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En silencio me retiré de lo de Paige aceptando a desgano sus improperios. Ella estaba dolida, y como un huracán que todo lo arrasaba, me había hecho sentir que yo estaba en el ojo de la tormenta. Con parte de razón me echaba de su casa y de su vida.

Nada la haría entrar en razones y mucho menos escuchar con más tranquilidad los motivos por los cuales yo no había hablado con ella en su momento.

Apenas llegué a mi casa, me arrojé a la cama furibundo, impotente y con una desconocida angustia emocional.

Era evidente que mi amor por ella era infinito, sentimental y despiadado.

Así se sentía tener el corazón roto; eso sobre lo que tanto escribía y me había protegido por mucho tiempo, me estaba tocando en carne propia y el dolor era inimaginable.

Ahogándome en una botella de vino tinto a la mañana siguiente, vagué por la casa pensando en lo que debía hacer. Regresar a mi hogar, a Phoenix , era lo mejor, pero dejar esta vivienda aquí, sin resolución, era algo que aún me preocupaba.

Debería ponerme en contacto con Fiskwall para concretar algún tipo de operación hipotecaria lo antes posible.

Pero no era momento. Aún estaba de duelo.

Por varios días me prohibí escucharla por miedo a continuar enamorándome de su voz y revolver la herida aún más a fondo.

Rodando en el colchón, insomne por dormir poco y entrenar a destajo, las bebidas energizantes, el alcohol y comida chatarra, me mantuvieron con vida por una larguísima y eterna semana.

─Buenos días ─entré a la oficina de bienes raíces con la esperanza de encontrarme al dueño de la empresa y no a su heredera.

─Hola Willy ─ella respondió pestañeando con altivez. La última vez que nos habíamos visto fue en un motel a la vera de la carretera, con ella sobre mí gimiendo agudamente y revolviendo su cabello como una actriz de película triple X y a mí, disfrutando de su cuerpo talladísimo pero sin contenido ─. Al fin te has dignado a aparecer ─mezclando asuntos se acercó dejando un beso carmín estampado cerca de la comisura de mis labios.

Poco sutil fue mi respuesta: limpié la marca con mi pañuelo de tela sin el menor miramiento.

─Vine a ver a tu padre, no a ti.

─Mi padre está en Aruba con mi madre. Las operaciones inmobiliarias caen a esta altura del año así que optaron por viajar por unos días, por lo tanto, he quedado como la jefa de este imperio ─abrió sus brazos, divertida, haciendo girar su vestido amarillo con falda tipo A.

─¿Cuándo estará de vuelta? Necesito hablar con él de negocios.

─Pues aquí estoy yo, bebé.

─No, Shannon. Quiero platicar con él.

─Entonces deberás esperar diez días más al menos.

Inspiré profundo porque quería solucionar este tema cuanto antes y estar estancado aquí por casi dos semanas más me carcomía el cerebro.

─¿Te sientes bien? No es tu estilo tener la barba tan desprolija ─se acercó dispuesta a acariciar mi quijada pero la detuve presionando su muñeca.

─Estoy perfecto, gracias.

─Tienes aliento a cerveza y son menos de las dos de la tarde. ¿Estás seguro que te encuentras bien? Te conozco Willy...

─No, Shannon. No tienes idea quién soy ─fruncí mi ceño, descartando su conclusión ─. Una tarde enredados bajo las mismas sábanas no implica conocer a alguien en todo el sentido de la palabra.

Sintonizados: el latir de tu voz - (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora