Gustos

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Con la frustración reflejada en la cara emergía desde aquel secreto pasadizo, ofuscado apartó de un brusco manotazo todo lo que estaba a su alcance sobre la mesa. Cansado de que cada día se repitiera la misma historia se lamentaba por su poca fortuna en hacerse con aquellos prodigios.


Tanta obcecación y desesperación por no ver llegar nunca su victoria le habían hecho perder el gusto por muchas cosas que antaño su sola mención eran suficiente para dibujar una sonrisa en su cara.


Ya no veía la alegría en las calles de Paris cuando sus árboles mostraban su más elegante verde y los jardines se enlucían con la paleta multicolor de las flores bajo la artística mano de la primavera, ya no disfrutaba de aquellas tardes de sosiego en su estudio donde el cálido atardecer otoñal se despedía por su ventana, no añoraba con la misma intensidad aquellos momentos de intimidad donde frente a una discreta chimenea hablaban de su futuro, ya casi no recordaba la comida familiar de los domingos donde su dulce mano se esmeraba con cada plato, ahora todo le parecía insípido, sin la sazón que solo ella podía darle.


Dejando de lado sus pensamientos dejó escapar un desconsolador suspiro, acomodó su ropa eliminando cualquier arruga que indicara su exceso de ímpetu y salió del estudio.


Si había algo que aun disfrutaba aunque hubiera perdido la capacidad de demostrarlo era de la compañía de su hijo, nunca perdería el gusto por aquellos momentos que aunque fueran en silencio compartía con él.


Con calma llego hasta la puerta de la habitación de Adrien, dio un par de suaves golpes y extrañamente no recibió respuesta. Intrigado decidió entrar, al abrir la puerta se inquieto al encontrar la habitación vacía, fue hasta el escritorio al ver las pantallas encendidas en las que se podía ver el trabajo escolar de su hijo.


De todo lo que había sobre la mesa lo que llamo poderosamente su atención, por lo inusual que era, fue el pequeño plato donde de forma cuidadosa estaban colocados cinco coloridos macarons y dos brillantes eclairs de chocolate con un apetecible relleno de lo que parecía ser crema de vainilla.  Arqueando una ceja por la sorpresa se preguntaba que hacía eso ahí si su hijo tenía prohibido ese tipo de alimentos por cuestiones de su régimen.


Se giró al escuchar la puerta del baño abrirse, sus azules pupilas se clavaron de inmediato en Adrien en cuanto lo vio aparecer por ella. El joven modelo se sintió intimidado ante la inquisitiva mirada de su padre pero su temor aumento al percatarse del plato que estaba junto a él.


- ¿Padre? - pasando pesadamente la saliva se dirigió a su progenitor lo más tranquilo posible.


- He venido a verte y me he encontrado con esto. - señalaba con indiferencia la exquisita muestra de fina repostería.


Aunque quería explicarse no encontraba las palabras adecuadas que satisficieran a su padre y amainaran su notorio enfado.


Ante el incomodo silencio de su hijo fue él quien tomó la palabra - Sabes que no puedes comer este tipo de alimentos, además a saber donde los habrás comprado.


Arqueó las cejas ante ese último comentario, quizás estuviera molesto porque rompió su régimen pero eso no le daba derecho a cuestionar sus postres.


- Padre no los he comprado, - con la mirada en alto se dirigió con convicción a su padre - han sido un regalo.


- ¿Un regalo? - inquirió sorprendido.


- Si, me los ha dado Marinette, los ha hecho ella misma. - explicó con una sutil sonrisa y ojos vivaces sobre un tenue rubor.


- ¿Marinette? - preguntó a un confuso.


- Es mi compañera de clase, ya la has visto antes, le gusta el diseño de moda.


El diseñador guardo silencio pensativo, inclinando ligeramente la cabeza miró una vez más el plato con los postres.


Colocando sus manos a la espalda camino hacia la puerta - Bien puedes quedártelos pero no los comas todos de una vez.


- Padre, ¿no te apetece probarlos?, están muy buenos. - le ofrecía el plato hacia él, quien lo miraba sorprendido sosteniendo aun el picaporte en su mano.


- Yo... - por un momento el diseñador dudo no sabiendo que decir.


- El eclair es mi favorito, toma uno. - volvió a ofrecerle el plato junto a una afable sonrisa.


Indeciso tomó el delicado pastelillo animado por la sonrisa de su hijo y salió de la habitación sin decir nada más.


Al cerrar la puerta miró como brillaba el chocolate sobre el panecillo, le era muy familiar todo aquello, eran muy parecidos a los que hacía ella. Despacio lo llevo hasta su boca, en el primer bocado tuvo que cerrar los ojos ante aquella sensación, el ligero crujir de la recién horneada pasta choux, la suavidad de la crema de vainilla donde se notaban las finas semillas de la vaina que elevaban el exquisito sabor a otro nivel y por último el punto amargo del chocolate que se derretía en su paladar fusionándose con los demás ingredientes provocando un estallido indescriptible de sabores y placer al gusto.


Con los ojos ligeramente abiertos y una melancólica sonrisa veía ahora de otra manera esa exquisitez, bajó la escaleras degustando aquella dulce obra de una bien elaborada repostería, al llegar al hall el pastelillo había desaparecido quedando únicamente unas sutiles trazas de la crema de vainilla en la comisura de los labios de Gabriel.


Ahora su sonrisa se mostraba franca y satisfecha, la vida debía de continuar y él seguiría luchando por conseguir su preciado cometido pero mientras tanto quizás era tiempo de recuperar el gusto por algunas cosas que le recordaban a ella y lo hacían feliz.


Sin más dilación entró a su estudio y tomando de la mesa tres carpetas que días atrás había separado de otras muchas revisó la primera página de cada una de ellas para después elegir una  y colocarla sobre la columna de expedientes, dejando ahora solo dos al lado derecho de la mesa, una roja y la otra azul.

FIN

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N/A.

Referencia al capítulo "Suegro".

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Capítulo dedicado a roo_castillo

Junio con GabrielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora