CAPITULO 20: Algo único.

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Cuando lo ví por primera vez podía asegurar con toda certeza a todos, que Gael Muñoz es completamente un amargado, sumamente arrogante, y alguien que destilaba egocentrismo totalmente con su forma de ser, porque odiaba que sea silencioso y que jamás hablara tanto como Héctor.

Pero luego, en un momento que no estoy totalmente segura, pude saber que no. Tal vez un amargado y arrogante, pero no todo lo demás. Solo sé que nuestras circunstancias nos llevaron hasta aquí, dentro de este auto negro en medio de la noche y si este momento me lo hubieran contado hace tres meses atrás me reiría muy fuerte, porque creería que salir con Gael sólo podría ser por un motivo de alta urgencia, más no porque me daba placer estar aquí, ahora con él.

—Llegamos. —me informa bajando del auto y corriendo hacia mi puerta.

Abrió la puerta para mi.

Aún no sabía donde estábamos, todo estaba oscuro y se oían los autos ir y venir. Gael había estacionado lejos de la carretera, bajo un pequeño árbol. No estábamos lejos de la ciudad, pero habíamos viajado una hora para llegar hasta aquí y yo parecía confiar tanto en él que no tenía miedo a donde nos dirigíamos en medio de la obscuridad.

—¿Qué hacemos aquí? —pregunté frotando mis brazos para calentarme.

Sacó su celular y alumbró el camino, caminamos dos minutos hasta llegar a lo que parecía un mirador. Había una valla con un cartel de <<Prohibido El Paso.>>. Parecía que estábamos en un lugar muy alto pero no, la ciudad se veía pequeña y muy iluminada como luces de navidad, cada casa con un color diferente desde aquí. Había una media luna en el cielo realmente hermosa.

—Bienvenida. —canturreaba tumbándose en el suelo y sentándose, juntando sus pies al pecho.

Me encontré parada junto a él pensando en la posibilidad de sentarme a su lado.

Miré a Gael y luego volví a ver la hermosa vista que estaba ante mis ojos, no era algo que nadie vea desde un mirador de la ciudad con cuatro pisos, pero de cierta forma, era diferente ver todo ahora en su compañía.

—¿Cómo...?

—¿Sé de este lugar? —añade asiendo ademán para que me sentara junto a él, exigiendo mi compañía. Lo hago, me tiro a su lado con lentitud—. La verdad, muchos conocen este lugar, no soy el único, así que no es exactamente un lugar secreto. —sonrió—. Cuando tenía quince años vine por primera vez, me había perdido jugando con unos amigos por aquí, habíamos ido a una fiesta cerca, estábamos ebrios, y cuando llegamos nos dormimos mirando el cielo. Se veía justamente como hoy.

—Es muy lindo. —le aseguro aún con la mirada en él, luego volví mi mirada a la ciudad que aún brillaba— ¿Así que aquí estabas ese día? —pregunté.

El día en que te buscaban, pensé.

—Sí. —contestó en monosílaba.

Nos quedamos en silencio sin más, con el no es incómodo callar, parecía que de esa forma nos comunicábamos. Él es diferente al resto de los que me rodean, pensé. Dina siempre quiere enseñarme que no es bueno que me guarde todo para mí, que sea expresiva, etcétera. Mi abuelo siempre habla de sus historias del pasado y me gusta mucho hablar de como era su juventud, saber que en algún momento no llegó a ser tan infeliz, aunque termina por decirme como vivir. Mi padre vive con la cabeza dentro de su trabajo esperando que acepte la nueva realidad de estar con él, y eso no es sencillo. Ileana tiene sus propios problemas, y suele escuchar los míos, los cuales ahora son parte del pasado, supongo. Héctor intenta todo el tiempo mantenerme animada, como si su vida dependiera de ello. Y luego está Gael, el silencioso.

La única excepción en el mundo, ERES TÚ ✔️[REESCRIBIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora