Prólogo

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El coche se detuvo, el chófer se quitó el cinturón de seguridad y se bajó del coche, se acercó a mi puerta y me la abrió.

Puse un pie fuera del coche, mi botín de tacón negro chocó contra el suelo mojado, había estado lloviendo hasta hace poco. Salí por completo, me acomodé mi chaqueta de cuero negro.

–Gracias. A partir de aquí voy sola.–dije mirando al chofer.

–Pero señorita, el jefe me ha dicho que no la deje sola–me dijo el pobre hombre que solo hacía su trabajo.

Respiré hondo y le sonreí.

–Me da igual lo que te haya dicho el jefe, él no está aquí. Estoy yo, y yo te digo que a partir de aquí voy sola. No va a pasar nada, sé cuidarme–dije cerrando la puerta del coche.

El pobre hombre solo asintió con un poco de terror, nadie quiere tener problemas con el jefe, pero tampoco nadie quiere tener problemas conmigo.

–Espero acabar dentro de dos horas, esperaré aquí mismo el coche–dije y comencé a andar por la acera mojada.

Era de noche y la calle estaba totalmente vacía. Lo único que se oía era el sonido de mis tacones contra el suelo. Cualquier chica de mi edad estaría aterrada caminando sola a estas altas hora de la noche, pero yo estoy bastante tranquila, ¿cómo iba a tener miedo si estas calles casi me pertenecen?

Llegué al local que solo tenía una puerta de metal oxidada y un letrero con letras rojas neon escritas en chino.

Di tres golpes a la puerta, esperé unos segundos y la puerta se abrió pero solo por una rendija, apareció un hombre con rasgos asiáticos que me escudriñó cuidadosamente.

–¿Quién eres? Aquí no entran niñas bonitas–me dijo.

Negué con la cabeza, ¿cómo puede ser tan estúpida la gente?

–Soy la Carterista–dije, inmediatamente el rostro del hombre asiático cambió por completo y parecía totalmente arrepentido por su comentario.

Abrió la puerta por completo y me hizo señas para entrar. Entré y encontré con un local lleno de humo de pipas de opio y varios hombres que estaban sentados fumándoselas y hablando. También había unas cuantas mesas con hombres jugando a juegos del azar. Al fondo había otro asiático que servía bebidas detrás de una barra.

–Acompáñeme–me indicó el hombre que me abrió la puerta.

Lo seguí atravesando todo el local y llegamos a una puerta, la abrió, bajamos las escaleras que estaban justo después de la puerta y llegamos a una habitación en la que estaban tres hombres sentados alrededor de una mesa redonda y una silla vacía.

El hombre asiático se despidió de mí y se fue. Los tres hombres se giraron y me miraron.

–¡Carterista! ¡Has llegado!– dijo Giovanni Galini, jefe de la mafia italiana.

Sonreí cálidamente y tomé el asiento que me tenían reservado.

–¿Mustang te envía otra vez a ti en vez de venir él?–preguntó Artem Korsakov mientras tomaba un sorbo de su bebida, jefe de la mafia rusa.

–Mejor que venga ella a Mustang, con él es imposible hablar, Carterista es más razonable....–dijo Liu Cheng, jefe de la mafia china.

Eso es, estoy reunida con los jefes de las tres mafias más importantes, esto es lo que se conoce como la triada.

Estas tres organizaciones decidieron hacer un pacto porque el que se repartieron el territorio para no entrar en conflicto, y nosotros Los Estafadores, nos añadimos al pacto, por ser otra organización criminal con bastante peso en esta ciudad. De esta forma no hay malos rollos entre ninguno de nosotros ya que cada uno se encarga de sus cosas sin interponerse en los objetivos del otro.

La CarteristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora