QUATORZE

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—Me alegra de que hayas venido, Marinette.—Sonrió la muchacha dándole paso dentro de su casa.—¿Cómo supiste la dirección?

—Huh... Bueno... ¿Internet?—Se encogió de hombros mientras sonreía nerviosamente. No le diría que estuvo ahí la noche pasada.

Tsurugi sonrió de lado alzando una ceja a la par, evitando el contacto visual de la panadera para no ponerla incómoda. Aunque es creíble el hecho de que haya encontrado su dirección en internet —ya que era parte de una familia reconocida de esgrimistas—, sus sospechas crecían cada vez que hablaba con ella.

—Hey, tranquila. Sólo relájate.—Le sonrió apretando su hombro en  acción de confianza, pues podía notar que la muchacha no dejaba de temblar mientras se mantenía quieta en la entrada del lobby de la mansión.

Sus pulmones se llenaron de aire mientras conectaba sus azules con los castaños de la japonesa, relajando sus hombros pero su corazón bombeando por la cercanía que tenían las dos. Maldición, reconocía aquella sensación.

Kagami veía curiosa la actitud de la chica, pues veía que hablaba consigo misma como si se estuviera regañando de algo que no parecía entender del todo. Supuso que era hora de intervenir antes de que su discusión fuera más grande al punto de darse alguna cachetada o algo peor.

Su mano abandonó su hombro y se dirigió a las espalda baja de la Dupain, sorprendiendo a la chica por la acción y por la tierna sonrisa que se apoderó del rostro de la esgrimista.

—Dejame enseñarte el salón de entrenamiento.

Sintió sus orejas arder ante la forma tan suave que había dicho aquellas palabras, recordando al momento la razón por la que estaba ahí. Ni siquiera se había percatado del diseño japonés del hogar...—mansión.

—Quitate los zapatos.—Le indicó con amabilidad la joven apuntando a los rosados que estaba usando en ese momento.

Se había sentido tonta al olvidar aquella costumbre, pues hasta ese momento vio que la Tsurugi sólo tenía puesto un par de calcetines en sus pies. Respiró profundamente un par de veces e hizo lo que le había indicado.

Al terminar de realizar aquello, un escalofrío recorrió su columna al sentir el cálido tacto de la mano de la muchacha tomar posición en la parte baja de su espalda, costándole bastante acostumbrarse a la sensación.

—Ven, por aquí.—Le sonrió mientras mantenía el contacto de su mano por unos segundos para después retirarla y empezar a caminar. No quería ponerla incómoda como para asustarla.

La de coletas se lamió los labios y apretó la mandíbula con suavidad. Hubiese preferido que la guiara con su mano al salón de entrenamiento.

El tema de Misión Imposible resonaba en sus pensamientos, mientras un fruncido de ceño aparecía en su rostro al visualizar la mansión de aquella chica

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El tema de Misión Imposible resonaba en sus pensamientos, mientras un fruncido de ceño aparecía en su rostro al visualizar la mansión de aquella chica. Bendito sea el internet.

Tomó su bastón y revisió los mapas del lugar, buscando en él las posibles habitaciones en la que podrían estar.

—Probablemente están en su cuarto.—Murmuró sintiendo su corazón contraerse. Tragó saliva.

Tronó sus articulaciones, respiró profundamente y para luego dirigirse a aquella mansión que tenía a algunos metros de él.

Al estar en el tejado del lugar, se mordió el labio mientras revisaba nuevamente la localización de la recamara de la Tsurugi. Su pecho dolía gravemente y sólo había experimentado algo parecido cuando... Maldición.

—No otra vez.—Masculló con pezades en su tono de pronunciación, sintiendo cómo sus ojos gritaban mientras las lágrimas se asomaban por ellos.

Perdió a su madre, casi pierde a su compañera de batallas y ahora... ahora estaba perdiendo a su amiga; la mejor que ha tenido. No quería llorar por una mujer de nuevo. No era sano para su salud mental.

Se talló los ojos negándose a llorar en el techo y se dispuso a ir a la habitación de la muchacha japonesa. Pero al asomarse por la ventana, pudo apreciar una habitación totalmente impecable y vacía.

Se mordió el labio teniendo tres opciones en mente; o se iba, o buscaba por los alrededores, o se infiltraba.

Tragó saliva y abrió la ventana de la habitación—que curiosamente estaba entreabierta— e ingresó a la misma con sumo silencio.

Revisó el techo y afortunadamente no había alguna cámara de seguridad a la vista. Por lo menos tiene privacidad en su habitación como él.

Pero en una mansión como aquella, era obligatorio.

•••

Holas :v ya estoy casi de vacaciones ❤️ lamento si no actualicé xd

Nueva portada :D

Vamo a vers a Kagami en Frozer 🌚 hagamos changuitos pa que todo salga bien y no nos estresemos xd

Read you later (?

-May.

Me Gusta Ésa Azabache || MarigamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora