— y bien, — dijo Sergio — ¿de qué querías hablar conmigo?
Estábamos sentados en la mesa del profesor. Ya había terminado la tercera hora y nuestro profesor ya nos había dejado salir al receso.
Me pasé una mano por el pelo castaño, cerré los ojos y suspiré ruidosa mente. No podía hacer eso, no podía contarle a mí amigo que su amor platónico se me había declarado una semana atrás. No iba a causarle un daño a mi mejor amigo, yo no era ese tipo de persona. Lo quería mucho como para hacerlo sufrir de esa manera tan vil y hostil.
— Déjame adivinar — dijo — ¿se trata de Carlos?
Suspiré.
Ya no tenía nada con que evadir el tema, incliné la cabeza hacia la derecha y luego miré hacia la puerta. Afuera, el sol brillante se asomaba entre las montañas que rodeaban al viejo pueblo de Antón Ville. Me hubiese quedado mirándo más tiempo hacia allá, pero pasó un pequeño pájaro y rompió el momento.
Me miré los dedos, ojalá encontrara las palabras para no romperle tanto el corazón y que el enojo le pasara de un momento rápido pero no iba a pasar, lo conocía perfectamente como para pensar en eso. Era como creer en Santa Claus.
Me puse de píe, lista para hablar. Justo en ese momento la puerta se abrió. Carlos Tomson estaba de píe en el umbral de la puerta, sus ojos nos miraban fijamente. Me quedé con la boca abierta.
— Carlos.
Sergio se puso de píe, empujando la silla contra la pizarra. Miré a Carlos, fulimnandolo con la mirada.
— Sergio — Carlos bajó la mirada, se rascó el puente de la nariz a y prosiguió— sólo quería ver si podíamos ir allá abajo. Necesito contarte algo.
Sergio me miró, como si necesitara mi permiso. Me quedé quieta, esperando a que mi amigo se fuera sin que yo le dijera nada, pero como no pareció reaccionar, asentí con la cabeza.
— Carlos — dije, en cuanto Sergio se puso de píe — Quiero hablar a solas contigo.
Sergio ya estaba en la puerta.
— Claro, Suzanne — dijo Carlos, se dirigió de mí hacia Sergio — oye, ¿puedes esperarme afuera?
Sergio asintió con la cabeza y luego salió del salón de clases. La puerta se cerró tras él, me quedé en silencio, al lado de Carlos. Una vez solos me volví hacia él.
— Carlos..
— ¿Para qué quieres hablar?, Quizás sea para que te perdone por haberme lanzado hacia la piscina de Melissa Coul la semana pasada.
— No tengo por que pedirte perdón — no lo miraba a los ojos, solo miraba a las butacas.
— Oye, es obvio que tienes que pedirme perdón.
— Tú fuiste quien intentó besarme en los labios, yo sólo me defendía. No tengo la culpa de que no tengas equilibrio.
— Mejor cállate y dime de que quieres hablar conmigo.
— Es sobre Sergio, ¿Qué te traes con él?
Se volvió hacia mí. Su rostro pálido brilló bajo la luz de las bombillas eléctricas sobre su cabeza.
— Qué te importa.
— Dímelo, porque sí sale lastimado te las verás conmigo.
Le señalé con mi dedo índice, de repente, me agarró por la muñeca y me miró fulminante. Sus ojos brillaron debilmente. Puso mi mano sobre su pecho.
— Bésame — dijo, ejerciendo fuerza sobre mi mano.
— Estás loco, déjame ir. ¡Ayuda!
Le dí una fuerte bofetada, dió un paso atrás y por poco caía pero se agarró al marco interior de la ventana.
— Ésto no se va a quedar así, me las vas a pagar.
Se incorporó y se empezó a balancear sobre mí, cuando decidió caminar hacia la puerta. En cuanto la abrió se giró hacia mí; la piel de su mejilla estaba colorada por el golpe. Me lanzó una mirada amedrentadora y luego salió del salón.
Esperé a que se marcharan, agarré mi mochila y salí del salón. Bajé hasta el último piso y salí al aparcamiento. Me disponía a caminar hacia mi bicicleta, cuando escuché como alguien gritaba mi nombre. Me dí la vuelta pero no ví a nadie, se dejó escuchar el motor de dos motocicletas. Unos dedos se cerraron alrededor de mi brazo derecho y tiraron de mí hacia ese mismo lado. Ambas motocicletas me pasaron por los lados, un chico me agarraba de los hombros.
Era más alto que yo, sus ojos eran de un verde color esmeralda, sus cabellos eran de un castaño obscuro. Sus dedos, dios, sus dedos acarician la piel desnuda de mis brazos. Mis labios estaban muy cerca de su clavícula, en ese momento, el tiempo parecía haberse ido más lento. Podía escuchar el latido de mi corazón, latía rítmica mente con el movimiento de mis párpados.
— Gracias...— dije, en voz baja.
— Perdón el doble sentido, pero, ¿estás bien?
— Sí, — me solté de su mano — gracias por salvarme.
— No fue nada, sólo ten cuidado.
— Está bien — me alejé un poco de él.
En la puerta de la escuela, Sergio y Carlos me esperaban. Se veían preocupados, Sergio me abrazó y las lágrimas salieron de mís ojos. Mis puños acabaron sobre su pecho plano, sus enormes brazos cruzaron por mi espalda fina y delineada.
— Todo está bién.
— Amor — dijo Carlos, sentí como agarraba la mano de Sergio.
Así que ahora eran novios.
— Quiero ir adentro — dije, pasando entre ellos.
Me dí la vuelta, el muchacho que me había salvado aún seguía ahí de pie, sus ojos me miraban con atención. Cómo si fuese a tener otro accidente. Me mordí el labio inferior y seguí con mi camino hacia la siguiente clase.
Me metí en el baño de señoritas. Me apoyé contra la puerta metálica, me deslicé hasta acabar sentada sobre el vitropiso. Acababa de librar a la muerte, ese tipo me salvó la vida, ese terriblemente guapo chico. Me tallé las lágrimas y me lavé la cara, salí del baño y me dirigí a clase.
ESTÁS LEYENDO
Almas De Mortales ( Completa ) ©®
ParanormalCuando Suzanne Prescott sufre un leve accidente en la preparatoria, se encuentra con los cálidos ojos verdes de Caleb. Desde ese momento, ella se obsesiona con él. El encuentro con Oliver Leal está apunto de revelarlo todo. Hay una terrible ola de...