Esa noche; Oliver entró por mí ventana. Al principio pensé en lanzarle una de mis enormes almohadas, pero, el ver que venía en són de paz. Dejé que se acercara a mí. Se sentó sobre el borde de mí cama, sus ojos color azabache me hicieron sentir extraña, cómo si pudiese mirar muy en el interior de mí.
Oliver sacudió la cabeza, agarrando mi mejilla derecha con su enorme mano. Una larga y cálida sonrisa se asomó entre sus labios. Parecía más el tipo de chico que se encargaría de pasar por tí en su coche y no el tipo de jóven que entraría a tal hora de la noche por tu ventana. Eso me gustaba, me gustaba que no fuera como los otros chicos de aquella época.
— Oliver, lamento lo ocurrido hoy en afuera de la cafetería. Te juro que no volverá a...
— Descuida — lanzó una mirada hacia mí pijama — Me gusta mucho tu atuendito ése, parece muy cómodo.
Me sonrojé; solo llevaba unos pequeños shorts de color gris, una bonita blusa blanca y sin mangas, que me quedaba algo grande. Decidí darle más importancia a él porque ese chico se había metido en mi habitación. No era propio de mí recibir visitas a media noche. Oliver inclinó un poco la cabeza hacia la derecha.
— Lo siento mucho, Suzanne — dijo, y se inclinó hacia mí. Su nariz se quedó elevada sobre el puente de mí nariz, podía sentir su cálida y casta respiración sobre mis labios.
— ¿Qué es lo que sientes?, Oliver.
— Él no ser honesto contigo, no me gusta cuando te oculto secretos. Quiero que seas eso que se llama novia, no quiero vivir con el miedo de que cuando te enteres de la verdad, te alejes de mí.
Mi entrecejo se frunció.
— ¿De qué me hablas?
— No me lo vas a creer sí te lo cuento, es muy confuso.
— Por favor — le rogué, acercándome un poco más hacia él. Sentí como mí mano izquierda acariciaba la suya, sus músculos se tensaron bajo su piel pálida. Nuestros dedos estaban entrelazados.
— No hagas ésto — dijo Oliver, con su boca junto a la mía — No me distraigas con tus dulces labios, Suzanne.
No me había dado cuenta que había acabado sobre sus piernas, con las manos alrededor de su nuca fría como el hielo. Sacudió un poco la cabeza y dijo.
— Necesito explicarte unas cuantas cosas, pero no quiero que tu madre nos vaya a escuchar.
— Descuida, mamá ya debe estár dormida — dije. Aunque en realidad no sabía sí era verdad; mí madre era muy enpredecible cuando de la hora de dormir se trataba.
— Eso no es verdad, ella sigue despierta...
— ¿Cómo lo sabes? — pregunté, sacudiendo un poco la cabeza.
Oliver se encogió de hombros, luego se acercó un poco hacia mí, y dijo.
— Sólo ve y asómate.
Mis ojos se detuvieron sobre los suyos, luego me puse de píe y salí de la habitación. En efecto, mí madre estaba despierta, con los brazos cruzados sobre las piernas y mirando fijamente al televisor.
De regreso en mí habitación, pude ver como Oliver había metido unas cuantas almohadas bajo mi vieja colcha. Cómo si yo estuviese bajo aquellas sábanas.
— Mí madre es inteligente — expliqué, cruzando los brazos bajo mí pecho plano.
— Eso lo pondremos a prueba — dijo, dedicandome una de sus mejores miradas.
Se acercó a mí, cruzó la habitación con un movimiento ágil. Apoyó una mano sobre mí mejilla, sentí su nariz sobre la mía. Oliver me pasó una mano por la nuca y me atrajo hacia él. Puse una mano sobre su espalda y lo atraje hacia mí, sellando nuestros labios con un largo beso.
— Vamos — dijo, con sus labios pegados a los míos.
— ¿ A dónde?
— Al lago Becky.
Salimos por una de las muchas madrigueras que recorría mí hogar. La última ruta me hizo caer en los brazos de Oliver. pasé las manos por su nuca y me quedé colgando en sus manos. Pensé en besarlo de nuevo, pero no iba a dejar que sus labios me alejaran de lo que Enserio quería; saber lo que tanto me ocultaba.
Junto al asfalto había una motocicleta. Caminamos hacia ella, la contemplé y tras unos minutos dije.
— Creí que tenías otro vehículo.
— Lo he dejado en casa de Sergio — dijo, estirando una mano hacia mí.
Nos subimos en la motocicleta. Le pasé ambas manos por las estrechas caderas, sentí cómo sus músculos se ponían tensos bajo el tacto de mis dedos. Apoyé la frente en su espalda huesuda y noté el calor de su cuerpo inmaculado.
— Oliver...
— Tenemos que irnos.
Puso en parches el motor, y nos alejamos de la zona residencial. El viento jaló mis cabellos hacia atrás a medida que nos perdiamos entre la noche. El viaje en carretera nos llevó hasta los árboles colindantes con el lago Becky.
Oliver no sé molestó en buscar una buena ruta de acceso al lago; me susurró algo que parecía a “ sujetate a mí, y no te sueltes”, se pasó mis manos aún más sobre sus caderas, y luego seguimos nuestro camino entre los enormes árboles.
Nos detuvimos casi junto al borde del lago, Me pasé las manos por la blusa de color blanco y sin mangas. Me había ido en pijama y el viento ya empezaba a calarme los huesos. Se sentía como si un largo chorro de agua helada me cubriera la sangre dentro de las venas.
Oliver me lanzó una mirada divertida, y me agarró de las manos. Las llemas de sus dedos acariciaron el dorso de mís manos. Sus ojos color azabache miraron mí rostro pálido, y luego dijo:
— Veo qué estás asustada — subió una mano por mí mejilla derecha y me plantó un beso sobre los labios.
Metí los dedos en las caderas de sus pantalones mientras lo acercaba poco a poco hacia mí. Me separé un poco de él y susurré.
— ¿Qué querías contarme?
Abrazó mi cara entre sus manos, mí respiración estaba agitada, al igual que mi corazón.
— Primero: quiero que te quedes conmigo por siempre, segundo: no corras de mí cuando te lo cuente, y tercero: nada de preguntas hasta el final.
— Lo prometo.
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Almas De Mortales ( Completa ) ©®
ParanormalCuando Suzanne Prescott sufre un leve accidente en la preparatoria, se encuentra con los cálidos ojos verdes de Caleb. Desde ese momento, ella se obsesiona con él. El encuentro con Oliver Leal está apunto de revelarlo todo. Hay una terrible ola de...