CAPÍTULO 3: Una mañana llena de verguenza.

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Hoy es mi primer día para mi último año de bachillerato, son las seis de la mañana y me encontraba en la cocina haciendo leche con chocolate. Dina se preparaba en la habitación para ir al trabajo y el abuelo estaba en la sala con su taza de café, frente al televisor. Yo me había preparado para preguntarle acerca del viaje. Caminé hasta la cocina y tomé mi vaso de leche, un pan dulce que mi hermana compra todas las mañanas para el desayuno.

En la televisión hablaban sobre política y leyes que no entendía, ese tema no me interesaba. Puede que sea importante para mi país, pero mi única preocupación era si viviría con mi padre.

–¿Es sobre el viaje? –preguntó apagando el televisor. Él miraba como iba a sentarme justo a su lado. Asentí—. Quires saber lo que pienso. —asumía. Asentí —. Tal vez me ayude. —contestó encogiendo sus hombros.

El abuelo es un hombre muy religioso, muy tranquilo, había estado acostumbrado a la soledad desde que mamá se casó con mi papá, y desde que mi abuela murió. Ha tenido una vida difícil. Desde que la abuela falleció él había quedado desanimado, luego pasó lo de mamá, fueron situaciones que incitaron a que asistiera a terapia desde hace tres años. Dina pretendía que viera a uno también, hasta ahora eso no a ocurrido.

–¿La doctora dijo que estaría bien? –pregunté. Lo único que quería decirle a mi abuelo era que no se vaya, pero necesitaba ese viaje. Ahora lo sabía.

–Dijo que retomara cosas de mi vida que dejé inconclusas. No sé que signifique eso pero... debo intentarlo nena, aunque... si me dices que me necesitas aquí, no me iré. –sujetó mi mano.

¿Sería egoísta? ¿Si le pido que se quede estaría mal? Él tiene el derecho de irse, es un hombre libre, nosotras somos responsabilidad de mi padre.

–Él dijo que se hará cargo de nosotras así que... no hay de que preocuparse, además está Dina y Héctor.

–¿Entonces ya has decidido quedarte con tu papá? –me preguntó asombrado. No podía decirle que no.

–Sí. —mentí. Lo pensó por un minuto. Se hizo un silencio esperanzador, aunque temeroso.

–Debo aceptar que no le tengo confianza. –susurró esbozando una sonrisa–. Pero es su padre y tal vez necesitan tiempo con él. —arrugó su nariz. —aunque creas que no lo merezca.

Odiaba que el abuelo fuera tan sabio al hablar.

–¿Entonces iremos con papá? –preguntó Dina asombrada y a la vez feliz por mí repentina aceptación. Me parecía abrumador desde ya.

Me vestía para el colegio. El uniforme consiste en una  falda con tablones de color vino y cuadros negros, camisa blanca con el símbolo del colegio y la corbata que combina con la falda, medias blancas largas hasta la rodilla y una coleta alta en mi cabeza.

–Quiero que el abuelo esté bien. Así que si para él es necesario tomarse una vacaciones lejos, ayudaré.

–También para nosotras Leah, podemos intentar superarlo. –Ella peinaba su melena rubia en el baño.

–¿Con papá? –dije frunciendo el entrecejo.

–Un comienzo sería perdonarlo. Mamá tal vez no lo perdonaría, pero aceptaría que nosotras sí lo hagamos.

–No comprendo tu forma de pensar sobre eso, en serio. –dije mientras peinaba mi cabello en una coleta. Luego recogí mi celular y mi maleta.

—Ni siquiera sabemos lo que realmente pasó entre ellos. —aseguró nerviosa.

—Y él no se molestó en decirlo. Sólo se marchó.

–¿Viene Héctor a recogerte? –preguntó cambiando de conversación. Héctor y yo siempre vamos juntos al colegio, él siempre pasa por mí.

La única excepción en el mundo, ERES TÚ ✔️[REESCRIBIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora