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– Por favor no dudes en apoyarte en mí, no intentes hacerte el machito porque te vas a joder la pierna entera.–le dije a Mustang mientras avanzábamos por la calle. 

Él iba agarrándose a la pared y cojeando con mucha dificultad. 

Salimos de casa de Ángel cuando no había nadie, y quizás haya sido muy mala idea, Mustang está herido, yo voy con mi rostro al descubierto, no tenemos ningún medio de transporte... todo esto se traduce en que ahora mismo estamos muy vulnerables. Tenemos que llegar a un piso franco nuestro, intentar localizar a Hackie y Tony y ponernos manos a la obra con el plan para acabar con Miri. 

Esto se nos está yendo de las manos, todo esto es tan complicado, ha habido tantos momentos en los que nuestra vida ha estado en peligro. Yo creo que todos estamos muy agotados y heridos, tanto física como mentalmente. No podemos más; es normal que la mayoría de estafadores abandonaran cuando se les dio la opción, lo raro es que hayamos conseguido salir con vida de ahí. 

Cada vez que vamos descubriendo un poquito de información todo me parece mucho más extraño, ¿qué relación puede tener Ángel con Miranda?¿dónde están los narcotraficantes rivales?¿por qué no están  yendo detrás de ella?¿por qué cree Miri que fuimos nosotros quienes desvelamos su paradero para que la secuestraran?

–¡Argh! Eres muy cabezota.-gruñí entre dientes en un callejón. Me acerqué a Mustang , cogí su brazo me lo puse por encima de los hombros.– Venga, apoyate en mí, así iremos más rápido. 

Mi jefe a regañadientes se apoyó en mi fuimos avanzando a un paso más rápido. 

–Estamos muy lejos del piso franco más cercano, vamos a tardar mucho si vamos andando y a este ritmo. –gruñó Mustang mordiéndose el labio a cada paso que daba por el dolor que le ocasionaba la herida de la pierna. 

–¿Y qué quieres que hagamos? No tenemos otro método, ¿quieres coger el metro? estamos siendo buscados por todas partes.–dije. 

Mustang miró al frente, luego me miró a mí con una sonrisa ladeada. Volvió a mirar al frente, miré dónde estaba mirando. Una moto roja bastante antigua, estacionada en la calle de enfrente. 

Miré a mi jefe, fruncí el ceño. 

–¿Pretendes que robe a plena luz del día una moto que está hecha trizas y que luego nos paseemos por toda la ciudad montada en ella?–pregunté. 

–Vamos Lena mírala, esa moto no la van a echar en falta. Mírala bien, está llena de polvo, ha estado ahí aparcado por lo menos semanas sin que nadie la use. La calle está vacía y nos conocemos de sobra la ciudad como para coger por las calles menos transitadas.–me dijo.–Además el puente de contacto lo hago yo, que sé que estás oxidada en estos labores.–se permitió un poco de sarcasmo en su comentario. 

Miré a ambos lados de la calle, apenas había una mujer paseando al perro, las ventanas de los edificios estaban casi todas cerradas o con las persianas echadas. 

–Esta bien, de pérdidos al río.–dije. 

Mustang y yo avanzamos lo más rápido que pudimos a la moto. 

–Vigila y avísame si viene alguien, yo me encargo. –Mustang se separó de mí y se agachó cerca de la moto. 

Asentí y me puse a mirar hacia todos lados. 

Mustang consiguió hacer el puente de la moto en apenas dos minutos, desde luego que si hubiera tenido que hacerlo yo, hubiera tardado aún más. 

–¿Qué te subes, preciosa? yo conduzco.–dijo subiéndose en la moto con dificultad. 

–¿Estás seguro? ¿no prefieres que conduzca yo?–pregunté. 

La CarteristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora