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Aguardando por Paige en el estacionamiento de la emisora, pensé en este viaje hacia Phoenix.

¿Para qué ir con ella si tenía pensado acabar con esta situación lo antes posible?

Era más simple de lo que creía: ella era mi musa. Mi fuente de inspiración. Y el hecho de tener casi una decena de canciones en mi haber desde que la había conocido, me daba la razón.

Tal como Gala lo había sido para Dalí, Paige lograba transportarme a otra dimensión siendo capaz de despertar en mí un lado pasional y mágico sin límites creativos.

No deseaba herirla...ni tampoco dejarla libre.

Confuso y confundido, caminé sobre la fina cornisa de no saber qué hacer.

Mi vida no pertenecía a Benson ni a Tombstone. La de ella, tampoco giraba en torno a Phoenix.

─Hola ─saludó con ternura. Lucía diferente a como lo estaba por la tarde.

─Hola, linda ─besé la punta de su nariz. Me encantaba su reacción aniñada cuando sentía mis labios sobre ella ─. ¿Lista? ─pregunté cuando colocó su bolso en el asiento trasero de mi Aston Martin.

─Vayamos rápido antes que me arrepienta ─exhaló pesadamente, abrochándose el cinto de seguridad.

Quise retrucar su ironía, pero quedé sin palabras y opté por llamarme a silencio.

Acompañados por Pink Floyd, por Red Hot Chilli Peppers y otras bandas del ayer, rompimos el horizonte rumbo a Phoenix.

Costaría, pero finalmente, Paige se quitó el peso que llevaba sobre sus hombros; acariciando mi brazo derecho, aquel con el que tocaba la caja de velocidades, pronto lo rodeó para apoyar su sien izquierda sobre mi bíceps.

─No me agrada ser la segunda ─disparó sin piedad en mitad de la carretera.

─¿La segunda? ¿De qué hablas?

─Tú tienes novia. O algo así. No me apetece ser las sobras de ningún plato ─frunció la nariz. Lo vi por el rabillo del ojo.

─En primer lugar, no tengo novia. Marlene es una chica con la que paso el rato y es un acuerdo de ambas partes. Hace mucho que no estamos juntos en ese...aspecto ─acercándome a la banquina, detuve la marcha del carro.

Paige se incorporó, esperando la conclusión de mi relato. Quitándome el cinto, me acerqué a su torso.

─...y en segundo, jamás serías las sobras de ningún plato sino el menú principal, la entrada, el postre...─rocé mi punta de la nariz contra la suya, tal como le gustaba.

─Sé que no tengo derecho a hacer reclamos. Soy una mujer adulta y escogí venir hasta aquí, a conocer parte de tu intimidad, sin presiones. Pero eso no me quita pensar en el mañana.

─Eso es lo que quiero Paige, que seas capaz de reconocer qué es lo que quieres hacer y no lo que debes.

Dándole lugar al silencio inspiró profundo y cayó en las fauces de la somnolencia y yo, en el del temor de poner en duda mi futuro por apostar a ella.

Dejando mi tierra natal, la de Wyatt Earp también, llegamos a Phoenix con la tormenta sobre nuestras cabezas; rayos, truenos y las primeras gotas gruesas de lluvia nos acompañaron hasta la entrada del condominio en el cual yo vivía.

─¡Waw! Imaginaba que tu casa era grande, pero esta parece sacada de una revista de ricos y famosos ─apoyó su bolso en el primer sofá que encontró apenas entró. Mirándolo todo con fascinación, lucía como una niña en Disney.

Sintonizados: el latir de tu voz - (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora