Capítulo 38

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Hace menos de 10 minutos desde que llegue a casa, por alguna extraña razón no he querido subir a mi habitación, sigo en el jardín contemplando las aves que juegan en la pequeña fuente que hay para ellas.

Señorita Ambar, su madrina requiere su presencia. -miro a Amanda y asiento, entro al living, pero no la veo, así que subo a su habitación, pero tampoco esta allí, entonces decido que la busco después, primero dejare mi bolso en mi habitación.

Entro en la habitación y es entonces que la veo allí sentada, mi corazón se detiene un segundo para continuar con su latir de manera más intensa, al notar que sostiene la camisa de Simón entre sus manos. Me mira fijamente y yo hago lo mismo.

¿Cuándo pensabas decirme que ese chico y tú son novio? -la miro y dejo el bolso en un mueble. —él y yo no somos nada.

ah no ¿y esto que es? Si no son nada, que haces con esta camisa.

fue la que me presto, el día que se me rompió el pantalón ¿recuerdas?

eso paso hace mucho tiempo, era hora de que se la hubieses entregado. -pienso lo que voy a decirle antes de responderle. —siempre que se la iba a entregar no lo encontraba.

eres una mentirosa. Tu amiga vino y me dijo que ustedes eran novios. -me quedo mirándola. —¿Qué amiga? -pregunto.

la chica esta que siempre está hablando mucho. -Jazmín, pienso. —entonces si es verdad.

si madrina, Simón y yo éramos novios, pero eso se acabó.

¿y no estaba en tus planes decírmelo? -la miro. -sí, pero no aún. Para que decírtelo si estaba segura de que no duraría. -miento.

¿él se quedó aquí? -pregunta y yo me pongo nerviosa. —no, claro que no. -respondo segura.

Ambar, no me mientas más. Dime ¿se quedo o no aquí?

no, madrina. -respondo. —es tu ultima oportunidad, de decirme la verdad. -dice y tengo miedo de lo que vaya a hacer.

Ambar. ¿se quedo o no? -pregunta una última vez. —si, pero... -no puedo terminar de hablar cuando siento su mano en mi mejilla, pongo mi mano en el lugar del impacto y las lágrimas se hacen presentes en mis ojos, jamás pensé que seria capaz de hacer tal cosa.

no te crié para que a la primera te acuestes con un muerto de hambre, y espero que hayan tenido la delicadeza de cuidarse, porque ten por seguro que no le voy a criar un hijo de un mesero. -sus palabras escuecen en lo más profundo de mi ser, lágrimas caen de mis ojos. —no quiero que lo vuelvas a ver, porque soy capaz de enviarte a un internado. No voy a permitir que manches mi apellido con tus idioteces. -es lo ultimo que dice antes de salir de la habitación con la camisa de Simón entre sus manos.

¿Cómo supo lo que paso entre nosotros? Camino hasta el baño, los cajones están abiertos, sin duda alguna esa fue la manera en cómo se enteró, miro dentro del primer cajón y noto que falta la caja de condones que se le quedo la ultima vez que se quedo aquí. Recuerdo todas las cosas que me dijo y una lágrima rueda lentamente por mi mejilla.

Me giro hacia el espejo y veo un leve morado en mi labio, no se que duele más, si lo que me dijo o el golpe que me dio, nunca en toda mi vida me había golpeado, a pesar de que comportase mal.

Alguien toca mi puerta y yo me sobresalto. —¿Quién? -pregunto.

soy yo, Mónica. -dice y voy a abrir la puerta. —¿Qué te paso? -pregunta cuando me ve.

El Mismo Corazón... (Simbar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora