«Capítulo Trece»

1.8K 108 9
                                    

~P.O.V. Lucy.

   Después de salir de la ducha y vestirme, me recosté en la cama de mi habitación, es un lugar hermoso y ni siquiera lo hemos visto. Un suspiro escapo de mis labios.

—¿Sucede algo, Lucy? —Di un respingo al sentir la voz de masculina a mis espaldas.

—¡Dios Thomás, me vas a matar del susto! —Reímos. Volteé hacía su dirección y me senté. —No te vi en la cena de ayer. —Pase mis dedos por mi cabello, despejando mi cara.

—Tener que ser un empleado destacado tiene sus sacrificios. —Sonrió.

—¿No será ya, hora de tú retiro? —Me burle.

—Ja, Ja, muy graciosa. Pero tendrás que esperar para tener a este bombón a tu lado. —Se señalo a el mismo con sus manos.

—Ya quisieras. —Rodeé los ojos. Se sentó a mi lado.

—¿Y? —Alzó una ceja.

—¿Qué? —Desvíe la mirada.

—¿Por qué o quién suspirabas? —Hice una mueca.

—Me siento encerrada. Es un hermoso lugar y ni siquiera puedo salir a recorrerlo. —Me miro extrañado, enarcando una ceja. —Mis padres. —Bufé.

—¿Qué tienen ellos? —Enarco una ceja. Suspire.

—Son un poco sobreprotectores. —Tome una almohada colocándola sobre mi rostro. —A pesar de que es un regalo, no puedo salir sin tener veinte guardias a mis espaldas. —Sentí unas manos arrebatarme la almohada y tomar mi muñeca.

—Ven conmigo. —Lo mire divertida.

—¿A dónde? —Sonrió. —Sabes me das algo de miedo que sonrías así. —Él río ante mi comentario.

—¿Quieres salir de aquí o no? —Asentí cautelosamente. —Vamos entonces.

~♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥~

—No te separes de mí. —Tomó mi mano, yo me limitaba a mirar con asombro todo. Ya había anochecido cuando Thomás me había llevado a lo que parecía una feria. —¿En serio nunca habías venido a una feria? —Negué, observé un puesto con que tenía peluches de diferentes tamaños y formas en los costados, en el centro había tres pirámides de latas.

—¿Va a jugar, señorita? —Un hombre me tendía tres pelotas, Thomás le pago al hombre $500 pesos y este le entregó las pelotas. —Puede votar cualquier pirámide, pero no debe quedar ningún tarro de pie. Aunque mientras más pirámides voté más grande es el premio.

—Bien. —Tomó una de las pelotas e impulsó hacía atrás la mano antes de lanzarla, la pelota se chocó estrepitosamente sobre el centro de una de las pirámides.
Aplaudí emocionada. Él sonreía, aunque se veía realmente concentrado. Tomó la siguiente y repitió la misma acción, el sonido de los tarros estrellándose contra el suelo me emocionó. Solo le quedaba una pirámide más.

—Vamos, tú puedes. —Susurré emocionada. Las manos empezaban a sudarme, y eso que ni siquiera estoy tirando yo. Thomás una vez más redundó los pasos anteriores, la bola impacto contra los tarros derribándolos en su totalidad. Grité de la emoción y lo abracé efusivamente. —¡Ganaste, ganaste! —Celebraba y saltaba cual niña.

Deme ese peluche, por favor. —El hombre le entregó un conejo de color negro fue entregado a Thomás, quién de forma casi inmediata me lo entregó a mí. Sorprendida observé al peluche, era algo muy simple, no era algo costoso, solo era un simple peluche un poco sucio, pero nada que no quitará un lavado, aunque la diferencia estaba en que por alguna razón este conejo tomó un valor especial e importante para mí.

—Lu... ¿Qué... Qué sucede? —Lo miré rápidamente, negué con la cabeza y sonreí. Sentí como mis mejillas se humedecían. —¿No... No te gusto? —Su voz sonaba triste.

—Me encanta. —Me abrazó, a trayéndome hacía él, quedando el conejo entre nosotros. —Es muy bonito... —Susurré.

—¿Quién el peluche o yo? —Lo empujé suavemente y él río, yo me límite a sonreír, paso su brazo por mis hombros. —vamos a por un algodón de azúcar. Estoy seguro de que te gustará. —Asentí feliz.

~♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥~

   Ya nos habíamos subido y mirado a algunas atracciones, y estábamos a punto de irnos, cuando observé la gran rueda de la fortuna, tengo que subirme a eso.

—Tommy. —él dirigió su mirada hacía mí. —Quiero subirme a la rueda de la fortuna. —Él volteó y en su mirada se notaba inquieta, hasta nerviosa.

—Yo... Eh... Yo... —Los titubeos en su voz me hicieron mirarlo.

—¿Por favor? Si... —Insistí. —¿O te da miedo? —Dije de manera burlesca. —Pero si te da miedo, pode...

—¡No! Claro que no. —Me interrumpió. Sonreí disimuladamente. —Pero creo que después de las tacitas giratorias, quede algo mareado. —Entre cerré los mis ojos mirándolo acusadoramente.

—Tonterías eso apenas giraba. —Hice un ademán con mi mano y jalé de su brazo. —Vamos no seas gallina y sube conmigo.

   Pagamos los boletos a una señora, al subirnos al cubículo un hombre nos aseguró la puerta y esta inmediatamente se puso en marcha. Era sumamente emocionante la verdad, nunca me había subido, pero no puedo decir lo mismo de Thomás, él parecía una gelatina y que en cualquier momento se desmayaría del pánico y terror, que delataba en sus ojos. Creo que fue una pésima idea obligarlo a subir.

Thomás... —Lo llamé casi en un susurro, temiendo alterarlo o peor. Él con algo de dificultad apartó sus ojos del suelo, que se encontraba a unos pocos metros de distancia entre nosotros.

—¿Si... Lu? —Con cuidado deslicé mi mano hasta tomar la suya y la sujeté entre las mías.

—Lo siento, no debí forzarte a subir conmigo, es todo nuevo para mí, lo siento mucho. —Bajé la mirada avergonzada. — Esta claro que no te gustan las alturas.

—No... No te preocupes. —Trato de sonreír, aunque su mirada continuaba intranquila, cerro los ojos por unos segundos. —Para un niño de diez años, no es fácil ver como su padre cae desde un edificio, no es algo que se olvide con facilidad. —Suspiró. —Los psicólogos dicen que desde entonces tengo vértigo y es algo que superaré con el tiempo. —Río amargamente. —Pero ya ves, aún me pongo de los nervios, solo con algunos metros sobre el suelo.

—Lo siento, yo no... —Dios, quiero que me tragué la tierra en este instante.

—No... Es tu culpa, pero ahora me siento más tranquilo. —Lo abracé.

~♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥~

   Con dificultad entramos sin que el personal nos reconociera, al parecer había un alboroto ya, por lo que rápidamente aprovechamos la instancia y subimos por las escaleras de emergencia. Despacio y con cuidado abrí la puerta de mi habitación entrando ambos en ella.

—Me divertí mucho. —Sonreí, mantenía el conejo negro entre mis brazos.

—Yo también. —Se acercó a mi rostro y beso mi mejilla, pronto la sensación de que mi cara ardía me invadió. Su rostro se encontraba muy cerca del mío, esto es incómodo.

Creo que será mejor que valla a dormir. —Retrocedí unos pasos manteniendo una distancia prudente entre ambos, jalé la manilla de la puerta, abriéndola.

—Si, supongo que ya paso tu hora de dormir niña. —Con su mano derecha revolvió mi cabello, rodeé los ojos.

—Lo que tu digas, abuelo.—Con mi dedo índice y colocándome de puntillas, empuje su frente, sacándolofuera de mi habitación. —Adiós. —y cerré la puerta, mordí mi labio inferiortratando de reprimir la sonrisa que se instalaba en mis labios, neguédivertida, me divertí mucho. Me dirigí hasta la cama y deje alpeluche sobre ella, mientras tome mi pijama y caminé hasta el baño, necesitouna ducha.

Atracción Pecaminosa | Completa✅ | En Edición✍🏻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora