Capítulo 11

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Antonella seguía sumergida en aquella oscura realidad en la que no podía ver ni sentir nada. Casi se sentía como si estuviera debajo del agua, flotando en la nada.
Existía en aquel extraño plano, mientras seguía sufriendo.
Lo único que le daba esperanzas era que aquel dolor seguía bajando, y ya estaba muy cerca de sus pies.
En su inocencia se alegró al pensar que ya le quedaba poco por sufrir, pues el dolor estaba disminuyendo segundo a segundo.
Antonella estaba muy agradecida con lo que le hubiera permitido mitigar el dolor. Incluso llegó a razonar que lo más probable era que le hubieran suministrado algún analgésico de nuevo. O a lo mejor su pena finalizaba porque estaba muriendo.
Aquel pensamiento cruzó la mente de Antonella como una ráfaga, pero en tanto lo pensó, no fue capaz de sacarse la idea de la cabeza.
Conforme le daba más vueltas a la idea, más se daba cuenta de que nada le garantizaba que cuando el dolor finalizara ella podría abrir los ojos o que el dolor no iba a volver a empezar. Y más aún, nada tampoco le garantizaba que estuviera ella aún estuviera viva.
Pensar en aquello la perturbó, pero razonarlo largamente, como hizo, le provocó entrar en pánico.
Antonella por primera vez notó lo pesado que sentía el cuerpo; como si sobre ella hubieran más personas y por ello no podía moverse, ésto sumado al terror creciente que sufría, hizo que su leve respiración se entrecortara cada vez más.
Se agrandaba la brecha del tiempo y con ella más y más se adormecía su sensibilidad y el peso sobre su cuerpo.
No fue hasta un par de minutos más tarde que Antonella notó aquello y tras pensarlo, se dio cuenta de que podría  intentar moverse levemente, al menos para demostrarse a sí misma que estaba viva. ¿Qué tal si querían desconectarla de la máquina en el hospital?
Aquello le aterraba aún más. Mover un dedo sería una prueba para ella y para sus familiares de que estaba bien y consciente.
Aquella idea se convirtió en su único plan y, en su percepción, cumplirlo era su única esperanza de sobrevivir.
Sin vacilar, puso toda su fuerza en su dedo índice.
El peso era increíble. Le parecía que intentaba subir una pesa demasiado pesada con solo un dedo. Aquello le provocó mucho dolor, y aunque eso era una reacción previsible, le sorprendió porque notó que no era su cuerpo el que se adormecía, sino que el dolor que había estado sintiendo se acababa; y aquello le empezó a tranquilizar.
Durante varios minutos, continuó luchando por mover su dedo, hasta que, en un momento de suerte lo logró. Por un corto momento sintió orgullo y alivio, hasta que su burbuja de felicidad estalló.
Antonella empezó a notar como el adormecimiento se hacía más fuerte y como éste pasaba de su cuerpo a su consciencia.
Antonella de pronto fue tragada por las aguas en las que antes flotaba y empezó a ahogarse en ellas, incapaz de hacer algún sonido e incluso incapaz de luchar por salir.
Era un pozo de miedo silencioso que la tragaba sin descanso. Y así, en el silencio de su terror, Antonella se durmió en su propia mente.

(...)

Habían pasado un día y algunas horas, cuando al fin ocurrió algo.
Violet estaba sentada en su sillón, inmóvil. Estaba tan concentrada en el cuerpo que no estaba atenta a nada más. Y entonces, en su sorpresa vio un leve movimiento.
Al principio le quitó importancia, pues, durante su vigilia había tenido algunas falsas alarmas. Eso debido a su paranoia; porque estaba aterrada.
Violet estaba casi convencida de que su mente empezaba a engañarla cuando, algunos minutos después, el cuerpo empezó a sacudirse. En cuanto se sacudió por segunda vez, Violet estuvo segura, pero lo que comenzó como un leve movimiento, se transformó en unas convulsiones muy violentas, que no hicieron más que aterrar a una ya miedosa chica.
Aquellas convulsiones eran tan desmedidas y terribles, que hacían crujir todo el cuerpo, como si quisieran quebrarlo.
Violet se asustó muchísimo, pues nunca había visto cosa parecida en su vida.
Las convulsiones duraron unos pocos segundos y tan repentinamente como empezaron, se detuvieron, dejando el cuerpo de Antonella mirando a la nada con la vista nublada.
Aquel cuerpo estuvo estático por casi una hora. Durante todo ese tiempo Violet no pudo parar de temblar, pero, incluso aterrada, ella siguió revisándolo desde la distancia.
El miedo poco a poco se calmó, pero el deseo de huir de Violet no lo hizo.
Tras algún tiempo Violet notó movimiento. Un gran escalofrío le recorrió el cuerpo cuando lo vio, porque no era algo notorio desde lejos.
En realidad, lo que se movía era la cara de Antonella, que ya estaba completamente deformada.
Todos los músculos de su cara habían desaparecido, dejando la ilusión de una calavera.
Tenía la nariz y la boca tapadas por piel, dejando visible la curva del cartílago de la nariz, y los ojos, que seguían fijos en el techo.
Tenía las extremidades claramente más largas y todo su cabello se caía a trozos.
Con cada segundo, aquel cuerpo parecía menos un ser humano.
Todo el cuerpo perdió la mayoría de los músculos, incluyendo las manos, que terminaban en lo que parecían unas uñas, las cuales eran de un enfermizo tono amarillo-naranja.
Lo último en aparecer y lo único que Violet se esperaba eran las manchas en la piel, pues era normal al ser una Portadora del virus. Todo el cuerpo de Antonella, o lo que solía serlo, se cubrió de pequeñas formas negras que se movían bajo la piel. Aquellos eran los causantes y portadores del virus, y acompañaban como parásitos a todos las Portadoras.
Tras hacerse visibles, pasaron un par de minutos, en los que el cuerpo terminó de deformarse, dejando por completo de ser humano.
Violet estaba hiperventilada en una esquina, prácticamente llorando, mientras veía con horror aquel ser.
Y, a los pocos segundos, aquella cosa empezó a incorporarse.
A punto de vomitar, Violet vio como todas las articulaciones de aquel cuerpo se doblaban en direcciones que no debían hacerlo, mientras el Error intentaba ponerse de pie.
Luego de forcejear con su propio cuerpo durante unos segundos el Error al fin se incorporó, solo para parar de golpe al ver a Violet.
El sentimiento que recorrió a esta última fue indescriptible, mientras veía como aquellos ojos nublados, que parecían estar ciegos, se movían extremadamente lento y la miraban.
Sin saber de dónde sacó el coraje Violet rápidamente le acercó la carne, lo más cuidadosamente posible.
El Error movió sus ojos hacia la carne, siendo incapaz de entender.
Violet se quedó helada, sin saber qué hacer.
Entonces el Error se movió hacia ella. En tanto éste conseguía dar un paso al frente, ella retrocedía dos.
Para cuando éste llegó a la carne, Violet estaba lo suficientemente lejos como para poder escapar.
Pero antes de poder hacerlo, ella miró estupefacta y asqueada lo que hizo aquel ser.
Como su boca estaba tapada por piel, usó aquellas garras extrañas para rasgar su propia cara.
La boca de aquella cosa era solo un agujero terriblemente amplio, con muchos dientes de tamaños, formas y posiciones aleatorias.
Aquella herida sangró profusamente durante varios segundos, hasta que el Error controló su propia coagulación. Y tras sellar la herida, el Error empezó a comer, mezclando su sangre con la sangre del animal que estaba allí.
Violet había comprado alrededor de diez kilos, pensando en que tendría tiempo de atacar, pero todos sus planes se voltearon cuando el ser logró engullir gran parte de la carne de un bocado.
El pánico la recorrió de pies a cabeza mientras seguía retrocediendo.
El ser tragó con un ruido sordo y tras eso siguió buscando carne, la cual no halló.
Violet estaba tan histérica que lloraba y maldecía, entre balbuceos y sollozos.
Aquel ser empezó a acercársele con un siseo jadeante que Violet identificó como la respiración del Error.
Entonces, para buena o mala suerte de Violet, algo distrajo a aquella cosa.
Como era temprano en la mañana, un hombre joven trotaba por la calle y para su mala fortuna pasó al frente de aquella casa; y fue esa su última decisión.
En tanto el Error captó el sonido de aquel joven, se abalanzó en aquella dirección.
Ni siquiera la estructura de la casa pudo detener a aquello, pues llegó hasta el hombre tan rápido que éste ni siquiera se dio cuenta de que estaba muriendo hasta que el Error no quebró su cuello.

(...)

Roxanne estaba tomando el sol en su casa. Era temprano por la mañana y se había levantado de buen humor.
Ya estaba pasando la peor época del invierno pero para su gusto aún hacía demasiado frío.
Roxanne estaba viendo el cielo, melancólica, cuando escuchó a Vera venir hacia ella.

- Buenos días Vera.
- Buenos días señora. Espero no estarle incomodándo, pero creo que necesita entrar en casa y ver esto.

Aquello era muy inusual. Vera nunca le había dicho algo ni remotamente similar a aquello y el tono de la mujer reafirmó su preocupación.
Sin dar cabida a preguntas Roxanne entró en su casa, con su humor terriblemente arruinado.

Voluntad De SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora