Capítulo 62: Blanco, negro y rojo

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Es muy fácil ser héroe rodeado de gente que te aclama, lo difícil es serlo en soledad, cuando el único testigo es el coraje, el honor, el valor.

—Arturo Pérez Reverte.

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Senix

Senix

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—Síganme—nos indicó Leo—. Este pasillo no es transitado por nadie.

Lo seguimos silenciosamente, como si fuéramos profesionales en espionaje que estaban acostumbrados a ese tipo de situaciones.

—Hey—los llamé—, esta habitación está vacía, recuestenlas aquí.

Obedecieron y tumbaron a Kia y a la anciana, Lisa, en la enorme cama de sábanas blancas.

—¿Nadie nos vio?—pregunté.

Jhon negó.

—Ni una mosca.

—Bien, ¿como cuánto tiempo ha pasado desde que nos fuimos?

—Unos nueve minutos y medio—respondió Miranda.

—¿En verdad? Se sintió como si hubiese sido más tiempo.

—Volamos rápido—rió Jhon, ayudando a Diana a cortar pedazos de la misma tela de la cama para limpiar las heridas de Kia.

—Setem, Leyton... Busquen a Lumina y traiganla junto con algún otro Fénix Blanco. Díganle que tenemos dos heridas aquí.

Ambos asintieron y se fueron.

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Unos dos minutos después Lumina entró casi volando a la habitación, llevando en sus manos una caja repleta con esferas de Vitalidad, y detrás de ella un chico y una chica con ropa blanca, cargados con todo tipo de artefactos médicos (estilo mágico, creo)

Nos apartamos y dejamos que ellos hicieran su trabajo.

—¿Qué tiene la anciana?—pregunté a ambos chicos—, ¿fue herida de gravedad?

—No tiene heridas profundas que sea visibles, pero sí muchos rasguños por toda la piel. Lo que la está dañando tanto es la fuerza vital dentro de ella: se extingue, como si ya no le quedarán fuerzas para seguir viva. —Indicó el chico, con la voz firme y sabia de los de su raza. Él y la chica tenían rasgos parecidos: cabello oscuro y ojos verde claro, por la luz que entraba por la ventana abierta y chocaba contra sus rostros, parecían casi grises.

—La chica está muy lastimada—dijo la Fénix Blanca—. Pero estará bien, podremos hacer mucho por ella.

—Menos mal.

—Senix, Diego y yo nos quedaremos aquí cuidándolas—dijo Diana—, ayudaremos a los chicos.

—Muy bien—dijo el Fénix—, porque necesito que vayan por comida y la traigan aquí, ellas necesitan comer algo.

—Entonces quédense y hagan lo que ellos les indiquen.

Todos estuvieron de acuerdo y el resto salimos del cuarto, directos al Salón nuevamente.

—¿Qué haremos con ellas?—me susurró Leo.

—Ahora lo que importa es que logren sobrevivir, Leo. Después... Ya veremos.

—¿En verdad ella es hija de Erika?—preguntó Lumina, con los ojos brillantes—. ¡No es posible!

—Eso dijimos nosotros—señaló Jhon—. ¿Pero vieron su aspecto? No quiero decir que era horrible, porque no lo era. Pero estaba hecha un desastre, y se movía de una forma extraña... Esos movimientos con su cabeza—se estremeció—me dieron escalofríos.

—A mí igual—lo apoyó Klyos—. Sabemos que Dalya fue torturada, pero mirenla ahora... Se recuperó de maravilla.

—Lo sé—dijo la Fénix Oscura, sonriendo orgullosa y tocando su corto cabello como una diva—. Pero estoy de acuerdo en que esa chica parecía haber sido torturada por mucho, mucho tiempo.

—No sé si estedes lo notaron... —empezó a decir Ryan—, pero tenía en el cuello unas extrañas marcas.

—Bueno... Casi todo su cuerpo estaba marcado con cicatrices, Ryan.

—Pero las de su cuello eran aún más extrañas, detrás; casi por el nacimiento de su cuero cabelludo se extendían unas pequeñas ramificaciones negras.

—Eso no lo note, ¿qué significan?

—No lo sé... Solo me hago una idea.

—Pues dinos.

—Creo que lo que quiere decir Ryan es que esas cicatrices negras van apareciendo a medida que tienes sueños sofocantes—dijo Leo, flexionando los brazos en su pecho.

—¿Pesadillas, entonces?

—Sí.

—En su caso—siguió diciendo Ryan—, parece que las tenía muy seguido. Esas marcas la ahogaban y se extendían por todo su cuerpo. Quizás estamos en lo cierto o no, pero es lo más probable.

—¿O sea que Kia no tenía tranquilidad ni en sus sueños?

—Al parecer no.

—¿Cómo alguien puede vivir así?

—Nadie puede vivir de esa forma, Senix. El que esa chica halla sobrevivido tantos años de ese modo ya la hace un raro espécimen.

—¿Cómo saben Leo y tú tanto de esto?

—Mi padre me contaba que eso sucedía en los sueños más terribles de los Oscuros—respondió el rubio—, en cuanto a Ryan...

—Lo experimenté una sola vez—dijo—, y fue terrible. Pero yo ya no tengo esas cicatrices, desaparecieron cuando ignoré el sueño.

—Se desviaron del tema—nos regañó Lumina—, pero al menos ya sabemos un poco por lo que ella pasó. Aunque sigo sin creer que sea... No, siquiera lo asimilo aún.

«Ni yo» quise decirle.

¿Qué tal si, además de ser hija de Erika Dark, Kia también era...?

«¿Lo crees posible?» me pregunté.

Pues no era imposible. Y Leo era el vivo ejemplo de ello.

Si mi vida ya era complicada, ahora lo era más. ¿Hasta cuando se enredarían los acontecimientos entretegidos de mi destino?

¿Podría ser que esa chica, Kia, que yacía en aquella habitación siendo atendida por sus heridas externas, y que poseía en su pálido rostro una mirada triste y a la vez desesperada, ser más apegada a mí de lo que creía? ¿Lo era...? ¿Ella podía ser mi...?

«Solo piénsalo siquiera. Acepta la posibilidad» me recriminé «debes estar preparada para todo»

Suspiré y puse una mano en mi pecho, sintiendo mi corazón acelerado.

¿Podía ser...?

¿Podía esa chica de cabello blanco y negro ser mi... Mi hermana?

La Princesa Fénix |Aeternis #1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora