«Capítulo Final»

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~P.O.V. Lucy.

   El día de la gran boda de los Hatson se celebraría hoy.
   Estuvimos desde muy temprano preparándonos, debido a que la boda se realizaría a medio día. Mientras la estilista nos arreglaba a mi madre y a mí, mi cabeza no paraba de pensar en todo lo que ocurriría.
   Mis ojos se encontraban ligeramente hinchados. Era difícil saber todo lo que ocurrirá este día y, como casi de una forma masoquista estoy siendo la dama de honor de la boda de Miranda y Jhonnatan. Pero que sin opción debo presenciar cada momento.
   En mi interior solo espero que esto termine lo antes posible.

—Este día será uno de los más memorables, ¿No lo crees, Lucy? —Mi madre radiante, mantenía su rostro serio.

—Claro que sí, madre. —De una forma casi monótona respondí.

   Una vez listas, nos subimos al auto que nos llevaría hasta la iglesia.
   El camino hacía allí fue en completo silencio, algo común entre nosotros. En menos de treinta minutos habíamos llegado al lugar.

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   Las grandes puertas color caoba nos recibían en la entrada. Todo estaba muy bien decorado, lienzos rojos y blancos colgaban el techo, junto con una alfombra roja para recibir a la novia, la novia perfecta; Miranda.
   Celia, la organizadora, me llevo junto a las otras damas de honor, formándonos en una línea antes de ingresar, entregándonos a cada una un ramo de rosas, entraríamos minutos antes, para dar la apertura de la boda.
   Mis padres entraron a ubicarse en sus puestos, junto a mis tíos. Peter quién a penas me vio, me abrazó, besando mi mejilla y regalándome una sonrisa.

—Todo saldrá bien, Lucy. —Susurro, dándome un ligero apretón de manos e ingreso a la iglesia.

—Bien señoritas, la novia ya está casi por llegar, así que comenzaremos.

   Al atravesar el umbral de la entrada, todo comenzó a ir en cámara lenta a mi alrededor, fijando la vista hacía el altar, lo vi, Jhonnatan lucía muy guapo e impecable con su traje azul.

Solo por un instante estábamos sólo él y yo...
Por un instante creí ser yo la se casaría este día...
Por instante creí ser yo la novia...

   Pero nada de eso pasaría el día de hoy. Eso lo sabía muy bien. Sabía lo que pasaría desde que ella hiciera su entrada.
   Volviendo de mi ensoñación, doble a la izquierda en nuestra posición. La música comenzó a sonar, dando la señal de que la novia estaba por comenzar su caminar hacía el altar.
Miranda, escoltada por su hermano, Christian Tucker, se veían realmente implacables. El hermoso vestido entallado a su figura se veía perfecto en ella. El pelirrojo beso su mejilla dejando a su hermana al cuidado, de ahora su futuro esposo, Jhonnatan, quien la recibió y puso a su lado tomando su mano.
   Las náuseas comenzaron a fluir por mi sistema digestivo, realmente todo esto me está afectado, no creí que me sentiría así en este momento, trate de disimular mi malestar, sin embargo, Peter fue el primero en notar mi estado y lucha por no vomitar ahí mismo.

—Lucy si no te sientes bien te acompaño a fuera. —A pesar de susurrar todo aquello, debido a que la ceremonia había comenzado, mi madre volteo a verme.

—Estas pálida, Lucy.

—Tía llevare a Lucy a que tome algo de aire, seguro son los nervios. —No muy convencida asintió, aunque yo ya estaba levantándome discretamente y yendo hacia el baño más cercano.

Encontrando el dichoso baño me encerré en él y dejé salir todo mis "nervios" por el retrete. Peter que aún me esperaba fuera del baño se acercó a mí de inmediato.

—¿Estas mejor? —Asentí sin fuerzas para hablar. Sonrío.— Al menos no arruinaste el vestido. Bien debemos apresurarnos, lo mejor está por continuar. —Jalo mi mano guiándonos por el pasillo que antes habíamos recorrido.

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   Las lágrimas no habían parado de brotar de mis mejillas nuevamente, el dolor que pensé que sentiría no era nada comparado con el que en realidad estaba sintiendo en este momento. Mis maletas y pasaporte estaban en mis manos, caminaba a paso apresurado, el avión pronto despegaría, con el dorso de mi mano, limpie mis lágrimas, debía dejar de ser tan sentimental y concentrarme en mi nuevo futuro. Dejaría todo atrás como lo había decidido tiempo atrás, me alejaría de Estados Unidos, por un largo tiempo, no soportaría tener que volver a ver, por mucho que me doliera, a estas dos personas. Tendría un nuevo comienzo, empezando desde cero.
Entregue mi pasaporte y boleto de vuelo a la azafata para que lo timbraran, marcando mi destino de llegada.

—Que disfrute su vuelo. —Amablemente me sonrió aquella mujer, le sonreí de vuelta. Gracias a los lentes de sol nadie podía notar mis ojos, los cuales seguramente se encontraban enrojecidos.

—Gracias. —Camine por el pasillo, abordando el avión. Una vez despegando, me di cuenta de que mi corazón no había parado de golpear frenéticamente mi pecho. Alejándonos del aeropuerto, viendo todo desde la lejanía y, sin darme cuenta mis ojos decidieron cerrarse durante el viaje.

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   Unos minutos antes de aterrizar en aquel país extranjero, ya me encontraba despierta. Una vez abajo del avión, fui en busca de mi maleta. Mientras esperaba, revise mi nuevo celular, insertando mi nuevo chip. Estaba a punto de tomar mi maleta, cuando una mano me ayudo a sacarla. Elevé la vista de observado al hombre de cabellera castaña, sonreí agradecida por su ayuda.

—Gracias, no tenías que hacerlo. —Mi corazón comenzó a cambiar su frecuencia cardíaca a una más rápida. Me ruboricé por aquello.

—Claro que sí, después de todo debes estar cansada por el viaje. —Me envolvió en un abrazo que con mucho gusto acepte. —El vuelo se me hizo eterno. —Susurro sobre mis labios, antes de besarlos, sonreí entre el mismo, había extrañado esto.

—Yo también te extrañe, Jhonnatan.

   Caminamos tomados de la mano, junto a nuestras maletas. A pesar de la tristeza que me provoco dejar a mis padres y familiares atrás, no me arrepiento de haber tomado la decisión de dejarlos, la tomaría una y mil veces. Somos por fin libres de tomar nuestras propias decisiones, sin importar lo que opine el resto. Sin impedimentos, amarnos sin límites.

—¿Alguna vez, te dije lo mucho que te amo? —Aquella pregunta hizo que lo volteara a ver, mientras nos subíamos al vehículo que él conduciría.

—No, creo que no. —Sonreí.

—Pues ahora quiero que sepas, que estoy dispuesto a hacer esto y mucho más por ti. —Unió nuestras frentes.— Te amo, te amaré hasta mi último aliento de vida.

—Yo también te amo y te amaré hasta que mi último aliento de vida. —Coloco en mi dedo anular izquierdo una sortija con su nombre grabado en ella, en consiguiente tome su mano y repetí su acción.

Un beso fue el último sello de nuestro pacto.

Nuestro nuevo comienzo, empieza hoy en Italia...

Atracción Pecaminosa | Completa✅ | En Edición✍🏻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora