Estábamos en un restaurante que estaba totalmente vacío y con todas las persianas echadas y puertas cerradas. El interior era agradable, el ambiente olía a humo de vela, el suelo era de madera recién en encerada. En el centro del restaurante había una mesa preparada para nosotros dos.
–El sitio es agradable.–dije mientras miraba como se acercaba el único camarero que había en el local y nos servía vino.
–Sí, sí que lo es, el dueño y yo somos muy buenos amigos.–dijo Ángel.– Vamos a pedir los dos lo que siempre pido por favor Alan.–le dijo al camarero, él asintió y se fue a cocina a dar la comanda.
Ángel eligiendo qué voy a comer yo y sin consultarme... ese comportamiento no es típico de él, antes siempre tenía muy en cuenta mi opinión, pero bueno yo hoy no he venido aquí a comer ni a tener una buena noche, yo he venido aquí a trabajar.
–¿Qué tal estás Ángel? Realmente aún no te he preguntado eso.–dije dándole un sorbo a mi copa de vino.
Él frunció el ceño y luego se cruzó de brazos.
–Te voy a ser sincero, no entiendo nada de lo que estás haciendo. No entiendo que tu organización se haya desmantelado, que seas ahora mismo la persona más buscada de toda la ciudad y el país, que tengas a una persona detrás tuya que quiere acabar contigo y me vengas con que quieres venir a cenar conmigo y ¿me preguntas qué tal estoy?–dijo Ángel.–No sé qué está pasando pero claramente algo estás tramando.–añadió.
Me mordí el labio y jugué con mi copa balanceándola haciendo que el vino se moviera dentro de ella, la dejé sobre la mesa.
–Vale, no me contestes, solo quería ser cortés.–dije. El camarero llegó y dejó platos sobre la mesa.
–Corta el rollo Carterista. ¿De qué coño va todo esto?–dio un golpe en la mesa. El camarero se sobresalto. Lo miré y le hice una seña con la mirada para que se fuera de ahí, regresara a la cocina.
–Lo primero, no sé por qué estás empezando a perder los modales, si estamos los dos aquí muy tranquilos.–Me incliné sobre la mesa y puse los codos.– Lo segundo, no sé cómo puedes ser tan despreciable.–moví mi pie debajo de la mesa y lo coloqué sobre su silla, en sus genitales y apreté levemente como la primera vez que nos conocimos.
Él se tensó pero me miró fijamente.
–¿De qué estás hablando?–dijo.
–No hay que ser un lince para hilarlo todo Ángel, que ya lo sé todo y que después de lo que hayas hecho tengas la cara de venir a decir que estás para ayudarme y no sé cuántas más chorradas.–dije apretando aún más. –Ahora mismo vamos a tener tú y yo una conversación privada, todo el mundo de este restaurante se va a ir y al francotirador que tienes preparado en el edificio de enfrente para cuando salga me meta un tiro en la frente, le vas a dar la orden de irse. Porque te juro por todo lo que más quieras, que si uno de los dos no va a salir vivo de aquí vas a ser tú.–dije seria. Dejé de hacer fuerza con mi pie y lo volví a poner en el suelo.– ¿Quieres saber de qué coño va todo esto? Pues haz lo que he dicho ahora mismo, y no intentes jugármela, porque tú más que nadie sabes quién soy y de lo que soy capaz de hacer.–añadí.
Ángel estaba serio, mirándome desconcertado, enfadado y atemorizado. Cogió su teléfono móvil, marcó un número.
–Puedes irte de tu posición.–dijo al teléfono. Luego chasqueó los dedos, y salieron el camarero y cocinero. –Iros de aquí, gracias.
Los dos se fueron y por fin nos quedamos totalmente a solas. Me levanté.
– Sabes Ángel...– comencé a decir mientras me movía andando por la sala mirando a todos lados intentando percatarme de los detalles o trampas que hubiera preparadas para mí.–La primera vez que te conocí realmente creí que no tenías nada que ver con la vida del crimen, porque eso fue lo me dijiste cuando nos conocimos y yo confiaba en ti.–me detuve. Me di la vuelta para mirarle fijamente.
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La Carterista
ActionOs diría mi nombre pero he tenido tantos que no me vais a reconocer por ninguno de ellos; mi gente me conoce como la Carterista. Me gané ese nombre a los 13 años cuando le robé la cartera a uno de los hombres más peligrosos del mundo, que además...