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Oficialmente, acababa de decretar que William Vandor era mi ángel guardián.

No solo me contenía en momentos de tristeza, sino que ahora me ayudaba económicamente.

Tragando mi orgullo de mujer superada y autosuficiente, debía admitir que su préstamo me sacaba de un apuro con July, quien se comparaba constantemente con sus amigas, de mejor posición económica.

Cambiarla de instituto era una opción; no obstante, el centro educativo al que asistía era uno de los mejores de Benson y en el cual me garantizaba una buena enseñanza para ella.

Un futuro trabajo como maestra tampoco me aseguraba un buen pasar al comienzo, pero a lo largo del tiempo, cogiendo algo de antigüedad laboral, sí.

Despidiéndonos en el cobertizo de mi casa, me sentí una adolescente que acababa de ser abandonada...algo que yo bien conocía.

─No me cansaré de agradecer lo que acabas de hacer por nosotras.

─Paige, ojalá pudiera ayudarte más.

─Lo que haces es suficiente...ahora vete...tu camioneta se convertirá en calabaza ─gimoteé intentando disimularlo, mirando de lado hacia el columpio que colgaba del largo tirante de la cubierta.

─En vistas que tu hija me invitó a despedirla el viernes... ¿quieres que vayamos juntos?

Parpadeé sin imaginar que William estuviera dispuesto a aceptar la proposición de July.

─Oh...pues... ¡me encantaría! Pero será difícil para ti lidiar con las madres babosas del instituto ─se acercó y no pude juguetear los broches de su camisa con la punta del dedo.

─No seas exagerada, Paige. Todas estarán tomando fotografías a sus pequeños y distraídas. Mi presencia será anecdótica.

─Mmmm...lo dudo ─fruncí la boca para cuando él me robó un beso intempestivamente.

─Tengo ojos solo para ti ─romántico, quizás más de lo que correspondía, me hizo soñar por un instante con que eso era una verdad ─. ¿Nos vemos el viernes?

─Si...─yendo hacia su camioneta, Vandor dejó una estela de buenas intenciones...e ilusiones por demás.

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En toda la semana, la ansiedad por la llegada de la bendita salida de July fue demoledora; inquieta, alterada por escoger sus pertenencias, mi hija era pura chispa y entusiasmo. Y aquello debía agradecérselo a ese hombre que un día había recalado en mi vida, con un pedido en la emisora y con una aparición inesperada en la boda de mi hermana.

─July, no es necesario llevar tanta ropa. Es sólo un fin de semana ─sentada en el extremo de su cama con respaldo de corona tallada en madera, le dije ante la pila de ropas acumulada sobre el edredón.

─Lo sé. Pero quiero escoger cosas prácticas que me hagan ver bonita ─abría y cerraba las puertas de su armario, respondiéndome como una adolescente de quince años. ¡Lo que me esperaba!

Ayudándola con un bolso de Barbie (regalo de su padre), compartimos un momento muy bello entre madre e hija distinto al de nuestra rutina.

─¿Vendrá William a la despedida del bus?

─Creo que sí.

─¿Él es tu novio? ─más calmada que semanas atrás, preguntó desde su inocencia y no desde el capricho.

─Somos muy buenos amigos ─respondí acomodándole un mechón de cabello.

─Yo creo que son algo más. Te mira como lo hace el tío Joshua con la tía Annette.

Sintonizados: el latir de tu voz - (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora