7. Extraño en la Noche

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Oliver conducía un Dodge Charger, con el tubo de escape roto. Los neumáticos estaban algo bajos, los cristales estaban algo sucios, pero el parabrisas era el único cuyo una gran grieta lo dividía en dos enormes pedazos iguales. Parecía más el tipo de coche que conducía un anciano, que el vehículo de un adolescente.

Oliver, de pie a mi lado sobre la banqueta, puso sus manos en las estrechas caderas, y dijo.

— ¿No te dije que soy un coleccionista de autos clásicos?.

— Creo que no lo habías mencionado — dije, y no pude evitar que una pequeña carcajada me saliera de la boca.

— Pues ya lo sabes, soy un amante de las cosas de la antigüedad. No me gustan mucho las cosas nuevas.

— Cómo el tronco de un árbol...— dije, sin pensarlo dos veces, esperé que Oliver no me hubiese escuchado.

Se volvió hacia mí, sus ojos color berenjena me miraron por un momento, mi comentario le había hecho gracia. Mí muy estúpido y tonto comentario le había hecho gracia, en ese momento solo quise que la tierra me tragase.

— Olvídalo — susurré, mirando hacia el final de la calle, de hecho, estaba por decir algo, cuando ví algo al final de la calle. Mejor dicho, a alguien.

Hubo un momento en el que no definí bien su figura. Pero iba de píe, era alto y delgado, con la enorme gabardina moviéndose por la incipiente furia del viento. La oscuridad no me dejaba verlo con la suficiente claridad para poder verlo bien, pero sabía que aquello era humano.

— Suzanne — cuando Oliver me agarró del brazo, lo miré fulminante. Pero luego me relajé. — es mejor que subas al auto, tengo que llevarte a tu casa.

— ¿Quién es él? — pregunté, mirando a Oliver.

— Quizás sólo sea un padre de familia que ha venido por su hijo o hija. No le deseo mucha importancia, sólo vamos a tu casa.

— Que extraño — dije, lanzando una mirada hacia la persona al final de la calle. Alargué la mano hacia la manija de la puerta y entré.

Oliver rodeó la camioneta, sus pasos eran casi tan torcidos como su sonrisa. Eché una mirada hacia atrás del vehículo, para ver si aquel tipo seguía ahí. Ya no había nadie, se había esfumado.

— Suzanne.

Me asusté. Me giré hacia Oliver, no voy a decir que tenía miedo, por que era mentira. No voy a decir que sentí adrenalina, por que era una mentira. Más bien, me sentía extraña.

— Oliver... — era todo lo que podía decir.

— Vamos a tu casa. Pero...

— Pero, ¿qué?

Se giró hacia mí, me miró mientras levantaba una ceja. Y dijo.

— Tengo que hacer una parada.

...

Entramos en una gasolinera en las afueras de la zona residencial. El área que constituía el lugar, era como una estrella; un punto de luz en medio de la oscuridad, brillando con una fuerza sorprendente entre la mortalidad. Mis ojos apenas podían adaptarse a la oscuridad. 

El Dodge Charger se detuvo justo a la derecha del dispensador de gasolina. El cinturón de seguridad me presionó el pecho.

— Tengo que ir al baño.

— Entonces ve, pero no te vayas a ningún otro lado. — dijo.

— Lo dices como si algo o alguien nos estuviese persiguiendo.

El rostro de Oliver se crispó, un torno aún más triste corrió por sus ojos negros, decidí no tomarle importancia y salí del vehículo. Eché una mirada hacia Oliver, y luego entré en la tienda.

Dentro. Solo había una mujer en la caja, dejó su celular sobre la mesa y me lanzó una mirada y una bonita sonrisa. Caminé hacia el final del pasillo.

El baño de señoritas estaba junto a la bodega de limpieza, me acerqué y abrí la puerta, que soltó un crujido junto a una enorme capa de polvo. Me metí en uno de los cuartitos para hacer mis necesidades.

Al salir. Me miré en el espejo; tenía mucho sueño, había sido una noche bastante larga, había escuela a la mañana siguiente y no podía faltar... Maxwell tenía que ir e integrarse a su nueva escuela. Mis ojos dolían con fuerza y mis brazos estaban calados con un frío inexplicable.

Unos gemidos se escucharon, al final de la habitación. Me lavé las manos, las sequé con una toalla y salí del baño.

Oliver me esperaba afuera, tenía la espalda apoyada contra el guardafango de su vehículo. Con los brazos cruzados sobre el enorme pecho.

— Tardaste mucho — dijo, incorporando su cuerpo.

— Habían dos tipos cociendo en el baño.

Oliver rodeó la camioneta por enfrente.

— ¿Te les uniste? — dijo, el tono de su voz me dijo que lo decía en modo de broma.

— Claro que no — dije, levantando la mirada mientras soltaba una larga carcajada. Abrí la puerta del vehículo y la cerré.

— Fantástico.

— Sí, ahora llévame a casa — le dije.

Él dió un golpe al volante.

— Por supuesto​, señorita.

...

Llegamos a mí casa.

— Gracias por traerme.

— Descuida.

Salí del vehículo y caminé hacia las escaleras del porche de mi casa. Me di la vuelta, él seguía ahí. Cómo si estuviese esperando a que yo entrara a la casa. Lo hice y luego subí a mi recámara.

Para cuándo llegué, y me fijé por la ventana. Oliver ya se había ido. Eso sí que había sido extraño. Me tiré sobre la cama cuando eran las doce en punto, poco a poco mís ojos se cerraron.

Mientras me dejaba hundir en un porfundo y tranquilizador sueño.

Almas De Mortales ( Completa ) ©®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora