"¿cuánto tiempo llevo mirándolo?" me pregunté. En cuanto fui consciente de lo babosa que estaba intenté disimularlo, cautelosa, avancé un par de pasos hacia el escritorio, él estaba estático mirando en mi dirección.
- buenos días - saludé.
El enarcó una ceja, y una voz interna me gritó "corre".
-¿algo atrasada no crees? - dijo mientras miraba su reloj de mano.
-si, lo sé, pero...
-¿cómo podré contratarte si no tengo la certeza de que lo que necesite estará al tiempo debido? -me interrumpió.
Su voz sonaba enfadada, estricta y bastante sarcástica.
Deslicé una carpeta con los papeleos sobre mi, el la siguió con la mirada, pero no la ojeó.-Fui parte del periódico universitario, jefa de redacción, me titulé con honores, y participé en la revista Ferbella durante unos meses.- hablé.
Apoyó su mano en el mentón y dejó descansar su cabeza en ella, me miraba fijamente a los ojos y asentía cada vez que agregaba un dato de mi informe.
- sigue sin responder mi pregunta señorita Dunne.- dijo leyendo la credencial que colgaba de mi cuello.
¿no prestó atención a nada de lo que dije? Intenté formar palabra, pero no sabia cuál podría ser una respuesta acertada para esa pregunta.
- el silencio otorga - decidió él mientras negaba con la cabeza.
El teléfono sonó e inmediatamente lo contestó, atendió los problemas del sujeto que estaba en la otra linea, sin mirar ni una vez en mi dirección. Dí la vuelta y salí de aquella oficina sintiéndome fracasada, vi el escritorio vacío y por educación me despedí de la chica que estaba en el otro, no sé si no me escuchó o fingió no haberme escuchado, tampoco le dí importancia.
Una vez en el primer piso busqué a la recepcionista, quién acababa de colgar la comunicación por el teléfono, sonrió ampliamente al verme.
-aquí tienes - le sonreí de vuelta y entregué la credencial.
Ella la miró dudosa y me la devolvió.
-el señor Salvatore pide que vuelva a su oficina - me explicó.
Ahora estaba más confundida ¿para que me querría en su oficina?
La carpeta. Seguramente quiere devolvérmela.
Caminé hasta la oficina, sin detenerme en el escritorio de la secretaria, la chica me miró con odio, ¿qué le hice?, ésta vez entré segura de mi misma, no dejaría que ese hombre me intimidara, es una lástima que semejante belleza sea un asco de persona.
Estaba de espaldas a la puerta, seguramente admirando la vista que el ventanal le proporcionaba.-¿en qué puedo ayudarlo? - pregunté en cuanto estuve cerca de él.
-¿Te autoricé a que te fueras? -dijo ahora dando la espalda al gran ventanal.
¿autorizar?¿quién se cree que es?
- disculpe, pero usted no es mi jefe - respondí.
Crucé mis brazos sobre el pecho, con el mentón en alto, a modo de seguridad.
- Todo lo contrario - se río burlón. -si soy tu jefe.
¿qué él qué?¿significa que tengo el empleo? ¡Trabajaré en el periódico más importante del país!
-¿tengo el empleo? - quise confirmar.
Me importó muy poco darle en el gusto en ese momento, mi sonrisa se extendía de oreja a oreja.
-si, empiezas mañana querida - ladeó una sonrisa.
Me detuve a pensar en lo hermosa que es, eso es lucir una sonrisa.
- gracias - mordí mi labio y me dispuse a salir.
-oh, y querida - dijo.- mañana a la hora por favor.
-lo que usted diga señor - respondí. Ya no podía responderle de mala gana, ahora era mi jefe.
Salí con una sonrisa de autosuficiencia, me sentía diferente, vaya mezcla de emociones en tan solo una mañana, tendré que aprender a lidiar con mi nuevo jefe.
¿me llamo cariño? oh dios ya ni me acuerdo, orgullo, tu y yo no podremos ser amigos por un tiempo, no hasta que Ian Salvatore salga de mi vida.
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The practice
Romance-¿verdad o reto?- volvió a preguntar. Jamás me había sentido tan indesisa, menos cuando se trataba de él, no cuando solo estábamos jugando. -Verdad.- me decidí sin saber si realmente era lo que quería escoger.