Capítulo XVI

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Amaia suspiró al ver los papeles que acababan de caer sobre su mesa.

—Aprobado raspado, señorita Romero. Pero enhorabuena, por fin ha superado el 3,5 en esta asignatura— el profesor García la miró y su dedo señaló el 5,1 escrito justo encima de su nombre. Amaia alzó una ceja ante su tono desafiante, pero él ya se había alejado de su sitio, repartiendo el resto de los parciales a sus compañeros. Frunció el ceño volviendo al ver la nota, estaba aliviada porque al menos había aprobado, pero también se sentía frustrado porque le había dedicado muchas horas.

—Me ha dado un punto extra por la última pregunta, era más difícil— susurró Aitana acercándose a ella. Amaia miró el examen de Aitana y revisó el suyo para ver qué respuesta tenía ella.

—Pues a mí no me ha dado nada— apretó los labios, con rabia, y Aitana frunció el ceño.

—Pero tienes, exactamente, la misma respuesta que yo— Amaia asintió y volvió a colocar en orden las hojas para dejarlas en la esquina de la mesa. Alzó la mano para que Alfred parase en su mesa al pasar. El profesor García se acercó enseguida y esperó a que hablase.

—¿Podría pasarme por su despacho después de clase, profesor García?— Aitana tuvo que morderse el labio para no reír con el tono duro que había usado Amaia.

—No tengo tiempo después de clase. Puede pasarse por mi despacho a última hora, si le interesa— respondió y volvió a su mesa antes de que Amaia pudiese contestarle.

—¿Qué le pasa?— preguntó Aitana y Amaia se encogió de hombros, tragándose la palabrota que le hubiera gustado responderle.

—Al parecer soy una rompecorazones— hizo una mueca y abrió su portátil para tomar apuntes, aunque no estaba de humor para prestarle demasiada atención— Qué pena que para vengarse tenga que comportarse de manera tan infantil— añadió en un susurro una vez hubo comenzado la clase. A Amaia no le gustaba nada esta situación. Alfred no la había llamado ni enviado ningún mensaje después de irse de su casa el sábado por la mañana y ahora se estaba comportando como un crío ya esde primera hora de la mañana del lunes.

—Pues se ha quedado sin invitación a tu fiesta de cumpleaños— murmuró Aitana y las dos chicas rieron.

Aitana y Amaia permanecieron en silencio el resto de la clase, Amaia no quería meterse en más líos de los necesarios. El profesor García parecía estar vigilándola como un halcón y no se atrevía casi ni a respirar. Al final de la clase, todos los alumnos pasaron por su mesa para devolverle el examen. Amaia salió de clase, pero se paró en la puerta para mirarle por encima de su hombro. Sus miradas se encontraron un breve instante pero él enseguida se dio la vuelta para borrar la pizarra. Amaia sintió un nudo en su garganta, no consideraba que se mereciese esa actitud.

Las siguientes clases del día pasaron demasiado despacio para Amaia, y más aún las horas que pasó en la biblioteca estudiando con Aitana y Roi. A las siete en punto, recogió sus libros con prisa y salió como un resorte del edificio de la biblioteca para dirigirse al despacho del profesor García. Llamó a la puerta y casi ni esperó por su permiso para entrar, cerrando la puerta detrás de ella con un golpe seco.

—Amaia— comenzó Alfred, mirándola por encima de la pantalla de su ordenador y se sacó las gafas, dejándolas junto al teclado­— Tu examen...

—¿Qué le pasa?­— preguntó ella enfadada por el hecho de que él pretendiese que no pasaba nada— Se ve que tenías ganas de ponerle un punto extra a Aitana por la última pregunta, pero a mí no. Qué casualidad que tuviésemos la misma respuesta, ¿no?

­La mandíbula de Alfred se tensó, pero suspiró y buscó su examen entra la montaña de papeles en su mesa.

—¿Qué está intentando decir, señorita Romero?— la miró entregándole el examen.

Contradicciones |AU-Almaia|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora