Epílogo

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Ocho años más tarde...

Unas gotas de sudor recorrían la mejilla y la frente de Amaia. Estaba sentada en la que había sido su cama desde que se había independizado y mudado al centro de Madrid al comenzar su máster. Cuando terminaron la universidad, Aitana y ella decidieron que sus hogares familiares eran demasiado pequeños para dos mujeres con ganas de comerse el mundo. Sin embargo, cuando se trasladaron al pequeño apartamento a medio camino entre la Plaza del Dos de Mayo y la estación de Bilbao se dieron cuenta de que por mucho que les gustase la idea de vivir solas, nunca estaba de más volver al nido a por unas cuantas fiambreras de lasaña y croquetas y a dejar las camisas para planchar.

Y en esas fiambreras de las que ya no podría volver a disfrutar en un tiempo pensaba Amaia observando su armario casi vacío, con los pies sobre la maleta en la que había metido prácticamente sus últimos seis años de vida. Desde los pendientes que le habían regalado Ángela y su novio el día de su graduación hasta la camiseta olvidada de su última relación. Le seguía fascinando como había sido posible que cupiese todo. Casi con resignación, se levantó, cogió su mochila y las dos maletas y fue al saloncito de su acogedor apartamento sin aire acondicionado, donde ya le esperaban Aitana y Roi.

—¿Lo tienes todo?— le preguntó Aitana mientras Roi le ayudaba con una de las maletas— Mira que luego no es como si te lo dejas en casa que puedes ir a por ello al día siguiente, eh. Que te vas muy lejos.
—Que sí, Aiti, está todo controlado— suspiró Amaia, saliendo ya del piso. Aitana cerró la puerta tras ella y los tres montaron en el minúsculo ascensor que les llevaría hasta la calle, donde les esperaba el coche de Roi.
—Madre mía, Amaia, ¿pero qué llevas en esta maleta?— inquirió Roi cuando la asió para meterla en el coche.
—Pues... ¿toda mi vida? ¿Qué te parece?— contestó Amaia en todo irónico y sus amigos negaron. Habían pasado muchos años, pero Amaia seguía siendo la misma.

El trayecto al aeropuerto fue demasiado corto para Amaia. Llevaba meses esperando ese momento, de dejar atrás su vida en España y comenzar otra a muchos kilómetros para dedicarse a lo que había descubierto como su pasión, sin olvidar la música. Y en ese momento le invadieron las dudas y un montón de y si... Al bajar del coche y entrar en la terminal, respiró profundamente. Si a él no le entraron dudas y fue capaz de marcharse, tú también puedes.

Aitana y Roi no se alejaron de ella hasta el control de seguridad. Se habían convertido en sus dos pilares desde hacía un par de años y eran lo que más le costaba dejar atrás.
—Prométeme que haremos Skype al menos una vez a la semana. O cada dos semanas, pero escríbeme mucho. Quiero saber que estás bien— le recordó Aitana, abrazándola por última vez en lo que podría ser mucho tiempo.
—Que sí, no te preocupes— Amaia besó su mejilla y se acercó a Roi— Cuídala, ¿vale?
—Tú preocúpate de cuidar de ti misma, que ya tienes bastante— rio su amigo— Aquí estaremos bien. Y si...— se acercó a su oreja para susurrar— Y si te lo encuentras por allí, dale recuerdos de su alumno favorito.

Amaia le miró alzando las cejas y negó. Con un último abrazo, terminó de despedirse de sus amigos y cruzó los arcos de seguridad justo cuando sonó la megafonía del aeropuerto.

Pasajeros del vuelo IB5821 con destino San Francisco, pueden embarcar por la puerta M12.






Y hasta aquí ha llegado Contradicciones, dejando la ventana abierta con el comienzo de esta nueva etapa en la vida de Amaia. De nuevo, gracias a todxs lxs que me habéis acompañado en este viaje. No hubiese sido igual sin cada comentario, cada voto o cada mensaje. Espero seguiros leyendo en Turnedo (sí, por fin le he encontrado un título a la segunda parte), pronto tendréis más noticias mías 😉

¡Un besazo y nos leemos pronto!

Contradicciones |AU-Almaia|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora