Capítulo XIX

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102 millones de gracias (los kilómetros entre la Tierra y Marte) por todos vuestros mensajes. Este capítulo es para todxs y cada unx de vosotrxs.


—Hm, ¿y cómo van las cosas con el profesor García?— dejó caer Aitana, cogiendo con los palillos un poco más de sushi. Desde que se había presentado en casa de su amiga hacía un par de horas para arreglarse para su fiesta, la había notado extrañamente callada, con una mirada más melancólica de lo normal. Supuso que se debía a Alfred, llevaba toda la semana extraña, perdida en sus pensamientos. Y su profesor había faltado a la clase del jueves. Sin embargo, había pensado que era mejor idea primero ir a cenar y preparar el terreno para preguntar, aunque se moría de ganas por saber la respuesta. Se decepcionó un poco al ver que su amiga se encogía de hombros.

—No sé, no le veo desde el lunes— contestó con desgana y bebió un poco de su copa de vino.

—Ah, ya, normal, no ha vuelto a clase— Amaia se mordió el labio, sonrojándose al recordar su encuentro en el conservatorio, y dudaba si contárselo a su amiga o no— Porque solo le has visto en clase, ¿verdad?­— Pillada.

—Bueno... Ehm...— Aitana la miró alzando las cejas, esperando una respuesta— Coincidimos después en el conservatorio, toca el trombón y tal— omitió el detalle de que era el hermano de Miriam por si acaso se le ocurría contarle a esta lo que pasaba entre su hermanastro y él.

—¿Y...?

—Puede que nos acostásemos— reconoció Amaia en casi un murmullo, con las mejillas tan rojas como cerezas.

—¡¿QUÉ HICISTEIS QUÉ EN DÓNDE?!— Aitana se llevó las manos a la boca, sorprendida ella misma por el tono tan que había utilizado— Perdón, pero es que... Amaia, por favor. ¿En los baños?— Amaia negó­— Ya solo me jodería que hubiese sido en el piano— Amaia se mantuvo en silencio, mirándola para darle a entender que tenía razón— Madre mía, estás desatada. Pero bueno, al menos ya has cumplido una de tus fantasías sexuales.

—Aitana, por dios, que te va a escuchar todo el restaurante— Amaia miró a los lados, comprobando que nadie las estaba mirando. Decidió que era mejor omitir el detalle de que se había ido nada más terminar la faena, no necesitaba más reproches de los que ella misma se hacía­— Pero no he vuelto a saber de él. Tengo miedo de que le haya pasado algo— O que simplemente haya huido para no tener que volver a verme la cara.

—Quizás está de viaje o en un congreso o en una de esas cosas de profesores, no sé— Aitana intentó tranquilizarla, pero ella misma también tenía miedo de que hubiese desaparecido. De que se hubiera ido sin más, haciendo daño así a su amiga.

Amaia volvió a encogerse de hombros. No le apetecía más hablar sobre Alfred o lo que sea que pasase entre ellos. Se había prometido que iba a celebrar su cumpleaños, que iba a salir, beber y disfrutar sin pensar en él. Y quería cumplirlo a rajatabla.

Aitana y Amaia salieron del restaurante japonés poco después con el estómago lleno. Mejor, porque tengo intención de beber hasta las copas derramadas de Roi. Amaia llevaba toda la tarde preparando su cara de sorpresa y Aitana no podía aguantar la risa al verla. Tenía que mejorar bastante sus dotes de interpretación, pero confiaba en que los invitados estuviesen ya lo suficientemente borrachos como para no darse cuenta de que en realidad Amaia ya lo sabía todo sobre la fiesta.

Salieron del metro, Amaia más despacio que Aitana por su miedo a romperse un tobillo antes de entrar en el local por los tacones que llevaba. Aitana la cogió del brazo y ambas caminaron rumbo al local, riendo y comentando lo que iba a pasar aquella noche.

Contradicciones |AU-Almaia|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora