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De brazos cruzados, esperaba ser atendido. La modesta oficina no estaba atestada de gente, pero las personas que permanecían allí eran lo suficientemente parlanchinas como para que el bullicio perforara mis oídos.

En el escritorio de Daisy Duck aguardé por mi turno; ella se había excusado con unos trámites que la tendrían lejos por un largo rato mientras yo sumaba minutos perdidos.

─Quisiera quedarme aquí, contigo. Pero ya no puedo postergar estos papeles ─había rolado sus ojos, pasando por delante de mí y exhibiendo no solo la carpeta amarilla dueña de su malestar sino su falda tubo color negra y su camisa ultra ceñida blanca con volantes enmarcando sus pechos ─. Trataré de venir lo más rápido que pueda, si llego a tiempo quizás podamos salir a tomar unos tragos más tarde.

Reacomodándome en la silla, incliné mi cuerpo sobre mis muslos recostando mis antebrazos sobre ellos. Por sobre mis pestañas la miré con simpatía.

─Gracias, pero no sé si esté de humor para salir esta noche.

─Nadie dice que no a una cerveza en "Big Nose Kate's Saloon". Además, soy muy amiga de la hija del dueño ─insistió y ante aquello, meneé la cabeza a punto de claudicar.

─¿Nadie dice que no a una cerveza o nadie te dice que no a ti? ─enfaticé, observándola desde un ángulo que me permitió ver sus curvas desde abajo.

Tosí aclarando mi garganta un poco avergonzado por tal descubrimiento.

─Ambas ─coqueteó para cuando su móvil sonó, salvándome el pellejo. Muy cerca de su nariz, de su aroma dulce y pegajoso, creí no poder controlarme.

La chica era bella, atrevida y con un desparpajo innato.

─Debo irme, adiós ─se despidió con voz melosa, arrojando un beso al aire y aprovechando que no había nadie más que yo en esa estrecha recepción.

Leyendo los diplomas colgados sobre las paredes, mirando fotografías de las propiedades actualmente en venta y alguna que otra imagen de antiguas viviendas en color sepia, pasé más de media hora hasta que de la oficina más grande salió el padre de Shannon junto a un hombre de su misma edad, de piel bronceada y repleto de joyas doradas en torno a su cuello y dedos.

─Disculpa la tardanza ─el dueño se acercó y tomó mi mano entre las suyas, dándole un fuerte apretón ─, pero este tipo está interesado en un lote muy importante en las afueras de Tombstone y está dispuesto a pagar una fortuna por él ─se excusó.

─Es todo cuestión de negocios ─enarqué mis cejas siguiéndolo hacia su oficina, vidriada pero con la mitad de los cristales cubiertos por una persiana metálica del estilo americano.

─Toma asiento... ¿whisky? ─una vez dentro, Bradley Fiskwall se puso tras su escritorio. De espaldas, me ofreció bebida, la cual estaba sobre una estrecha mesa de madera lustrosa repleta de vasos y otras botellas.

─No, gracias. Es muy temprano.

─Pues bien. Supongo que ha venido a hablarme de negocios; mi hija me ha dicho que estaba interesado en vender su vivienda.

─En verdad, lo correcto es decir que ella tuvo un olfato excepcional para adivinar mis intenciones antes de decirle mi nombre siquiera ─yo sabía que estos tipejos de bienes raíces eran aves de rapiña y apenas se supo de la muerte de mi padre y algo de mi fama, estarían tras la conquista de la propiedad.

─Shannon tiene una cualidad especial ─elevó su vaso y bebió un sorbo de escocés.

─Quisiera que alguien tase el inmueble y me diga cuál es su costo tal cómo se encuentra ahora. Aunque no esté seguro de venderla todavía.

Sintonizados: el latir de tu voz - (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora