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Haciendo carne los problemas personales de Paige me devané los sesos pensando qué era eso terrible que ella no deseaba contar pero que claramente la molestaba.

Lo cierto es que Mark se mostraba intimidante y soberbio; extorsionando a su hija, a su ex pareja y manejando la situación a su antojo, se ganaba mi disgusto.

─ Los invitamos a participar como siempre de nuestro show, proponiendo canciones que tengan en sus títulos, la palabra "Corazón". No importan si están rotos, sanos, si son ustedes quien destrozaron alguno o alguien, el suyo ─somnoliento, pude escuchar la voz de mi ninfa personal proponiendo una consigna dentro de su programa.

Bebí agua, arrastrando la casi media botella de vodka que había finiquitado a lo largo del día. Despabilándome, echándome agua en el rostro, pensé en participar. Si no daba a conocer mi identidad, ¿ella sería capaz de reconocerme?

Debía reconocer que este juego me seducía; el hecho de hablarnos indirectamente a través de la radio, de desafiarla que cante en vivo y aparecer inesperadamente en el estacionamiento de la emisora para tocar con mi guitarra unas estrofas improvisadas pero altamente efectivas.

Cambiándome de camisa,altermando los pantalones holgados por unos jeans de mejor aspecto, subí a la camioneta siendo poco más de las tres de la madrugada para ir rumbo a Benson.

De camino, tarareé cada una de las canciones propuestas por su audiencia; todas tenían cierta nostalgia y carga de dolor.

No era para menos puesto que hablar del corazón siempre arrastraba un dejo de pena.

Fue entonces cuando recordé a Roxette, a su canción-emblema y a lo terca y obstinada que puede ser una persona con tal de no reconocer lo que le sucede con un par.

Y en ese dilema me encontraba yo, un hombre con mucho terreno explotado pero ningún lote propio; un hombre que deseaba formar una familia pero no tenía idea cuándo ni cómo. Un hombre que deseaba tener una mujer comprensiva, emprendedora y aguerrida, pero que no me hostigue ni cuestione.

Contradictorio, me resultaba complejo tomar decisiones tan trascendentales; de momento, me comportaba como el muchacho que estaba conociendo el éxito en manos de una profesión que adoraba y no quería abandonar en plena cumbre...aunque eso implicase posponer sueños personales más profundos.

A poco de llegar a la emisora, me comuniqué con el programa, sin dar mi nombre con el simple objetivo de coquetear con la intriga y la supuesta conexión que existía entre Paige y yo.

El silencio tras mi pedido y dedicatoria y su respiración profunda cerca del micrófono, me indicaron que ella ya sabía quién se escondía tras la voz rasposa.

Para cuando finalizaron aquellas estrofas empalagosas aparqué esperando por ella, por Paige Howling, por esa mujer que no se marchaba de mi cabeza. Agoté dos cigarros en menos de dos horas, repreguntándome qué hacía allí afuera otra vez, aguardando por las seis de la madrugada.

Algo más de diez minutos de la hora señalada, Paige salió de la emisora con el móvil en la mano, por lo que supuse que estaría llamando un taxi para que la recoja. Precisamente, el identificar sólo a mi vehículo en esa playa de estacionamiento vacía, hizo que la morena curvilínea quedara congelada a pocos metros de mi camioneta.

─Hola Paige ─la saludé descendiendo del vehículo, con el reflejo del amanecer recrudeciendo sobre nosotros.

─¿Qué haces aquí, Vandor? ─se sonrió, tímidamente. Lucía muy cansada, pero ni eso la hacía perder el encanto y la dulzura.

La brisa enredó las hebras de su cabello en torno a su rostro, contra las cuales luchó para armarse una coleta.

─Quería pedirte disculpas por lo que sucedió en tu casa el otro día. No tengo derecho a entrometerme en la relación que llevas con el padre de tu hija ─solté nervioso, refregando mis manos y sin siquiera ser capaz de darle un beso de buenos días.

Sintonizados: el latir de tu voz - (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora