Capítulo 19

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Dos días. Dos días desde que no hay rastro de Luis por ninguna parte.

Se perdió un concierto y hoy tenemos otro, pero sigue sin aparecer.

No contesta llamadas ni mensajes y yo no puedo evitar pensar dónde está y qué está haciendo.

Imagino que he dormido 4 horas en total.

–Aitana –llama mi atención Ana–, deja de pensarlo. Te dijo que estaba bien.

Sí Ana, eso dijo. Lo sé. Pero ¿y si es mentira? ¿Y si de verdad le ha pasado algo? ¿Por qué no da señales de vida?
Es difícil de explicar la preocupación que siento. Sólo necesito un mensaje suyo, aunque sea un emoticono, cualquier cosa.

Al llegar al hotel de Valladolid, intento echarme un rato, pero mi cabeza sigue en otro sitio. En él.
Intento contactar con algún familiar suyo, tener alguna pista de dónde está, pero es imposible.

¿Por qué haces esto Luis? ¡Joder! Cuando vuelva pienso estar muy enfadada (si vuelve, claro).

Tras mucha investigación, me doy por vencida. Al minuto aparece Amaia en mi habitación a gritos.

–¡Aitana! ¡Aitana!

–¿Qué pasa? –pregunto mientras me giro a la derecha.

–¡Que Luis está abajo!

Y en menos de un segundo me planto en la planta baja en busca de alguna explicación. Al llegar, le veo cansado y con ojeras. Lleva su mochila y una coca-cola en la mano.
Corro hacia él y nos fundimos en un abrazo. Un abrazo muy fuerte.

Tenemos mucho que hablar.

–¿Dónde estabas? –pregunto al separarnos–. Estaba muy preocupada Cepeda, no hagas esto nunca más.

–Te lo puedo explicar.

Dejo que empiece a hablar. Dice que primero fue al velatorio y al entierro pero era demasiada presión y volvió a casa de sus padres. Allí estuvo encerrado y compuso un par de cosas, necesitaba desconectar y estar solo. Hoy, tenía que volver para el concierto.

Asiento a todo lo que me dice y subo al cuarto con su compañía. Al llegar, le vuelvo a abrazar y esta vez quedamos más cerca.

–¿Te puedo enseñar algo que he compuesto? –pregunta. Acepto con ilusión y coge su guitarra.

Esta vez, esta vez yo te diría,
que no hay viento que se lleve,
que no hay nadie que lo niegue.
Que yo soy de ti.
Y esta vez, esta vez confesaría,
que no duele la caída,
que se cierran las heridas.
Y todo es por ti, todo es por ti.

Cuando termina, sonrío como una boba y le aplaudo.

–Es verdaderamente increíble Luis –pronuncio. Él esconde su cabeza con timidez.

Y otra vez vuelven las ganas de besarle. Pero ahora, no me reprimo.
Me acerco lo más rápido que puedo y lo hago. Me lanzo a sus labios provocando electricidad y calor, como si de aire se tratase para mí. Él me sigue y tardamos varios segundos en separarnos, pero cuando lo hacemos ambos estamos sonriendo.

Por fin.

–Hay que aprovechar el tiempo –aclaro. Él me agarra acercándome a su pecho y nos quedamos así hasta que Roi entra al cuarto. Nos interrumpe para avisarnos de que ya salíamos a ensayar.

Cuando llegamos a Antigua Hípica Militar, vemos a decenas de personas esperándonos. Saludamos y nos metemos dentro para poder ensayar.

Como es lógico, todo sale demasiado bien, tantas veces lo hemos hecho que ni siquiera nos haría falta ensayar.

Luis está un poco desconcentrado pero aún así lo hace lo mejor que puede, pese a que le cueste.

...

Llevo pensando tiempo en hacer algo y creo que está noche es la correcta.

Mientras me terminan de peinar, charlo animadamente con Cepeda que está a mi izquierda aunque no puedo mirarle.

Me están alisando (más) el pelo y me harán alguna trenza en un lado.

–¿No puedo llevar coleta? –le pregunto a Carmen.

–Ya tarde cariño, podrías habérmelo dicho antes y te la hago sin problema.

Yo asiento a sus palabras y Luis se va a que le peinen a él.
Al terminar, ambos estamos ya preparados. Me coge de la mano derecha y me da una vuelta, yo mientras río y cuando me para le doy un golpe en el pecho. Me da mucha vergüenza que haga eso.

El concierto inicia. Hoy me siento diferente a otros días, siento que va a ser algo totalmente distinto y estoy cómoda.

–Ahora viene una canción que... bueno –me paro para girarme hacia dentro– sabéis que es demasiado especial. Tanto para mí, como para él. Y solo quiero decirte, Luis, que te quiero muchísimo y que eres el pilar más importante en mi vida. No te quiero perder nunca, así que sal.

Sale. Con una chaqueta roja. Creo que él solo podría iluminar todo esto con su sonrisa. Está pletórico de felicidad.
Cuando llega me abraza y yo contengo mis lágrimas, no quiero que se vaya.

No puedo vivir sin ti,
no hay manera.
No puedo estar sin ti,
no hay manera.

Y nuestras manos se entrelazan. Hemos cantando al unísono en un solo micrófono y estamos tan cerca que puedo escuchar a su corazón acelerarse.

No lo pienso más y me lanzo a sus labios. Sólo me centro en él y en besarle, como si no hubiese nadie aquí mismo.

Realmente creamos magia.

Nos separamos cuando a los dos nos falta el aire y sonreímos. Ya está. Todos lo saben.

Le doy un abrazo y salgo del escenario con el corazón en la garganta.

Mis compañeros me esperan para abrazarme. Y ahí exploto.

Lloro, lloro como si no le tuviese aquí, como si me fueran a quitar un pedazo de mi alma. Le necesito, y no puedo dejar que se marche.

* * *

¡FELIZ CUMPLEAÑOS AITANA! Nuestra pequeña se hace mayor... te quiero mucho, sigue brillando porque tienes luz propia.

Y bueno, espero que os guste y os digo que ya queda poco pero... ¡voy a hacer otra novela! Espero que la leáis, me haría mucha ilusión. Dentro de poco publicaré el primer capítulo.

Comentad y votad!!!!

Nadie dijo que fuera fácil. Besiños.

Almas gemelas | AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora