«Capítulo Quince»

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~P.O.V. Jhonnatan.

   La pesada sensación de perdida se instalada en mi pecho, me encontraba frustrado y la preocupación me mataba. Habíamos llegado al hotel con las manos vacías. La policía nos ordenó regresar al hotel cuando el reloj dio las tres de la madrugada para la mañana, recomendándonos ir a descansar al hotel y mantener los teléfonos encendidos para mantenernos informados en caso de alguna manera, pero ¿Quién me asegura que ella esté bien? Me siento un inútil, solo unos pocos días juntos y mucha mierda ha pasado como para agregar otras más a la lista. ¡Maldición! De la impotencia acumulada que tenía arrojé un vaso de vidrio, que minutos antes descansaba sobre mi mano, el vaso se estrelló quebrándose ensordecedoramente en la puerta de mi habitación, derramando el líquido que aún contenía en él, dejando un olor a alcohol en el cuarto.

—¡Maldita sea! —Me senté sobre la cama, mis manos cubrieron mi rostro, ¿Dónde estás?

—Pero que desastre. —Lo que faltaba. Suspire.—Tendré que llamar a los de la limpieza. —El sonido de los tacones sobre la habitación retumbaba en mis oídos, segundos después Miranda estaba hablando por el teléfono de la habitación.—Disculpen, necesitamos que alguien venga a limpiar. —Silencio.—Si, lo que paso es que hubo un pequeño accidente con un vaso. —Negó con su cabeza.— No, nadie está herido, solo se cayó y es un desastre, por favor cárguelo a la cuenta, debido a mi descuido. Gracias. —Colgó.

—¿Qué haces aquí? —Estaba cansado y mi voz era anodina, recosté mi cuerpo sobre la cama y mis ojos se encontraban ahora cubiertos por mi brazo.

—Tú madre y yo estamos preocupados por ti. No parecías nada bien desde la noticia.

—¿Y qué esperabas, que estuviera saltando de alegría? —Era increíble que estuviera jugando al papel de novia preocupada.

—No, pero ¿no crees que es algo excesivo? —Quité mi brazo y me volví a sentar.—Digo, ella ya está algo grandecita para que la estén sobre protegiendo de esa manera, ¿no lo crees? —Froté mis dedos sobre el tabique de mi nariz, procesando la estupidez que acabo de escuchar.

—Es mi prima, está desaparecida, nadie sabe dónde puede estar o con quién, ¿Cómo quieres no se preocupen todos? —Arquea una ceja mirándome incrédula, como si no diera crédito a lo que le acabo de decir.

—Es una adolescente, ¿no crees que ya era hora de que se comportara como una? —Suspiré, ya no tenía cabeza para seguir discutir con Miranda, me levanté y dirigí a la puerta abriéndola.

—Si ya terminaste, te puedes retirar. Dile a mi madre que estoy bien solo no me molesten. —Me voltea a mirar, apretó sus labios y su mirada era seria, vacía, aunque no dijo nada, dirigió sus pasos hacía la salida.

—Buenas noches, Jhonnatan. —Se acercó a mi antes de retirarse de la habitación y beso mi mejilla.

—Adiós, Miranda. —Cerré la puerta, cuando ella se retiró.

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   No lograba conciliar el sueño, por más vueltas que daba sobre la cama no lograba dormir, sentía una leve presión en mi pecho. Volví a marcar el número, pero tal como las veces anteriores el teléfono sonaba apagado.

—El número que usted a marca... —Corte la llamada mis ojos hinchados y cansados por las lágrimas, mis nudillos dolían por la presión ejercida en ellos. Mis ojos escocían y mi desesperación no hacía más que aumentar con cada minuto que pasaba. Era una verdadera angustia y esta machacaba a cada segundo mi pecho.

   Volví a marcar una vez más con la esperanza de que ella contestara el teléfono, solo necesitaba escuchar su voz y saber que estaba bien.
   Después de unos cuantos pitidos, volvió a saltar el mensaje de voz, pero quedo en segundo plano cuando por fue de la habitación se escuchó un golpe y susurros.
Al no ser los únicos residiendo en el hotel no es extraño que allá más personas paseándose, aunque por la hora supongo que es alguien pasado de copas. La curiosidad me invadió al escuchar una de las puertas abrirse me levanté de la cama y me dirigí a la puerta, dispuesto a investigar de donde provenían aquellos ruidos, el pasillo del corredor estaba iluminado y vacío, no había rastro de las voces y risas que se escuchaban segundos antes. Pero antes de volver a cerrar la puerta de mi habitación, me sorprendí al ver como la puerta de la habitación de Lucy, se encontraba entreabierta, sorprendido y dispuesto a salir de mi habitación para revisar a que se debía, mi cuerpo quedo estático y los vellos de mis brazos se erizaron al escuchar un par de voces que reconocía muy bien.

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