—Llega tarde, señorita Romero.
Amaia Romero colocó su bolso en la silla del al lado despacio, sonrojándose al darse cuenta de que todos sus compañeros la estaban mirando. Bajó la vista hacia el teclado de su portátil cuando escuchó las risillas de algunos al ver que el profesor no continuaba la clase.
—L-Lo sé..., yo...— comenzó, tartamudeando. Madre mía, qué horror, pensó Amaia. El profesor García levantó la mano para que dejase de hablar.
—Muy amable por su parte que nos lo quiera explicar, señorita Romero, pero la clase ha de continuar, algunos sí que cumplimos con nuestros horarios. Hablaremos al finalizar.—Amaia se limitó a asentir, con la sangre aún en las mejillas. Pasó uno de sus mechones sueltos detrás de la oreja y se apresuró en comenzar a teclear para que al menos pareciese que estaba atenta a la case.—Bien, los Balcanes se podrían definir, en palabras de Winston Churchill, como el polvorín de Europa. Fueron el casus bellide la Primera Guerra Mundial y en los noventa fueron el escenario de la primera de las que hoy denominamos Nuevas Guerras, con los distintos enfrentamientos entre croatas, serbios...—Amaia intentó seguir atentamente su explicación, pero su mente enseguida desconectó.
Miró a la chica sentada a su lado cuando esta le dio un toque en el hombro para llamar su atención. Aitana, que iba con ella a un par de clases más, se acercó para hablar con ella sin que se enterasen los otros ochenta alumnos en el aula.
—Solo te has perdido la introducción, te puedo dejar mis apuntes si los necesitas—susurró y Amaia le sonrió.
—La verdad es que me vendrían muy bien, me gustaría poder librarme de esta asignatura en mayo y no arrastrarla otra vez.— se sentó bien en la silla de nuevo y fijó su mirada en el profesor junto a la pizarra.El profesor García parecía relajado, sus manos descansaban en los bolsillos de sus pantalones, que parecían ajustársele en los lugares adecuados. Amaia se mordió levemente el labio cuando sus ojos pasearon por su torso, escalando por la peca de su mejilla hasta llegar a sus profundos ojos marrones. Sus cejas tenían la forma perfecta, igual que sus rizos, que le daban un aspecto más informal.
—¿Cómo se llama?— murmuró Amaia y Aitana no pudo evitar soltar una risilla.
—Profesor García— contestó y Amaia asintió, prestando atención al PowerPoint para seguir la clase. Aitana miró de reojo a su amiga y dudó unos segundos antes de preguntar.
—¿Por qué has llegado tarde?
—Me quedé dormida y no oí la alarma. Apenas dormí anoche tampoco— respondió Amaia, volviéndose a morder el labio.
—Ajam... ¿Martí otra vez?— Aitana sonrió de medio lado y le dio un codazo suave.
—Quizás— Amaia se encogió de hombros, pero Aitana ya lo sabía todo.
—Podemos tener una cita doble, Martí, Luis, tú y yo— propuso sin dejar de sonreír, a lo que Amaia respondió encogiendo los hombros de nuevo. Martí y ella aún no tenían nada serio, pero habían comenzado a compartir algo más que mensajes cordiales por WhatsApp hace una semana y Amaia tenía que confesar que le gustaba. Le gustaba mucho. Estaban juntos en un par de clases y la noche anterior él le había pedido quedar por primera vez. Iban a ir a comer juntos después de clase al día siguiente.—Por favor, abrid el manual de la asignatura en la página quince. Podéis acceder a él en el link que he dejado en la plataforma virtual— la voz del profesor volvió a sacarla de su ensoñación. Abrió el link del manual y suspiró al ver el material que tenía que estudiar para el parcial en un par de semanas. Su mirada volvió a pararse en el profesor, que se sacó la chaqueta y la dejó sobre su silla. Amaia se relamió los labios, tragando saliva cuando él cogió su botella de agua y se fijó en como sus labios la rodeaban para beber. Amaia apretó los puños debajo de la mesa, clavándose las uñas y rápidamente se forzó a concentrarse en la página que tenía que leer.
