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–¿Crees que te puedo hacer feliz?–volvió a repetir la pregunta ante mi silencio. 

Esta vez su voz tembló un poco y creo que era del miedo que sentía. Mustang acababa de soltar toda su cabellería, jamás lo había visto entregarse tanto a su parte más sentimental... 

No paro de pensar si es que alguna vez he conocido realmente a este hombre... tantos años a su lado, tantas cosas me ha enseñado... pero no lo conozco realmente. ¿Me da eso miedo? Puede ser, pero ¿por qué debo tener miedo? sea lo que sea que pase de todo esto, ¿qué más da? me iré y no volveré a ver a Mustang nunca más. Él tiene razón con lo que me dijo, ¿por qué privarnos de disfrutar el uno del otro hasta que las cosas se acaben? 

Puedo vivir en el presente, disfrutarlo y cuando se acabe se acabó, me voy y empiezo de nuevo, intentando tener una vida normal; si es que eso es posible. 

Me acerqué y le di un beso. Nuestros labios chocaron entre sí y nos quedamos parados en esa posición, sintiendo la piel caliente y suave de nuestros labios los unos contra los otros. 

De repente estábamos los dos tensos, en esa posición, sin atrevernos a hacer nada. Sin atrevernos a mover el beso a algo mucho más apasionante, pues ahora se trata de un momento de decisiones no de lujuría; pero tampoco sin querer quitarnos pues no queremos indicar rechazo. 

Después de varios segundos me separé yo, para dar una respuesta. 

–Sí, creo que me puedes dar felicidad, por lo menos hasta que me vaya. Tienes razón, no voy a desaprovechar la oportunidad de disfrutarnos.–dije.

Mustang me miraba con una sonrisa, se mordió el labio. Luego puso sus manos en mi cintura y me indicó con un movimiento de cabeza que me pusiera encima suya. 

Eso hice, me puse encima de él, con mis piernas a ambos lados de su cadera. Llevé las manos a su cuello. 

–Soy un poco idiota, pero no te vas a arrepentir de esto, de hecho me echarás de menos cuando te vayas.–dijo con tono burlón. 

Rodé los ojos mientras reía por su comentario. Solo él podía decir algo así. Me rodeó con sus brazos y empujó levamente mi cuerpo contra el suyo, sumándonos en un abrazo. Enterró su rostro en mi pelo y lo escuché suspirar mientras me abrazaba fuertemente. Sonreí y pasé mi mano por su espalda. 

–Es tan raro que no me estés hablando mal o borde. Me quedaba en esta posición para siempre–susurré. Escuché como se reía entre mi pelo. 

–Tengo una reputación de malote jefe que cumplir, además me encanta hacerte de rabiar... asi que no te acostumbres a que sea tierno porque no lo voy a ser.–dijo bajando su mano a mi trasero y apretándolo con fuerza.

Me separé de él y fruncí el ceño. 

–Lo siento.–se encongió de hombros.–Siempre quise hacer eso.–dijo con una sonrisa pillina. 

Sonreí. Y miré sus ojos. Él también miraba a los míos fijamente. Estábamos tan cerca que podía notar lo rápido que le latía el corazón a Mustang. 

Me acerqué y le di un beso, esta vez cuando chocaron nuestros labios, nuestras bocas se abrieron, nuestras lenguas comenzaron a jugar. 

Empecé a notar como mi pulso se aceleraba y como notaba mariposas en el estómago, estaba besando a Mustang... es tan raro que esto esté ocurriendo en la realidad; sin embargo me siento en el lugar correcto. 

Nos separamos, miré hacia sus labios que estaban un poco hinchados por el beso, me mordí el labio. 

–¿Cómo soy tan tonto?–dijo con su voz ronca. Levanté una ceja y me reí. –¿Por qué no hemos hecho esto antes?

La CarteristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora