Capítulo 5: Confianza

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Senix.

Así que este chico era el que me había estado observando ayer. No había dudas.

¿Debía golpearlo?

Tenía ganas de hacerlo, pero se veía totalmente diferente a como lo había imaginado. No lo notaba con dobles intenciones. Mucho menos peligroso. Y lo que me inspiró confianza de él no fue su llamativo físico atlético o sus encendidos ojos azules, sino su voz y su manera de expresarse, como si obtener mi aprobación fuera importante.

«Vale» pensé «Entonces no lo golpearé»

Él parecía tener unos diecisiete años, su rostro delataba que había sido esculpido con mucha habilidad y paciencia. Se veía muy maduro, serio, diferente en todos los rasgos y aspectos de los chicos de este lugar. Su cabello rubio caía rozando su frente. Lo tenía un tanto revuelto, ni tan largo ni tan corto, como si no le importara realmente algo tan simple.

Iris había mencionado a un Leo Levitt antes, pero sinceramente no le había prestado atención por ver un video de Bill Skarsgård.

Perdón, Iris. Pero no me arrepiento.

—Tienes que llevarme a tu casa—susurró viendo más allá de los pasillos—. Es el único lugar seguro para decirte todo, después que lo sepas dejará de serlo y estarás en constante peligro.

«Hurra. Ahora tampoco mi jaula sería segura. »

—Te llevaré a mi casa—afirmé—, pero no me importa lo que haya dicho Iris o la confianza que me inspiras. Si veo que intentas algo sospechoso te arrepentirás el resto de tu vida. Si me conoces tanto sabrás lo que puedo hacer.

Sonrió levemente.

—No quiero pelear contigo, aunque me tienta la idea.

—¿Y eso por qué?

—Quisiera probar tu nivel de fuerza y resistencia, Senix. Tu confianza me dice que no hablas por pura vanidad.

—Me alegra que no me consideres débil.

—Sé que no lo eres.

Dio un paso atrás al mismo tiempo que el timbre sonaba.

—Quisiera quedarme para asegurarme que estarás bien. Pero sé que no lo permitirás.

—Además está—

—El dichoso reglamento estudiantil que mencionaste. Lo sé. Vendré por ti más tarde—se dio media vuelta y esquivó a los últimos estudiantes que cruzaban el pasillo a toda prisa.

Entré y me senté en mi lugar de siempre, me agarré la cabeza con las manos y casi quise gritar para liberar la tensión acumulada.

Si este chico hablaba tan en serio entonces yo sabría todo dentro de poco.

Doble hurra.

Ignorando el asunto que incluía al rubio levanté la cabeza y vi corriendo a Diana a través de las ventanas que daban al pasillo. Tenía el cabello hecho un desastre, la frente sudada y la ropa arrugada, algo que solo ocurre cuando en verdad tiene prisa.

Cuando entró por fin se sentó de golpe en el asiento a mi lado. Me miró cansada, apenas sonriendo. Intentó atar su cabello en una coleta alta, tarea difícil porque tenía varios nudos dispersos por toda la oscura melena.

—El universo me odia—se quejó.

Negué, divertida.

—No es así.

—Claro que sí, a mamá se le dañó el auto en la mitad del camino y tuve que correr porque no pasaba ningún bendito taxi—se lamentó luchando aún con su cabello.

La Princesa Fénix |Aeternis #1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora