Amaia miró a Alfred de reojo mientras conducía de vuelta a su casa, observando cómo la luna se reflejaba en el cristal de su reloj. Sus manos sujetaban el volante con decisión y Amaia solo pudo imaginárselas aferradas con tanta fuerza en otro sitio. Tenía tantas ganas de llegar a casa y hacer las cosas de manera... diferente. Sonrió de lado, él no tenía ni idea de nada. Amaia bajó del coche al llegar al porche de su casa y caminó hasta la puerta, sacando las llaves y esperó a que Alfred la alcanzase.
—¿Tienes hambre? Hay bizcocho en la cocina— indicó ella y ambos entraron en la cocina.
—Hm, tiene buena pinta— sonrió él y ella se sentó en una de las banquetas.
—Lo ha hecho mi madre, yo habría quemado la cocina— rio ella, alcanzando unos platos y un cuchillo para servirle y Alfred negó con un suspiro. Tan Amaia como siempre.
—He estado pensando en las vacaciones de verano— comenzó Alfred, bebiendo un poco del vaso de leche que le había servido Amaia. Nunca se es demasiado mayor para un vaso de leche antes de dormir, le había dicho ella. Como si fuésemos a dormir mucho, había pensado él— ¿Vas a ir a algún lado?— preguntó, alzando la vista para encontrarse con ella.
—No creo, mis padres irán a ver a unos primos en Portugal pero a mí no me apetece demasiado— se encogió de hombros y suspiró.
—Podríamos hacer algo juntos, ¿no?— le propuso él y ella casi se atraganta con el trozo de bizcocho. Alfred aguantó la respiración, con miedo a haber sido demasiado directo con ella.
—Bueno, ehm...— Amaia se mordió el labio, como siempre hacía cuando dudaba— Me encantaría— contestó finalmente, frunciendo el ceño.
—¿Pero?— La expresión de Alfred se tensó ante sus gestos y miradas dubitativas.
—¿Cómo se lo explico a mi familia? ¿Qué les digo?— continuó con uno hilo de voz— Si les digo que me voy de viaje con Aitana, me van a pillar porque conocen a sus padres. Y mi hermana no es una opción mejor— Amaia dejó escapar una pequeña carcajada, pensando en lo cotilla que podía llegar a ser Ángela.
—¿Y si decimos la verdad?— preguntó él y ella alzó las cejas, mirándole.
—Mis padres me sacan del país como se enteren que estoy saliendo con mi profesor de historia.
—Bueno, ya hablaremos, ¿vale?— le dedicó una sonrisa tranquilizadora a la chica, que entrelazó sus dedos y besó sus nudillos, asintiendo.
Amaia recogió los platos y vasos y los llevó al fregadero, cuando escuchó los pasos de Alfred aproximarse a ella. Cerró los ojos, respiró profundamente y se dio la vuelta para mirarle.
—¿Te importa lavar tú esto? Siento ser tan mala anfitriona pero... Me acabo de pintar las uñas y se pueden estropear— murmuró ella y agradeció la penumbra que inundaba la estancia para que no se notase su rubor en las mejillas.
—Hm, claro— contestó Alfred, extrañado y Amaia enseguida desapareció tras la puerta.
Amaia caminó hasta el salón y se paró frente al piano de pared negro que había junto al ventanal. Estaba nerviosa, nunca era ella la que llevaba las riendas, pero hoy le apetecía. ¿Por qué? No hacía falta ninguna razón. Comenzó a desvestirse, dejando su ropa en la silla junto al piano y suspiró profundamente antes de ponerse la bata fina negra que descansaba sobre la mesa y sentarse en la banqueta frente al piano. Comenzó a tocar la melodía de la canción sobre la ciudad de las estrellas que tanto le gustaba a Alfred, que tantas veces le había susurrado entre las sábanas. Los dedos le temblaban, estaba nerviosa y con una voz apenas imperceptible empezó a cantar los primeros versos. Alfred enseguida reconoció la canción desde la cocina, se la sabía antes de conocerla, pero nunca había escuchado una versión con una voz tan melodiosa, dulce, evocadora hasta que Amaia se la dedicó. Dejó los vasos y los platos secando y llegó al salón, donde se quedó cerca de Amaia, pero no demasiado. Tenía miedo de romper la magia que estaba creando.
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Contradicciones |AU-Almaia|
FanfictionALTERNATIVE UNIVERSE El profesor García se incorpora como profesor en la universidad, mientras que Amaia vive en un mundo de acordes, sostenidos y bemoles. ¿Qué pasará cuando sus caminos se crucen?