~De un sacrificio a una nueva vida~

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El extraño y cerrado lugar se encontraba en penumbras, siendo vagamente iluminado por velas esparcidas al azar. La luz débil materializaba sombras oscuras que se movían sobre el suelo y las paredes como fantasmas acechando a las personas presentes en el lugar. Había dos figuras en el medio... dos cuerpos, uno arrodillado con la cabeza extendida hacia atrás y los ojos cerrados, y otro de pie frente a éste, empuñando con fuerza un arma blanca, sus ojos también se mantenían cerrados. Ambos respiraban con profundidad, relajándose, tal vez meditando y preparándose para lo que seguía.


La luz amarillenta de las débiles llamas resaltaban los cabellos rubios del joven arrodillado en el suelo duro y frío. Al abrir los ojos dejó ver unos orbes azules, completamente dilatados y ausentes. Aun así, en su rostro se marcaba a fuego seguridad y decisión. Todo saldría bien. Solo debía soportar un pequeño sacrificio. Frente a él, el de cabellos rojizos le extendió lo que parecía ser una daga ceremonial.


— ¿Estás seguro de esto? —Preguntó con seriedad, sabiendo que no tendría una respuesta. Aquello no era una decisión fácil, ni tampoco inteligente, pero por más que preguntara o intentara convencer a su amigo, sabía que este ya estaba listo, y nada lo haría retroceder. Para un demonio, aquello era renunciar a su vida, en la cultura demoníaca ese acto, el que Naruto estaba a punto de realizar, era lo más antiguo y más degradante que existía. Pero eso no era de importancia para el rubio. Lo único que consideraba degradante era dejar morir a la persona amada, y él, por supuesto que no estaba dispuesto a que eso sucediera. Amaba a Sasuke, y haría hasta lo imposible para estar a su lado, y si ese era el único medio por el cual podría conseguir su meta, pues al diablo con la ética demoníaca y las leyes...


Con manos firmes, estiró sus brazos y agarró el frío y metálico objeto que Gaara le extendía. Era de plata, con simbología antigua y mágica. No entendía del todo el significado de dichos símbolos, pero era obvio, el propósito de aquella arma como la de cualquiera... era para quitar la vida...


Ya estaba listo. Exteriorizó su aura de demonio, sus orejas, sus garras, sus ojos y las nueve colas tan características de él se hicieron presentes, sofocando el ambiente cerrado de la habitación oscura. Con suma tranquilidad se acostó en el suelo boca arriba extendiendo sus piernas, quedando en el medio de un círculo grabado en el mismo suelo.


Gaara se apartó hacia un rincón, donde una tercera persona permanecía inconsciente y atada en el suelo. Se acercó y acomodo al joven para que quedara bien sentado contra la pared. Poco a poco se había resbalado hacia la izquierda. Lo miró por unos segundos. Era comprensible por qué Naruto se había enamorado tan ciegamente de aquel muchacho. Tenía una piel blanca muy suave, sin marcas ni lunares, era una piel perfecta, y sus cabellos negros resaltaban esa perfección. Los ojos, que eran cubiertos por los párpados, eran negros y profundos. Era alto y delgado, con musculatura sin ser excesiva. Era muy apuesto e inteligente.


Volteó a ver a su mejor amigo con algo de angustia, ciertamente lo extrañaría. Por siglos habían compartido una amistad poderosa, así como Gaara era el testigo de Naruto, éste había sido su testigo por mucho tiempo, hasta que fue elegido como sucesor por los Tres Grandes.


Extrañaría las bromas y la sonrisa del rubio, más aún, extrañaría la compañía y confianza de un amigo, después de todo, Naruto era su único compañero.


No apartó la mirada del cuerpo moreno de su demonio amigo. Naruto había levantado sus manos, agarrando con fuerza el elemento contundente, apuntando hacia abajo. Estaba por hacerlo, iba a terminar con el problema con un solo movimiento.

Demangel [NaruSasu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora