Harry
Cuando el móvil suena, Elisa me mira. Coge el móvil rápido y se levanta de la cama.
–¿Sí?
Está lejos así que no puedo escuchar lo que le dice, pero por su cara intuyo que es algo malo.
–No me sé el número. –hace una pausa para escucharle.– Está durmiendo, Gian. Es mejor que vaya a casa de mi padre y me... –es interrumpida.
Su novio es un gilipollas. Y no lo digo por el hecho de que esté saliendo con ella, que también. Pero está claro que no tiene derecho a tratarle así y a pegarme un puñetazo. Elisa se merece mejor. Elisabeth y yo.
–Nos vemos en casa de mi padre. –dice; y cuelga sin esperar respuesta.
Resopla y se echa las manos a la cara. Me levanto y me acerco a ella. Sin preguntarle, empieza a hablar:
–Está empeñado en recogerme en casa de mi supuesta amiga. -se queja.
Me pongo delante de ella y le quito las manos de la cara. Abro un poco las piernas, separando los pies, para ponerme a su altura. Sus ojos están llenos de rabia y se muerde el labio intranquila.
–Cámbiate rápido, y vas a casa de tu padre, ¿sí?
Ella asiente suspirando con pesadez y entrelaza nuestras manos, las mira y luego mira mis labios.
–Dame un beso. –murmura, apenas puedo oírlo.
Sonrío y separo una de nuestras manos, para ponerla sobre su mandíbula y acariciar su mejilla con el pulgar.
–¿Cómo? –enarco una ceja.
Resopla y acerca sus labios a los míos, para darme un tierno beso. Su mano libre, se desliza de mi estómago hasta mi espalda para abrazarme con un brazo.
–No quiero irme nunca. –susurra sobre mis labios.
El corazón me da un brinco de esperanza, de que se quede conmigo. Sonrío sin abrir los ojos y sus besos pasan de mis labios a mi mandíbula, pasando por la mejilla.
–No lo hagas, El. –ladeo levemente la cabeza.
Durante estos minutos, el móvil no ha dejado de sonar, tirado en la cama. A esto es a lo que me refiero, cuando estoy con Elisa me da igual todo lo de fuera, absolutamente todo. Noto como separa su boca de mi cuello y le miro a los ojos.
–Voy a cambiarme. –anuncia, separándose del todo.
La falta de contacto me molesta y un leve gemido de queja se escapa de mis labios. Ella solo ríe y camina hacia fuera de la habitación. La miro desde mi sitio y disfruto con el movimiento de sus caderas y de su pelo al andar.
–Quédate para toda la vida. –murmuro, pero para cuando lo hago, ella ya está muy lejos.
Y pensar que lo más seguro es que esto no se vuelva a repetir. No voy a poder verla despertarse con mi ropa, en mi cama. No voy a poder estrecharla en mis brazos hasta que nos derritamos juntos. No voy a poder verla reír, y seguramente eso será lo que más me duela.
Su móvil vuelve a sonar y miro la pantalla, sin acercarme. Es él, obviamente.
–¡Harry, tráeme el móvil! –le oigo decir desde el baño.
Cojo el móvil y justo deja de sonar, camino hacia el baño y cuando llego toco con los nudillos. Se abre la puerta y la veo con mi sudadera, pero sin mis pantalones. Lucho contra mí mismo para no bajar la mirada hacia sus piernas y le tiendo el brazo para darle el móvil.
–Gracias. –sonríe maliciosamente al notar que sufro, supongo.
–Que sepas... –le señalo.– que eso es ilegal.
Ríe y se gira, sin cerrar la puerta, la sudadera deja ver parte de su culo. Lo está haciendo adrede.
–Oh, vamos... –me quejo levantando los brazos.
Salgo de ahí todo lo rápido posible antes de que me dé un infarto o algo parecido. Me tiro en la cama cuando llego a mi habitación y el olor de Elisa me inunda las fosas nasales. Suspiro y me pongo boca abajo. Así me va a ser más difícil no echarla de menos.
–Gian, ves a casa de mi padre, yo voy a salir ya de casa de mi amiga. –la oigo desde lejos pero está acercándose.– ¡No, no vas venir aquí! Estás paranoico, joder.
Me apoyo sobre mis antebrazos y miro hacia la puerta, entra con el vestido de ayer y con las zapatillas que llevaba en el bolso. Está tan bonita aún hecha un desastre.
–Vale, Gian. Hasta ahora. –dice enfadada y cuelga.
Y aún más bonita hecha un desastre y enfadada.
–¿Ha accedido a no ser un plasta?
Noto como intenta no reírse mientras coge su bolso.
–Está en un cuarto de hora en casa de mi padre, así que me voy ya.
Mi corazón se parte por cuarta vez esta mañana, y asiento. Me siento en el borde de la cama y me mira con tristeza aparente en sus ojos. Se acerca a mí y se pone delante, con sus rodillas tocando las mías. Me levanto y le abrazo por los hombros, sus brazos rodean mi torso fuerte y esconde su cara en mi cuello. No nos hacen falta palabras para decirnos que nos vamos a echar de menos.
–Estaremos bien, ¿verdad? –dice con voz aguda.
¿Va a llorar?
Me separo un poco y la miro, sus ojos están aguados y cuando pestañea cae una pequeña lágrima rodando por su mejilla. Se la quito con el pulgar y sonrío levemente.
–Vamos a estar muy bien, El. –le susurro mirándole a los ojos.
«Tú no vas a estar bien», me recuerda mi subconsciente.
Asiente rápido con una leve sonrisa y se limpia los restos de varias lágrimas que han seguido cayendo.
–Va, venga.
La cojo de la mano y vamos abajo, cuando llegamos a la puerta noto como se me está formando un vacío en la boca del estómago.
–Quiero que... –empiezo a decir pero me calla con un beso.
Cierro los ojos lentamente al sentir el contacto y le beso. Me duelen prácticamente todas las partes de mi cuerpo. Cuando se separa sé que ese ha sido el último beso.
–Adiós, Harry.
Abre la puerta y, justo después de desaparecer, me mira. El golpe al cerrarse me parece irónico, significa que se ha acabado completamente.
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Refuge - Harry Styles
FanfictionDespués de la muerte de su madre, Elisabeth y su familia huyen de su recuerdo mudándose a un pequeño pueblo llamado Holmes Chapel. Allí encontrará su refugio, no en un sitio, en una persona; en la menos esperada.