Capítulo XVII

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—¡FELIZ CUMPLEAÑOS, AMAIA!— Aitana casi tira a su amiga al suelo del salto que dio al abrazarla, estrechándola fuertemente entre sus brazos.

—Ay, Aitana, por favor— Amaia se separó un poco y miró a su alrededor, deseando que nadie se hubiese dado cuenta del escándalo que acababa de montar su amiga— No hace falta que se entere todo el mundo— le reprochó y Aitana alzo una ceja. Amaia no pudo evitar reprimir una sonrisa— Muchas gracias, Aitana.

No había visto a su amiga en todo el día, no habían coincidido en ninguna clase y Aitana le había mandado un mensaje para que le esperase a la salida y volviesen juntas a casa. Ella había esperado que fuese otra persona quien le propusiese irse juntos, pero seguía sin dar señales de vida. Ni siquiera se le había visto por los pasillos. Quizás esté enfermo. O evitándome. O haya huido a Sri Lanka para no tener que volver a verme. Después de cenar con sus padres la noche anterior, le había costado mucho conciliar el sueño, y no precisamente por lo mucho que había comido. Se arrepentía de haber sido tan dura con Alfred en su despacho. Al fin y al cabo, puede que solo fuese una equivocación, ¿no?

—No sabía muy bien qué regalarte, pero creo que esto te gustará— Aitana rebuscó en su bolso para sacar un pequeño sobre blanco y se lo tendió a Amaia. Con cuidado de no romper lo que había dentro, lo abrió y cogió la tarjeta en la que Aitana la invitaba a comer a su restaurante favorito— El corazón de alguien se gana con el estómago también— rio Aitana— Podemos ir el sábado a cenar antes de tu fiesta sorpresa no sorpresa— le propuso y Amaia aceptó. Sus amigos le estaban preparando una fiesta sorpresa, pero a Roi se había confundido de grupo de mensajes y preguntó por el que estaba Amaia si podían llevar una piñata gigante de la que caerían pequeñas botellas de alcohol de plástico en vez de chucherías para alegrar la noche y desde entonces habían rebautizado la fiesta como sorpresa no sorpresa.

—No te preocupes, pondré cara de sorprendida al entrar en el local— había dicho Amaia ante las múltiples disculpas de Roi. Aunque no me hará falta fingir mucho si al final a Alfred se le da por aparecer.

—¿Y esto?— preguntó Aitana, señalando la pulsera brillante que llevaba Amaia— ¿Tus padres?— Amaia negó y Aitana la miró confusa.

—Lo han enviado de Londres— contestó Amaia casi en un susurro, mordiéndose el labio, y Aitana enseguida supo quién estaba detrás.

—¿En serio?— le cogió la muñeca para observar mejor los detalles de la pulsera— Qué romántico, ¿no?— Amaia se encogió de hombros, sonrojándose.

—También le he llamado— confesó ella con un murmullo— Y volvió a decirme que me quería, pero no contesté. Tampoco.

Aitana se quedó en silencio, seria, mientras caminaban hacia la salida del edificio.

—No pasa nada, si no le quieres no puedes mentirle— suspiró Aitana y al ver la mirada triste de su amiga, la abrazó de nuevo— No te puedes sentir mal por eso. Es más, creo que eres muy valiente, estás diciendo la verdad— le sonrió y besó su mejilla antes de pararse junto a la puerta— Tengo una clase extra de matemáticas ahora, lo siento por no poder pasar el resto del día contigo.

—No importa, tengo bastantes cosas que hacer— le sonrió Amaia antes de separarse para salir del edificio— ¿Nos vemos mañana?

—Claro, hasta mañana— se despidió Aitana y enseguida desapareció entre los pasillos de la facultad.

Amaia se puso las gafas de sol caminando hacia el metro. Estaría sola esa noche, sus padres estaban de viaje de trabajo y su hermana iba a salir de fiesta con sus amigos y se quedaría a dormir en casa de uno de ellos. Amaia ya había dicho que no le importaba quedarse sola la noche de su cumpleaños, ya lo habían celebrado el día anterior y eso era suficiente para ella, pero se sentía un poco sola allí sentada, en su cocina, con una taza de leche y un trozo de pastel del día anterior. Terminó su merienda y se quedó mirando a la pared sin pensar en nada y poco después se decidió por levantarse y corrió a su habitación a por un archivador. Hacía ya un par de días que no se pasaba por el conservatorio y era un buen día para volver y ponerse al día, si ya le iba mal en la universidad no quería repetir la misma historia con la música. Una vez hubo recogido sus partituras, volvió a bajar y se dirigió a la parada de bus a unos metros de su casa.

Contradicciones |AU-Almaia|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora