿De qué amiga?

Ruedo los ojos ante su pregunta, empezándome a molestar.

–Una amiga, ¿qué más te da?

Gian se calla unos segundos y se escuchan unos ruidos, como si estuviera haciendo algo con mucha rabia.

–No estarás en casa del gilipollas ese, ¿no?

Se me para el corazón durante unos instantes y Harry parece oírlo porque levanta la cabeza y me mira con una expresión indescifrable, ¿satisfacción? ¿preocupación?

–No, Gian, ¿cómo puedes pensar eso? –digo intentando sonar convincente.

–Solo te advierto, Elisa, que como estés donde creo que estás, va a pasar algo que no nos va a gustar a ninguno de los tres. –me amenaza con un tono que no había oido antes.

–¡Que no! No estoy en casa de Harry, joder. –me empiezo a alterar, alzando la voz.

Al notar cómo cada vez me enciendo más y más, Harry se incorpora del todo para intentar tranquilizarme, pero su cercanía solo hace que ponerme más nerviosa. No ayuda.

–Salgo de casa en media hora, y en otra media hora estoy en Holmes Chapel. Cuando esté allí quiero que me digas cual es la casa de tu amiga e iré a recogerte. 

–¡¿Qué cojones te pasa?! –le grito.

El grito es involuntario, me sale solo, mi acompañante se sorprende ante mi cambio de tono y frunce el ceño. En la otra línea no se escucha nada y, finalmente, me cuelga. Tiro el móvil al otro lado de la cama y me quito de encima de Harry, sentándome en la cama, a su lado.

–¿Qué vas a hacer? –me pregunta aparentemente tranquilo.

–No le voy a dejar salirse con la suya. No puede tratarme así. 

Después de unos cuantos minutos de charla sobre lo que acaba de pasar, vuelve a sonar el teléfono y aparece de nuevo el contacto de Gian. 

Refuge - Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora