-¿a donde vas a llevarme?- preguntó sentándose de copiloto.
-Te llevaré a casa.- respondí abrochando mi cinturón de seguridad.
-¿a tu casa?
-¿quieres que te lleve a mi casa?- quise saber.
-Sería un secuestro si me llevas a tu casa.- comentó entre risas.
-No si quieres ir.- respondí.
-¿quieres que vaya?- se hizo el sorprendido.
-¿A qué estás jugando Salvatore?- lo miré ahora.
-Yo no estoy jugando Sam.- me miró también.
Lo ignoré por el resto del viaje, poniendo toda mi atención en el manejo del vehículo. Miré de reojo a Ian cuando quedaba poco por llegar, tenía la mirada fija en sus manos. Al sentir el freno de mano intentó orientarse de manera instantánea.
-De igual manera me trajiste a tu casa.- sonrió victorioso.
-¿sabes qué? Estoy bastante cansada como para lidiar contigo. Si quieres entras, si quieres te quedas acá.- cerré la puerta del auto fuerte.
El frío de lo que ya se podría llamar madrugada se hacía presente. Escuché el sonido de la puerta cerrarse tras de mí y presioné la alarma inmediatamente. Pasos apresurados venían hacía mi, quise ignorarlos, pero no dio resultado.
Ian me tomó de la mano sin medir fuerza alguna, mi cuerpo se fue en dirección a la fuerza ejercida y di de frente con el pecho de él.
En cuanto lo miré a los ojos armé una barrera invisible muy alta entre nosotros.
-¿por qué siempre tienes que hacer eso?
-lo siento, después de todo, es una costumbre.
Viajé hasta Londres en el instante recordando los viejos tiempos, como si de una película se tratara.
-¡NO! ¡no lo sientes!- alcé la voz.
Por impulso empecé a golpearlo, casi inofensivamente, en el pecho. Lo escuché reír y fue cuando reprimió mis manos entre las suyas, permitiendose acercarme más a el.
-¡Sueltame!- advertí entre dientes.
-Tienes razón.- habló muy cerca de mí.
-¿en qué?- quise saber ahora.
-No lo siento. Ni un poquito.- susurró sobre mis labios.
-¡Eres todo un idiota Ian Salvatore!- grité nuevamente.
-¡shh! cállate Sam.- pidió.
-cállam...
La barrerá se derrumbó.
Me regañé mentalmente por corresponder el beso, pero se me hacía tan imposible no hacerlo.
Si algo sabía, es que lo que estoy haciendo está mal, quizás no para el, más bien para mí, es como auto traicionarme.
-¿sigues pensando lo mismo?- habló sin separarse de mí.
-Sigues siendo un completo idiota.- respondí.
No tuve que forcejear para conseguir mi libertad de sus brazos, continúe mi camino al apartamento y supe que el me estaba siguiendo.
-Bien, ahí está el sofá.- dije encendiendo las luces.
-¿quieres que duerma en el sofá?
-Fantástico, tu has dado la idea.- le sonreí.
-pero yo...
-Si te da frío, hay más frazadas en la habitación de All, pensándolo bien, ahí hay una cama disponible.- comenté.- espero que recuerdes todo en caso de tener otra necesidad, como comer o ir al baño. Que descanses.- me despedí.
Cerré la puerta tras de mí con el corazón aún desbocado, me apoyé sobre la misma para intentar calmar mi respiración.
Cambié mi vestuario formal por mi amado pijama y fui al baño por las cremas.
Me lavé los dientes con calma, recordándome reiteradas veces que nada estaba sucediendo aquí, que tampoco nada iba a suceder.
Corrí a la cama con la intención de tocar el piso lo menos posible, reí al caer sin nada de gracia sobre esta misma.
Estiré la mano en busca de mi almohada favorita, pero lo único que encontré fue una cabellera sedosa.
Ian.
-Tienes cinco segundos para salir de aquí en este momento.- dije prendiendo la luz de noche.
-Déjame dormir aquí, no me prives de el derecho de dormir en una cama.- habló como un niño pequeño.
-No te privé de eso, te ofrecí la cama de All.
-¿crees que es agradable estar allí pensando en lo que Allison y Peter hicieron?- fingió asco.- además, tengo frío.
- que excusas tan baratas tienes.- afirmé.
-no son excusas.
-claro que lo son, y malas además.- respondí.
-¿puedo dormir aquí?- dijo con un deje de ternura.
-está bien, dormiré yo en la cama de All.
Me levanté sin darle la opción de contestarme o dar un comentario.
Quizás la habitación si estaba helada, pero no era para tanto.
-¿sabes? decidí que sería mejor dormir aquí.- abrió la puerta.
-¿estás de broma?- dije ya con enfado.
-Lo siento Sam, es solo que...- no terminó.
-es solo que ¿qué?- dije aún enfadada.
-Quiero tenerte a mi lado ¿si? lo dije.- me miró fijamente.
-eres increíble.- le arrebatí.
-¿en el sentido bueno o malo?- quiso sonreír.
-en el horrible, no puedes venir aquí, besarme como si estuvieras en tu derecho y luego pretender compartir la cama.- alcé la voz.
-Sé que está mal, pero es que...
-Es que nada Ian, no puedes, no después de lo que me hiciste.- dije dolida.
Mantente firme Sam.
-¿de lo qué yo hice?- se indignó.
-¡Si! de un día para otro me apartaste de tu vida sin motivo alguno y ¿ahora quieres que juguemos a estar juntos?- hablé con los ojos humedecidos.
-No fue porque yo quisiera, lo provocaste tú.
-¿provocar qué? Hasta la fecha sigo sin saber que fue lo que pasó.- le grité.
-¿en serio no lo sabes?- se sorprendió.
Negué con la cabeza en respuesta.
-Te revolcabas con otro mientras estabas conmigo.
-¿qué estás inventado? por favor.- no me lo creía.
- Samanta no mientas, te vi con Josh el día entes de que todo terminara.- escuché dolor en su voz.
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Hola a todas.
¿qué creen que pase?
¿les gustaría alargar más la novela?¿por qué?espero que respondan y ahm, disfruten el capitulo.
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The practice
Romance-¿verdad o reto?- volvió a preguntar. Jamás me había sentido tan indesisa, menos cuando se trataba de él, no cuando solo estábamos jugando. -Verdad.- me decidí sin saber si realmente era lo que quería escoger.