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Iba en un autobús de línea. He cogido el transporte público a drede. 

Esta mañana me levanté decidida a llevar  a cabo esta operación. A pesar de hacerla en contra de la voluntad de Mustang, he decidio hacerla porque es lo único que se me ocurre para pararle los pies. 

 Llevaba una peluca de media melena de longitud  y flequillo recto de color moreno con unos reflejos caoba al sol, lentillas verdes azuladas y una ropa casual, unos pantalones vaqueros ajustados y una camiseta blanca sencilla también ajustaba que se amoldaba a mi figura. Llevaba unas cadenas de plata en el cuello para adornar un poco. Las manos con anillos plateados. 

El autobús se paró, se abrieron las puertas y me bajé. La luz del sol me azotó la cara, rápidamente me puse las gafas de sol. 

¿Que dónde estoy? En la plaza. Sí en la plaza de la ciudad. Donde le robé la cartera a Mustang. Uno de los sitios más concurridos de toda la ciudad. El sitio perfecto para lo que quiero hacer. 

Me saqué del bolsillo el pinganillo y lo introduje en el oído. 

–¡Buenos días preciosa!–escuché a Hackie decir–He accedido a las cámaras de vigilancia de la plaza, tengo todo el perímetro vigilado. Te estoy viendo y estás muy guapa de blanco.–me dijo. 

Sonreí. Miré a toda la gente intentando encontrar a mi víctima cebo. 

–Muy bien Hackie, si ves al cabrón saboteador avísame. Ahora dime dónde está mi victima cebo.–dije acomodándome el flequillo de la peluca sobre los ojos. 

Para esta operación de meternos en la boca del lobo, hemos elegido una víctima bastante asequible. Estafarle no nos importa tanto porque no es ningún pez gordo y no conseguiremos mucho dinero. Nuestro plan es hacerlo al aire libre, siendo escuchada y vista por la persona que nos interesa, conseguir que se acerque lo sufiente, que crea que tiene la seguridad de tenerme a mí acorralada  y luego acorralarlo nosotros y atraparlo. 

–Tom Roberts está en el puesto de flores–dijo mi compañera. 

Miré hacia el puesto de flores y ahí estaba el hombre bajito y regordete hablando amigablemente con la tendera. 

Tom Roberts es un ricachón entrañable, siempre conocido por su gusto por el arte y el buen comer. Además de ser considerado un as en el mercado de acciones, ahí es donde se gana la vida. Es perfecto para esta operación. 

Comencé a hacerme paso entre la gente para llegar hacia nuestra víctima. 

–¿Dónde está Tony?¿Por qué no está con ella guardándole la espalda?–escuché la voz de Mustang a través del pinganillo. 

–¿Ese es Mustang? ¿Qué coño hace Mustang metiendo sus narices en nuestra operación?–dije. 

–Sí, es el jefe, está aquí conmigo viendolo todo...–dijo Hackie, quería decir algo más pero Mustang no la dejó seguir. 

– Será vuestra operación pero como vuestro jefe tengo derecho a supervisarla. Y aún así no tengo que dar explicaciones sobre nada, estoy aquí porque me sale de los huevos. Ahora contestarme ¿dónde está Tony? ¿por qué no está protegiendo a Carterista?–dijo Mustang. 

Rodé los ojos. Ya veo que esta operación se va a complicar con Mustang husmeando. Supongo que es el precio que tengo que pagar por hacer lo que me da la gana sin tomar en cuenta la opinión de mi jefe. Él hace mucho tiempo que no lleva a cabo ninguna operación, no está acostumbrado a ver cómo trabajamos y nuestros métodos no son los más convencionales. No quiero que empiece a entrar en pánico y me distraiga o mande todo a la mierda.

La CarteristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora