Probadita

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Un Hank muy cansado de su vida diaria.
Un Connor muy curioso.
Y una bebida sin cuidado.
¿Qué podría pasar que fuera tan malo?

Pues Connor no había tomado las medidas necesarias para saber la respuesta, la curiosidad siempre mata al gato.

Cuanto se había arrepentido de meter las manos en donde no debía para probar aquel líquido un tanto marrón que le gritaba que fuera junta a ella.

Al momento en que su lengua hizo contacto con aquella sustancia sintió el sabor amargo que invadía su paladar artificial.
Sin dudas, extrañaba el sabor del líquido azulado que encontraba en cada escena del crimen.

No se acostumbraría al alcohol. ¿Cómo para Hank era casi una rutina? No tenía un día específico en cual asistir a aquel bar pero eso no quitaba el hecho de que bebiera en su casa.

Connor quiso expulsar todo lo que tenía dentro, aunque solo eran tuercas y demás cosas.
El olor que inundaba la estancia le parecía repugnante.

Maldijo en sus adentros y agarró al teniente de los hombros para ayudarlo a recostarse en el suelo, y así tomarlo de los tobillos y jalarlo hacia su habitación.

Agradecía estar en la casa del casi muerto en vez de estar en algún bar.
En su última vez en ese lugar, estaba en un gran embrollo en donde un hombre de 30 años o más con sobredosis de alcohol se le insinuaba de maneras indebidas mientras lo trataba como si fuese uno de esos Androides sexuales.

—Teniente— se queja. —. Deje de reprochar o voy a tirarlo al lago.

Recibió una respuesta, la cual no entendió. El hombre hablaba sin sentido y como si tuviera Dislalia... ¿Dislalia?¿De dónde sacó esa palabra? Tal vez oyó a Hank usarla o a algún agente de por ahí.
Aunque no está seguro de su significado, no estaba en su base de datos.

Al llegar a la habitación del mayor, lo levanta en sus brazos y lo deja caer en la cama. Ve como el cuerpo del casi muerto da media vuelta y cae al otro lado de la cama, dando contra el suelo. Con un suspiro, se acerca y lo vuelve a tumbar en la cama.

—Y yo que quería darle una sorpresa por su cumpleaños— el Androide hace un puchero. Nunca se había colocado esas orejas y cola de perrito pero, al saber que el Teniente Anderson era un fetichista, quiso intentarlo y ver qué pasaba. Mal momento para hacerlo.

Se vio obligado a acostarse con él, con el alcohólico, para que este se quedara allí. Parecía un bebé que no podía permanecer en la cama.

Le agradeció al dios de los humanos que no pasara tanto cuando al fin cayó rendido.

¿Debería de tener reglas para el Teniente?¿Ocultar las bebidas?¿Atarlo?

Negó con la cabeza y dejó caer las orejas peludas de perro al suelo y luego de tener esa cola en sus manos, decide ocultar todo.

Tal vez mañana Hank crea que todo fue un sueño con respecto al hecho de tener a Connor como un perrito.
Pero aquella idea tal vez lo haga pecar más de la cuenta.

One-shots - [Detroit: BH]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora