Capítulo IX

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El lunes llegó antes de lo que a Amaia le gustaría y a regañadientes, salió de la cama. Mientras se cepillaba el pelo, recibió un mensaje de Martí, diciéndole que ya estaba en el aeropuerto para coger su vuelo a Londres. Suspiró y le deseó un buen viaje. Lo mejor que les podía pasar ahora era poner kilómetros y un mar de por medio. Se miró al espejo y alcanzó el corrector para tapar las ojeras que casi le llegaban a los pies. No tenía su mejor cara, pero sería suficiente para sobrevivir a la universidad y al día de después. Se enfundó unos pantalones verdes y un top de cuadros y se recogió el pelo en un moño alto. Se despidió de su padre, que estaba desayunando en la cocina con un beso en la mejilla y salió con prisa hacia el metro. Tenía clase de historia a primera hora y no podía llegar tarde.

Aitana se esperaba encontrarse con una Amaia triste, más melancólica y despistada de lo normal, pero le sorprendió lo tranquila que se encontraba cuando atravesó la puerta de la clase del profesor García. Apartó las cosas de la silla a su derecha para que su amiga se sentase a su lado. Amaia le saludó con una sonrisa y se apresuró a sacar el portátil para tomar notas.
—¿Estás bien?—le murmuró Aitana cuando el profesor García entró en el aula.
—Claro, ¿por?—le respondió en el mismo tono de voz.
—Porque Martí se acaba de ir—Aitana alzó una ceja y Amaia se encogió de hombros.
—¿Y qué iba a hacer? ¿Retenerle aquí para siempre? Ya sabíamos que era muy probable que se fuese y no iba a poder hacer nada.
Aitana no pudo responder a su amiga porque la clase había empezado y su amiga no parecía muy por la labor de hablar. Amaia nunca había sido la clase de persona a la que le gusta hablar de sentimientos y supuso que esa era el motivo de su contestación tan seca, que no quería enfrentarse a una conversación sobre cómo le había afectado la marcha de Martí.

Sin embargo, Amaia ya ni pensaba en Martí. Solo se imaginaba los brazos definidos de Alfred bajo la camisa oscura que vestía ese día, y en lo bien que le quedaban los pantalones negros estrechos. Sus dedos acariciaban las teclas del portátil, recordando el tacto de su piel y se mordió el labio, dejando escapar un pequeño suspiro. Sus miradas se cruzaron varias veces a lo largo de la clase, pero ninguno hizo nada que les pudiese delatar. Mientras no le delate su entrepierna... Los vellos del brazo de Amaia se erizaron al recordar su mañana de domingo y deseó que hubiese sido eterna. Y miró a Alfred, imaginándose su próximo encuentro, porque estaba segura de que habría otro.

—Y esto es todo por hoy, nos vemos el próximo día—dijo el profesor García, inclinándose para cerrar la presentación y apagar el ordenador y el proyector. Todos los alumnos se levantaron, incluida Amaia. Se tomó con calma el recoger sus cosas, a pesar de la prisa que le estaba metiendo Aitana. Sintió los ojos de Alfred clavados en ella mientras bajaba las escaleras para salir. Cuando pasó por su lado, los dedos de él rozaron su brazo y ambos sintieron las chispas saltar con el contacto.

Después de la clase de historia, el día se le hizo eterno a Amaia. Al terminar su última hora, se despidió de Aitana rápido y corrió hacia el metro. El conservatorio no estaba en la línea de metro que pasaba por la universidad así que tenía que darse prisa porque el camino era más largo y los trasbordos podían hacerse eternos.

Al salir de la boca de metro, vio a Miriam caminar en dirección a la entrada y aceleró el paso para alcanzarla. Llevaban juntas en clase desde que había empezado en el conservatorio prácticamente y, aunque era un par de años mayor que ella, se llevaban muy bien. Era como su hermana mayor allí y su segunda confidente, después de Aitana. Decidió que sería una buena idea contarle todo lo que había pasado con el profesor García y Martí, no conocía a ninguno de los dos y sería mucho más objetiva y exagerada. O eso creía ella.
—¡Miriam!—le abrazó al verla y la chica le correspondió efusivamente. Al separarse, la sangre dejó de llegarle al cerebro al descubrir quien acompañaba a su amiga—¿Profesor García?

Contradicciones |AU-Almaia|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora