CAPITULO 8: ¿Somos amigas?

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La casa era grande, se podía ver una linda cocina, la sala estaba pintada de un color blanco pastel. Había una mesa de vidrio con sillas blancas igual a las que había visto mi hermana hace meses en un centro comercial, tenía un sillón más grande que la sala del abuelo. Parecía la casa del sueño de mi hermana.

—¡Vaya! —fue la expresión que salió de la boca de Dina cuando mi padre abrió la puerta de nuestra temporal casa—. Está hermosa, papá.—respondió mi hermana luego de que papá preguntara que nos parecía, ella miraba por todos lados tan entusiasmada.

—¿No habías estado aquí antes?—pregunté en susurro a su lado—. ¿Por qué te emocionas?—acusé. Aunque yo también estaba asombrada, pero intentaba disimular. Tenía que hacerme a la idea de que nos encontrábamos en una casa sin fotografías de mi familia materna, sin vasos absurdos con frases absurdas que emocionen al abuelo, sin una única habitación que compartir con mi hermana. Hablando de habitaciones ¿Cómo serán?

Mi padre entraba y salía por las maletas. Luego las subió hasta el primer piso, no quería ayuda, prefería  hacerlo solo, era lo que nos repetía cada segundo en el camino hasta aquí. Yo intentaba no verme absurda ahí viéndolo todo. Dina estaba parada junto a mí con su boca abierta como una caricatura vieja, emocionada. Nada de esto es como nosotras, o al menos como yo, he vivido en dos casas pequeñas y cómodas, esta se veía grande y me daba miedo que mi hermana al final prefiera esto que la pequeña casa del abuelo, al final Dina es la clase de chica que debería vivir así.

—Sus habitaciones, ya pueden ir a verlas.—hizo una pausa al instante que tiraba de la última maleta gigante y roja de Dina. Cerró la puerta de la entrada—. Las acompaño a conocer sus habitaciones. —tenía una sonrisa en su rostro que demostraba lo confiado que se sentía de lo que veríamos.

¡Había un televisor de cincuenta pulgadas frente a mí¡, en medio de la sala. Asombroso, solo había visto grandes pantallas en los cines. Subimos las escaleras, había un pasillo pequeño que dividía las cuatro habitaciones. Papá señaló hacia la izquierda, guiándonos a las habitaciones. Dina lo seguía y yo iba detrás de ella. En las paredes habían fotos de él pescando, nadando y otras cosas más. No había retratos de nosotras y eso quería decir que estábamos invadiendo otro territorio, pero claro, a mi hermana no le estaba importando aquellos mínimos detalles, que a mí me incomodaban al máximo. Es como si fuéramos antigua carga pesada que acababa de recolectar. Dándonos una segunda oportunidad en su vida.

La habitación de Dina era de color turquesa, y en los bordes de un color oscuro, no sabría decir qué color exacto era. Había un escritorio blanco, tenía bolígrafos en ella y libros qué tal vez él sabía que necesitaba. Su cama estaba cubierta por una sábana de color violeta, el color favorito de Dina.

—Está hermosa. Sabía que me sorprenderías, papá.—lo abrazó y besó su mejilla. Papá sonrió.

Cuando fuimos a revisar cuál sería mi habitación, está me sorprendió muchísimo. Estaba pintada de blanco y unas mariposas negras en la pared dibujadas en una forma sincronizada, no eran tan grandes, pero realmente eran hermosas. Cuando era pequeña amaba las mariposas, él siempre me compraba todo lo que tenía que ver con ello. Estaba asombrada, ni yo recordaba tal cosa. Había un escritorio igual al de mi hermana en una esquina de la habitación cerca de un gran ventanal.

—El escritorio está vacío porque aún no sé qué necesitarás durante la escuela.

Silencio.

—Gracias, papá. En serio. –dijo Dina por mí.

—Espero y estén cómodas. —se hizo un silencio eterno durante su última palabra. En definitiva se estaba esforzando. Lo notaba, pero no podía perdonarlo tan rápido por algo insignificante como las mariposas. Sí, lo perdonaré. Pero ahora no, hoy no y tal vez mañana tampoco, pero lo perdonaré—. Las dejaré solas para que se instalen.

La única excepción en el mundo, ERES TÚ ✔️[REESCRIBIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora