A la mañana siguiente. Después de una muy corta discusión con mi madre, bajé a recibir a mí primo Maxwell; un muchacho bastante alto, para tener diecisiete años. Sus cabellos eran de un rubio castaño que casi parecía marrón, sus ojos azul cobalto brillaban con fuerza mientras me miraba, apoyado de espaldas contra la puerta principal de la casa.
— Hey — Max me pasó unos dedos frente a los ojos — tenemos que irnos.
Mierda, no sé en qué rayos estaba pensando en aquel momento. Me tallé los ojos y le lancé una de mís mejores sonrisas. Mis ojos brillaron con mucha fuerza y mis manos subieron hasta mís caderas. Me había puesto una falda marrón rojizo que me cubría hasta la mitad de las piernas, la blusa gris de rayas negras me quedaba algo grande así que le tenia que agarrar con unos dos o tres pasadores para el pelo. No me gustaba usar esa clase de ropa.
— Hace frío afuera — dijo mí madre, entrando en el vestíbulo.
— Tiene razón — Maxwell me dedicó una de sus mejores sonrisas — puedes ir arriba, quizá ponerte unos jeans y una sudadera, para cubrirte del frío.
— Claro — le dije, mientras subía las escaleras, hacia mí recámara.
De hecho, como los suelos de la casa eran de madera, pude escuchar la plática entre mí madre y mí primo.
— No entiendo — dijo Maxwell — lo que ese muchacho, quiero decir...No entiendo para que quiere a Suzanne.
— Ni siquiera yo lo sé, de lo único que estoy segura es que tienes que protegerla, ese tipo viene con mucha fuerza.
— ¿De quién hablan? — era yo quien habló.
Me había puesto unos jeans negros, una sudadera del mismo color y un gorro de lana color gris. Llevaba puestos los auriculares de color blanco, los converse me quedaban algo grandes y la mochila me colgaba de los hombros.
— De la tormenta — dijo mí madre. Seguramente debió haber creído que no había escuchado gran parte de la conversación.
— ¿Tormenta? — pregunté, no iba a desafiar a. Mí madre porque no me dejaría ir a la escuela con tal de estar peleando conmigo.
— Sí, le estaba diciendo a Maxwell que trate de conducir con mucha precaución, nunca se sabe cuando pueda suceder un desastre.
— Exacto — dijo mí primo, casi al instante.
— Bien — susurré — entonces vámonos, no quiero llegar tarde un viernes...Me toca estadísticas, no quiero meterme en problemas.
— Vamos, entonces — Maxwell salió de la casa, lo seguí hasta la puerta. Entonces mi madre me tomó de la mano, me dió la vuelta hacia ella y dijo.
— Trata de volver temprano a casa ésta noche, tengo algo que hablar contigo.
— Claro que sí, mamá...Voy a llegar temprano.
— Eso espero.
Afuera. En el borde de la calle, había una todo terreno color negro, Maxwell estaba apoyado de espaldas contra el guardafango.
Igual que Oliver, la noche anterior.
El cielo estaba de un color gris, era real que se acercaba una tormenta. Pero, Antón Ville ya debía estar acostumbrado a ello...A una tormenta intensa.
...
La escuela preparatoria estaba justo al final de la zona residencial de Antón Ville. Ahí, las calles parecían más un conjunto de víboras, que las viejas y agrietadas calles que me habían visto crecer durante diecisiete años continuos. El cielo estaba nublado, de un gris impresionante que había durado desde la una de la madrugada de ese mismo día.
Los días así eran mis favoritos; eran cuando me ponía los auriculares y escuchaba música country por todas partes. Me gustaba ser más el tipo de chicas que escuchaba música la mayor parte de su tiempo. Eso no quería decir que fuese una ignorante en las clases, no me gustaba faltar a la escuela.
El auto de Maxwell se detuvo a un costado de el enorme edificio. No me había percatado de que siquiera nos hubiésemos acercado, me había quedado sumida en mís pensamientos sobre preocupaciones absurdas. Aquello me volvía paranoica con cualquier cosa, cada vez más estúpida.
— Oye — dijo Maxwell, dedicandome una de sus mejores miradas — Necesito que me acompañes por mi horario de clases, no quiero pasar una vergüenza en el primer día.
— No te preocupes.
— Bien, ahora sí hay que irnos...Tampoco quiero llegar tarde, hay que dar una buena primera impresión.
— Bueno, pero yo debo ir con una maestra.
— Bién.
Bajamos del auto. Agarré mi mochila y empezamos a caminar hacia las enormes puertas de cristal. El viento levantaba las hojas del otoño, las alzaba junto a mi pelo, mis ojos se abrieron con sorpresa cuando ví a ese chico, de píe a unos metros de nosotros. Era quién me había salvado la mañana anterior.
— ¿Qué ocurre?
Maxwell estaba de píe, justo a mí lado, haciendo presión sobre sus caderas, con los puños. El otro muchacho me miraba, sus ojos verdes me decían que era yo a quien buscaba, tonto, ya lo sé...Pero de eso estaba segura, sus ojos me miraban con atención. Lo miré fulminante, ya que había recordado que no me gustaba que me miraran de aquella forma.
— Suzy — Maxwell me agarró de la mano y me llevó hacia el interior del edificio.
— Ese chico...Me salvó la vida, ayer.
— Sí, me enteré por medio de tu madre, ella me dice esas clases de cosas cuando está preocupada por tí, por eso te pido que trates de hacer lo que te dice.
— Y ahí va de nuevo — me volví hacia él — ésto es distinto... Mí mamá cree que me pasará lo mismo que a mí papá.
— ¡Caleb! — gritó una voz detrás de mí.
Me volví hacia atrás y ví cómo una chica corría hacia el muchacho de los ojos verdes. Así que se llamaba Caleb...
— Caleb... Mathew — susurró la chica, acercándose a él. Le dió una fuerte bofetada que sonó por todo el pasillo.
Todos nos quedamos en silencio, observando el espectáculo. Mientras Caleb se iba, llendo hacia las escaleras que llevaban al segundo piso.
— Menudo espectáculo, ¿cierto?
— Es una cruel decepción que hayas presenciado eso, en tu primer día.
— Feliz primer día — dijo.
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Almas De Mortales ( Completa ) ©®
ParanormalCuando Suzanne Prescott sufre un leve accidente en la preparatoria, se encuentra con los cálidos ojos verdes de Caleb. Desde ese momento, ella se obsesiona con él. El encuentro con Oliver Leal está apunto de revelarlo todo. Hay una terrible ola de...