Capítulo 20

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Una semana es lo que queda para que Luis se marche. Una semana que va a estar llena de emoción, de lágrimas y de besos y abrazos.

–Aitana, ¿estás ya? –me pregunta haciéndome olvidar mis pensamientos.

–Sí, espera –compruebo que todo esté guardado en mi maleta y la cierro–. Ahora sí.

Me coge la mano y bajamos las escaleras de su piso para ir al coche. Nos dirigimos a su ciudad para pasar unos días ahí antes de que se marche. Para terminar de conocer a su familia y para coger más confianza con otros.

En el coche, la ventanilla que Luis baja hace que entre un viento irremediable y me despeina al completo el flequillo. La música retumba en mis oídos hasta que su mano se posa en mi pierna izquierda.

–¿Qué te pasa? –pregunta dubitativo.

–Nada –respondo seca, encongiéndome de hombros–. No quiero que te vayas.

–Debo hacerlo.

El tema se cierra solo ya que siempre que hablamos de esto, terminamos en una pequeña discusión.

Las horas van pasando entre música y algo de frío hasta que decidimos parar a cenar antes de llegar a Galicia.
Llegamos al restaurante-bar (no sé bien lo que es) y nos sentamos en una mesa de dos.

Bien. Vamos a hablar.

–¿Por qué? –pregunto en un hilo de voz.

–Aitana, ya hemos hablado esto. Es lo mejor para mi carrera.

–¿Y para ti? –espero a que responda. Simplemente niega con la cabeza como diciendo "no"–. No lo entiendes, no puedes irte y dejarme aquí Cepeda. No puedes hacerlo.

–Pues ven conmigo. Vayamos a vivir a Liverpool, el tiempo que sea.

Me tomo su propuesta tan en serio que sigo preguntándole y hablando sobre el tema. Me está ofrenciendo de verdad irme con él.

Yo, si tuviese que decirlo ahora mismo sin pensar, le diría que sí. Pero es una decisión que debo meditar, consultar con mi familia y amigos y cómo no con mi discografía. Aún no tengo proyectos en marcha y tal vez irme sea el empujón que me falta para empezar.

Me traen una sopa de pescado bien caliente y a Luis una ensalada césar. Mientras cenamos le voy contando que tengo pensado cambiar mi look, cortarme el pelo y esas cosas. Eso sí, mi flequillo intacto siempre.
Él dice que ha compuesto varias cosas que pronto me enseñaría y parece que la tensión que antes había se ha esfumado.

Se acercan dos personas a pedirnos una foto y charlamos animadamente antes de volver al coche. Cuando quiero volver a abrir los ojos, ya hemos llegado a nuestro destino.

–Me he dormido –informo desperezándome. Él asiente y esconde la cabeza mientras sonríe con timidez.

Yo exploto a carcajadas sin saber muy bien el motivo. Cogemos nuestro equipaje y nos adentramos en la casa de la familia de mi novio.

Son las 00:15 y no hay nadie despierto, así que intento hacer el menor ruido posible colocando las maletas.
Cuando por fin finalizo la tarea, siento el cuerpo de Cepeda detrás del mío. Está sin camiseta.

Comienza a besar mi cuello mientras me abraza y yo me estremezco con su contacto.

–¡Luis! –exclamo en un susurro con risas–. ¡Luis!

Él se separa y me giro quedando en frente suya.

–Ven.

Otra vez con lo mismo. Sacudo mi cabeza alejando los pensamientos y nos metemos a nuestra habitación.

Me encuentro cansada, el viaje ha sido largo. Me acurruco a Luis entre las sábanas y aunque no le miro sé que en su rostro se posa una sonrisa.

Me acaricia el pelo y poco a poco mis ojos se van cerrando, pensando una vez más en irme con él.

–Te quiero –dice. Es lo último que escucho antes de adentrarme en un profundo sueño.

...

Encarna nos despierta con el desayuno ya preparado. La saludo con un abrazo y ella dice que se alegra de volver a verme.

–¿Y Luis? –digo, ella me mira–, Luis padre digo.

Ambas reímos.

–Trabajando hija, ya sabes.

Aparece Luis hijo sonriente cuando le doy el último bocado a la tostada con tomate. Me dice que me arregle porque iremos a visitar a sus tíos, yo asiento y voy a la habitación.

Elijo un look sencillo y me meto a la ducha. Oigo ruidos de guitarra a fuera e imagino que cuando salga me encontraré a Luis tocando algo.

A veces bailamos,
a veces jugamos
a ver quién besará primero
y es que siempre pierdo.

Le encuentro con una libreta y varios papeles arrugados por el suelo, sonrío al verle componiendo.

–Espera que recojo un poco –dice cogiendo los papeles. Se rasca la cabeza–. He escrito algo... pero no encaja.

–Luis, deja la música un poco y disfruta de estar en tu ciudad, con tu familia –hago una pausa–, conmigo.

Él asiente nervioso y se tira en la cama. Yo me pongo una camiseta fina antes de tumbarme a su lado y abrazarle.

Joder, es que le quiero. Como nunca he querido a nadie. Como un primer amor, el amor de mi vida.
Sí, lo es, de eso estoy segura. Es mi alma gemela, la parte que me complementa, eso que no he buscado pero siempre he necesitado.

Momentos así, abrazados mirando a la nada, son los que valen. Porque a nosotros no nos hacen falta palabras para comunicarnos.

Simplemente, esperamos callados a que todo pasará. Sin palabras, porque el silencio dijo sí.

–Venga anda –interrumpe la cómoda tranquilidad que habitábamos– vístete y mientras yo recojo.

Asiento en señal de "sí" y voy a mi maleta para escoger algo que vestir. Una camisa verde, unos vaqueros negros y mis botines. El pelo lo recojo en una coleta alta y no me maquillo a penas.

En 20 minutos ambos estamos listos para ir a ver a sus tíos.

* * *

¡Holaaa! Siento la tardanza. Quedan 3 o 4 capítulos, pero haré una nueva novela llamada Principios.

¡No os olvidéis de leerla! Y votad y comentad. MIL GRACIAS.

Nadie dijo que fuera fácil, besiños.

Almas gemelas | AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora