El Primer Encuentro

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Seré sincera, es la primera vez que arriesgo a escribir algo más largo sobre esta parejita tan adorada, pero no les mentiré, estoy aterrada, me cuesta un poco sacar a los personajes de su mundo e introducirlos en uno alterno, pero espero que este ...

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Seré sincera, es la primera vez que arriesgo a escribir algo más largo sobre esta parejita tan adorada, pero no les mentiré, estoy aterrada, me cuesta un poco sacar a los personajes de su mundo e introducirlos en uno alterno, pero espero que este trabajo sea de su agrado y que lo disfruten. No sé con que frecuencia actualizaré, pero trataré que sea frecuente.

Ya sin nada más que decir, solo que los personajes de esta historia no son de mi autoría, las invito al "Hotel Freedom Wings" y al Salón de Té "El Loto Negro"


Capítulo 1:

El Primer Encuentro.

Un día cualquiera, en una ciudad cualquiera, como muchos, un joven caminaba sin prisa hasta el lugar de su trabajo. Tenía un aspecto enfermo y cansado, cosa que no era de extrañar en la mayoría de las personas que se dirigían también a sus respectivos trabajos.

Iba ataviado en un abrigo negro, que le llegaba hasta un poco más arriba de sus rodillas. En su cuello y cubriendo su boca, colgaba una bufanda verde oscuro con una insignia de unas alas, una plateada (la de la derecha) y la otra azul oscuro (la de la izquierda).

Sobre el pecho también llevaba la misma insignia prendida de su abrigo.

Sus pequeñas manos, iban enguantadas debido al frío que hacía a esa hora de la mañana. En ésta, llevaba un vaso de plumavit en el que contenía un té humeante.

Debajo de su brazo llevaba un periódico que, había pasado a comprar en un pequeño puesto de revistas, chucherías y todo eso. Y en su otra mano, llevaba uno portafolios.

Al llegar a la esquina, para cruzar la abarrotada calle de coches yendo y viniendo, un transeúnte golpeó su hombro con fuerza, provocando así el derrame de su té sobre su mano que, gracias al guante, no pasó a mayores. Sin embargo, su expresión se volvió aterradora, pues el sujeto no tuvo la decencia de disculparse por lo que había hecho.

Ya sin nada que beber para pasar el frío, tiró el vaso al contenedor de basura más cercano y esperó a que el semáforo cambiara la luz de roja a verde.

Pero un suave toque en su hombro, lo hizo voltearse.

—Disculpe... ¿Puede ayudarme? 

El joven levantó la mirada al encontrarse con un hombre tan alto.

Era rubio, su cabello prolijamente peinado hacia la derecha, lo hacía lucir un poco mayor. Pero en la parte de atrás, tenía rapado y el resto del cabello cubría esa zona.

Llevaba un mongomeri negro con botones plateados, de su cuello, colgaba una bufanda carmesí que le llegaba hasta casi el borde del mongoneri. En lugar de una corbata, llevaba un colgante bastante extraño. Y de sus manos enguantadas, colgaba un maletín.

— ¿En qué puedo ayudarle señor? 

Al joven le era imposible poder quitar la vista de encima a aquel extraño.

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