Cartas

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La estilizada estilográfica Montblanc se mantenía inmóvil en su mano, ya no sabría decir cuánto tiempo llevaba así en total ausencia de ideas. El atardecer llegaba a su fin dejando que los últimos resplandores del día se despidieran a través de las ventanas de su estudio.


El era un artista del trazo elegante, de líneas sinuosas y métrica exigente, el escribir no era ni por asomo su cualidad más destacable y sin embargo ahí estaba como cada viernes tratando de raspar de su corazón algo que pudiera plasmar sobre aquel blanco papel.


Había comenzado como una terapia autoimpuesta en donde trataba de forma infructuosa de sanar su alma, ya que aquel dolor por la reciente perdida no hacía más que aquejar su pronunciada culpa.


Deseaba que las palabras fluyeran libres, que sus más profundas inquietudes y anhelos tomaran forma al más pulcro estilo de Víctor Hugo y poder verlas decorar aquellas anodinas páginas.


Semana a semana daba rienda suelta a aquel ritual que con pluma en mano jugaba con la confusión de sus sentimientos, donde lentamente los tamizaba separando así las galgas de la desesperación de los perennes adamantios del amor.


Con el avance del tiempo su situación no varió pero su mensaje había tomado un nuevo matiz, ahora no se entonaba más el "mea culpa", eso había quedado atrás dando paso al lastimero perdón que de la mano de la ofuscación se postraba tembloroso sobre la fina hoja de papel.


Cada nuevo intento fallido por conseguir aquello que le daría su redención era un nuevo párrafo de disculpa, donde entremedias se colaba siempre una muestra de su incondicional y ferviente cariño.


Ríos de tinta se vertían sin reparo sobre su blanco asentamiento, dejando a la vista sus miedos, su dolor, sus secretos y lo más importante su amor.... su amor por aquella que no sería capaz de leer sus cartas...por aquella que nunca sabría hasta donde llegó amarla...por aquella que nunca le concedería su anhelado perdón.


Sin más preámbulo y antes de que él ultimo rayo de luz se apagara firmó aquella última misiva, dejando a su lado a su siempre fiel confidente plegó aquella carta y la colocó sobre el pequeño montículo de inmaculadas hojas blancas que se apretujaban ante el abrazo de aquel fino lazo de seda en crudo.


La puerta se abrió y por ella asomó su más grande amor. Tanta desesperación y dolor al final sin merecerlo habían dejado la esperanza y el cariño en su familia.


- ¿Gabriel? - inquirió con suavidad - Adrien nos espera en el comedor.


Caminó hasta por detrás del escritorio donde su marido miraba fijamente aquella columna de cartas.


- ¿Gabriel?, ¿que es esto? - preguntó curiosa ante aquellos papeles.


- Son solo cartas. - respondió neutro y pausado - Las escribí para ti cuando... - las palabras se atoraron en su garganta, el recordarlo aun le causaba dolor.


-  ¿Para mí? - inquirió incrédula.


En un lento movimiento de cabeza asintió.


Curiosa ante aquello deshizo el nudo del listón y tomó la primera de las cartas, al desdoblar el papel sus ojos mostraron su sorpresa al abrirse ligeramente de más. Manteniendo su expresión de desconcierto tomó la siguiente y el efecto fue el mismo y así hasta llegar a la última.


En su mano aun sostenía la carta que al igual que todas las demás estaba en blanco, con la única muestra de la fina caligrafía de su marido estampada al final de la hoja en un perfecto y claro "Te amo".


No fue por miedo sino por esperanza que Gabriel solo reflejó en aquellas páginas su sentimiento más arraigado, porque su mejor carta para Emilie la tenia escrita en su corazón y tendrían toda la vida para leerla.

FIN

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Referencia al capítulo "Todo o nada".

Junio con GabrielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora