𝐅𝐈𝐍𝐀𝐋 𝐔𝐍𝐎: 𝐄𝐋 𝐂𝐎𝐌𝐈𝐄𝐍𝐙𝐎 𝐃𝐄𝐋 𝐀𝐏𝐎𝐂𝐀𝐋𝐈𝐏𝐒𝐈𝐒.

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Min Yoongi.

El reloj en mi muñeca marca las dos de la tarde y me doy cuenta de que ha pasado una hora desde que salimos de la estación de Gimcheon. Sentí que había pasado demasiado lento el tiempo y ahora me daba cuenta de que sí era así, además de que me estaba aburriendo pues no había nada interesante que hacer dentro del vagón más que mirar por la ventana y perderme en el paisaje que había a nuestro alrededor.

Según por lo que Jungkook nos había dicho cuando cruzó hacia nuestro vagón, era que el viaje a Seúl sería de cuatro horas y media debido a la velocidad en la que íbamos y por lo tanto, todavía nos quedaríamos tres horas y media encerrados aquí.

Aunque no era mala idea, prefería estar en el vagón que estar allá afuera corriendo por mi vida.

Me encontraba en uno de los asientos acolchonados mirando hacia la ventana y al mismo tiempo acariciando el suave cabello de KyuHyun. Hace media hora se había quedado dormido con su cabeza apoyada en mi regazo y desde que entramos al vagón, jamás se despegó de mí, e incluso cuando quise ir al baño trató de entrar conmigo y si no hubiera sido por Jin, todo eso hubiera demasiado incómodo.

Volteé hacia mí alrededor, fijándome en las pocas personas con las que compartía el vagón. Jin estaba afilando un cuchillo en su lugar, perdido en sus pensamientos y sin darse cuenta que lo estaba observando.

Se veía muy enojado y triste, seguramente por todas las personas que habíamos perdido en Gimcheon. Sin embargo, me daba cuenta perfectamente que seguía tratando de ser fuerte, pues en ningún momento se puso a llorar o a lamentarse por lo que había pasado.

Giré mi vista ahora hacia Jimin, él estaba durmiendo en un par de sillones a unos centímetros de Jin. Había podido descansar después de tanto esfuerzo físico y ya había dejado de sangrar de la boca. Según por lo que había dicho Jin cuando le cambió la mayoría de las vendas, era que una de sus heridas en la espalda se había abierto un poco y eso había creado una pequeña hemorragia interna que por suerte pudo parar.

Y por último mi vista se dirigió a Seulgi, ella se encontraba al final del vagón mirando hacia el suelo, como si estuviera muerta. Desde que entramos no había dicho mi una sola palabra y con el pasar de los minutos, noté que comenzaba a ponerse muy pálida y ojerosa.

Era como si estuviera enferma desde hace semanas y era lo que me sorprendía del virus, que pudiera deteriorar a una persona en menos de unas horas.

Regresé mi vista hacia la ventana, dándome cuenta del paisaje que había a mi alrededor. La nieve era tan densa que me puso a pensar, ¿Qué estará haciendo toda esa gente de nuestro país que sigue viva en estos momentos?

Sin pensarlo comenzó a ganarme el sueño, pues mi cuerpo ya no aguantó más el cansancio y mi energía se bajó completamente. Así que me acomodé, recargando mi cabeza en el cristal y cerrando los ojos para quedar en un profundo sueño que necesitaba desde hace un par de días atrás.

 Así que me acomodé, recargando mi cabeza en el cristal y cerrando los ojos para quedar en un profundo sueño que necesitaba desde hace un par de días atrás

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