Para concentrarse, decidió que lo mejor era ir tomando notas y cogió un bolígrafo de su estuche y un folio de la carpeta de Aitana. Jugó con el boli entre sus dedos y nada le venía a la mente, tuvo que leer la misma frase cinco veces para enterarse de qué trataba.
El profesor García, por su parte, se sentó en la silla frente a su portátil. Primero, miró a todos sus alumnos para recordar sus caras durante el resto del cuatrimestre, nunca había sido bueno con los nombres, pero sí recordando el aspecto de la gente. Su mirada se detuvo en la chica que había llegado tarde esa mañana. Como era su primera clase, decidió no darle demasiada importancia. Se fijó en su pelo ondulado, con las puntas más claras y en sus piernas, cruzadas una sobre otra. El bolígrafo que sostenía reposaba en sus labios y su mandíbula se tensó cuando lo rodearon. Ahora, fue él quien se mordió el labio al mirar sus piernas, cubiertas por unas medias finas negras y las bambas negras. Cerró con fuerza un momento los ojos, un poco confundido con los pensamientos que no dejaban de asaltarle. Volvió a clavar la mirada en ella y en cómo movía sus piernas, inquieta, aún ocupada leyendo el texto. Se levantó y empujó la silla bajo la mesa.
—Bien, si no habéis entendido algo de lo habéis leído, podéis preguntarme sin problema, por correo o en una tutoría. Para la siguiente clase, me gustaría que comparaseis, en no más de dos páginas, las diferencias entre el papel de Bosnia y el de Serbia en la Guerra de los Balcanes. Continuaremos en la próxima hora con la historia de Europa del Este.
Amaia se apresuró en apuntarlo en la agenda, quería hacerlo bien y empezar a sumar puntos para la nota final. Cogió su bolso para guardar el portátil y el estuche y se levantó dispuesta a irse. Esperaba que el profesor García se olvidase de hablar con ella, pero desde luego no iba a ser así.
—Aún no te vas, ¿no, señorita Romero?— un escalofrío recorrió a Amaia de la cabeza a los pies y se giró, negando inocentemente con la cabeza.
—Claro que no— respondió y apretó un poco la mandíbula al ver su mirada satisfecha. El resto de los alumnos se había ido ya y estaban solos en el aula. Se sentó en el borde de la mesa, cruzando los brazos. Los ojos de Amaia se fijaron por un instante en cómo la camisa de ceñía a sus brazos.
—Has llegado tarde— comenzó y Amaia asintió.
—Llegué tarde— soltó un suspiro casi inaudible, parecía que le estaba desafiando.
—Porque...
—No escuché el despertador— se limitó a decir, al fin y al cabo, era la verdad. Alfred soltó una pequeña risa y miró al suelo.
—Espero que la próxima vez seas más puntual— continuó y ella volvió a asentir.
—Se lo prometo— respondió y se dio la vuelta para marcharse, pero él la detuvo.
—¿Señorita Romero?— Amaia respiró profundamente y se giró.
—Te has perdido la introducción y no he podido presentarme. Soy Alfred García, para ti profesor García— Alfred sonrió y extendió su brazo para apretarle la mano. Ella no dudó en aceptarla.
—Amaia Romero, como ya sabía— le devolvió la sonrisa y Alfred soltó su mano. Amaia se mordió el labio cuando él finalmente se despidió.—Nos vemos mañana, señorita Romero.
¡Hola a todxs! Primero, gracias a todos los que os molestasteis en votar/comentar en la entrada anterior. Sirve de mucho y me da más ganas para seguir escribiendo esta historia. Aquí os dejo el primer capítulo.
De nuevo, no dudéis en comentar o votar si os ha gustado.
¡Nos leemos pronto!
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Contradicciones |AU-Almaia|
FanficALTERNATIVE UNIVERSE El profesor García se incorpora como profesor en la universidad, mientras que Amaia vive en un mundo de acordes, sostenidos y bemoles. ¿Qué pasará cuando sus caminos se crucen?