Extra: She's Thunderstorms

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Anoche, gracias a las maravillosas chicas del Busca y Captura me inspiré para escribir algo sobre el profesor García... Y me apetecía subirlo. Es cortito, pero espero que os guste. ¡Nos leemos por Turnedo!


Calor. Eso era lo único que sentía Alfred viendo a Amaia. Sentados uno en frente del otro, el silencio reinaba en el pequeño salón de Alfred. El body rojo que había escogido ella para esa noche no le había dejado indiferente. Se ajustaba en todos los lugares adecuados y tenía el escote perfecto. Mostraba lo justo para volverle loco, aunque ya sabía lo que había debajo. Ningún centímetro de Amaia era ya secreto para él. Y la falda... de cuero negro. Parecía que lo había hecho a propósito. Sus piernas se hacían infinitas bajo ella. Se moría de ganas de deshacerse de las prendas que las cubrían y comenzar a besarlas, desde la punta de los dedos hasta la cadera.

Se levantó para coger otra botella de vino del armario. Con la mirada, siguió todos sus pasos. Sus botines de tacón marcaban el ritmo de su andar, y su trasero se movía con él. Le encantaba su trasero. Tenía la forma perfecta para aferrarse a él cuando ella se ponía sobre él en la cama y tomaba las riendas. Quiso levantarse. Quiso acercarse a ella y hacer desaparecer su falda. Quiso disfrutar de sus piernas y su trasero en su totalidad. Pero no se atrevió. Sabía que la espera tendría su recompensa.

Ella cerró la puerta del armario una vez hubo encontrado la botella de pinot noir que buscaba. Se giró y regresó a su silla, manteniendo la mirada de Alfred. Él había insistido en llevar corbata esa noche y ella tenía que reconocer que no había sido una mala idea. Traje gris oscuro estrecho con camisa blanca y rizos al aire. Los tenía un poco más largos de lo habitual y le encantaban. Así, era más fácil tirar de ellos y guiarle a donde ella quería.

Cuando dejó la botella sobre la mesa, él se quitó la americana, dejando entrever con su camisa las formas definidas de sus brazos. Y cuando empezó a descorchar la botella, los músculos se le marcaron más. Lo único que quería era que sus manos soltasen el sacacorchos y fueran directamente a ella. A atacarla y acariciarla.

El vino seguía corriendo y la tensión entre ellos aumentando. Cuando Amaia hubo terminado su solomillo, miró a Alfred, limpiando la comisura de sus labios con la servilleta de tela. Alfred no quiso seguirle el juego porque sabía que sino los dos acabarían sobre la mesa en cuestión de instantes. Decidió levantarse y aflojó un poco su corbata.

—Voy a por el postre— anunció, llevándose los platos.

—Te ayudo a recoger— Amaia le imitó y cogió las copas ya vacías y la botella. Le siguió hasta la cocina y cuando estaba dejando todo sobre la encimera, sintió unas manos sobre su cintura, apresándola. Y comenzaron los besos. Apartó su melena a un lado y sus labios recorrieron su cuello. Tiró un poco de la manga de su parte de arriba para seguir por la clavícula, mientras sus manos ya se habían perdido bajo su falda.

—Señorita Romero... Es usted toda una indecorosa— susurró con voz ronca contra el lóbulo de su oreja antes de morderlo— ¿Cómo se atreve a presentarse en mi casa sin ropa interior?— continuó el viaje de sus dedos hasta el espacio que había entre sus piernas, obligándola a abrirlas un poco más para tener más espacio— ¿Voy a tener que castigarla?— Amaia se giró entre sus brazos y alzó un poco su barbilla, acariciando la barba incipiente.

—Creí que iba a coger el postre, profesor García— le respondió ella, llevando sus labios a su mandíbula para recorrerla con la lengua.

—Y ya lo tengo, señorita Romero— contestó muy seguro de sí mismo. Sonrió al ver la expresión de desesperación de Amaia cuando uno de sus dedos se hundió en ella y lo sacó antes de que le diese tiempo a emitir ningún sonido. Ella frunció el ceño y él enseguida bajó la cremallera de su falda, que cayo al suelo.

Contradicciones |AU-Almaia|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora