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William dio una respiración fuerte y fue para entonces cuando me retiré de su boca.

Pestañeé fuerte, dejándolo sorprendido por mi súbito alejamiento; no era posible estar haciendo aquello.

─Perdona...fue un impulso ─se excusó ─. Sé que puedes tener problemas con tu hija si nos viera haciendo esto ─susurró cerca de mis labios, en los cuales el calor de los suyos aun anidaba.

Mordí mi labio inferior, agradeciendo sus disculpas y aceptando con un tibio movimiento de cabeza.

William Vandor no parecía real; gentil, considerado, no pensaba en saciar su hambre de joven depredador sino que había pensado en mí y en una posible reacción de mi hija.

Cuestión no menor.

El corazón parecía salírseme del pecho; agitada, me aparté y regresé a mi asiento, frente a la incansable pila de papeles y libros de educación.

No sólo me había gustado besarlo...me había fascinado hacerlo. Suave, acompañó mis tiempos dándome lugar a una exploración cauta pero segura.

─Cogeré dos cucharas ─situándonos nuevamente en esta galaxia las tomó del secaplatos con la intención de comer el helado.

Frente a mí dispuso el envase del que ya había comido y la cuchara sobre la tapa. Sin decir una palabra lo abrí y empecé a comer a grandes porciones, prácticamente atragantándome.

Él sonrió y fue en ese instante que noté mi desborde emocionalmente ridículo.

─¿Quieres que te dé un poco del mío? ─dio una estruendosa carcajada, la cual se perdió en el repiqueteo de las gotas de lluvia en el pavimento.

Negué abandonando mi envase de lado, avergonzada.

─Paige, era una broma. Conmigo no hace falta que finjas cordura. Sé que no la tienes ─su modo bromista de decirme las cosas era simplemente cautivador. ¿Cómo no ansiar algo más que un beso robado?

─William...esto...bueno...─vacilé, queriendo explicar mi debilidad ante él.

─No necesitas decirme nada. Quise besarte y lo hice. Tú me correspondiste y ya ─simplificó para mi extrañeza.

¿Era tan fácil o él era quien lo hacía de ese modo?

─Tienes razón. Suelo pensar mucho las cosas.

─Paige, debes relajarte. No tienes que demostrar nada a nadie. Sé tú misma.

─Gracias por todo lo bello que me dices.

─Te lo mereces.

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Por más de dos horas William se mantuvo en silencio, dilatando el final de su helado, mirando mis movimientos al estudiar y con un bolígrafo en la mano y una servilleta sobre la que escribía a menudo, en la otra.

─¿Aburrido, verdad? ─dije. Poco me había podido concentrar.

─No. En absoluto. Aprovecho la inspiración de este precioso día de lluvia.

─No llueve seguido en Benson. Has venido en la peor temporada de tormentas de la historia.

─Pues lo agradezco. Es motivador escribir con lluvia. ¿Nunca has escrito nada un día gris como este? Apuesto que sí ─me señaló con su herramienta de trabajo: el bolígrafo.

─Cuando era adolescente...siempre he sido muy nostálgica y enamoradiza.

─¡Lo sabía!

─Creo que soy bastante predecible.

Sintonizados: el latir de tu voz - (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora