Indiferencia

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Los gritos, el alboroto, la desesperación, el enojo... Todo esto estaba presente ante la ausencia de la cordura y la calma.

El hombre se preocupaba por todo pero a la vez de nada.

No podía hacer algo ante la indiferencia del Androide entrometido que había aparecido de un día para el otro.

Era más silencioso que Connor, aunque era igual físicamente -a excepción de sus ojos de color celeste y su vestimenta-.
Gavin no iba a negar que este -nuevoajammetiche- le parecía interesante y en varios sentidos.

Le pareció atractiva la idea de trabajar junto a él para así saber acerca de los nuevos modelos pero ahora se arrepiente.

¿Cómo no?
Este ojiazul -bueno, para Gavin eran azúl neón brillante (muy brillante)- no le dirigía la palabra a no ser que quiera darle órdenes y lo arrastraba en las ocasiones que Gavin a penas se detenía a descansar.

El castaño estaba harto y, por más de que el otro le superara en altura, había intentado impactar golpes en el cuerpo robótico.

El disgusto de Reed era notable, un poco más y comenzaría a expulsar humo por sus orejas como si fuese una pava con agua hirviendo.

Cada golpe de él era esquivado por el otro con gran facilidad, sin ninguna expresión. ¡Nada!

—¡Maldito pedazo de chatarra!— gruñó Gavin. No iba a perder contra un ser inhumano.

Otro golpe fue esquivado. Y luego otro.

Al fin...

El Androide hace un movimiento.

¿Qué? Gavin jamás lograría darle un golpe a alguien que calcula cada movimiento por más mínimo que sea.

La mano de la máquina -suena mal llamarlo así, pero para Reed eso es lo que eran- se eleva pocos centímetros para luego tomar la pierna del hombre y atraerlo hacia él.

El nerviosismo del otro no tarda en acumularse.
Su rostro estaba justo sobre el lecho del otro mientras sostenía fuertemente su agarre a la camisa del Androide.

—Me parece que alguien debería de enseñarle modales, Señor Reed— suelta el más alto con un poco de frialdad e indiferencia, tan imperturbable como siempre.

El nombrado no tarda en sentir como sus mejillas ardían un poco, un tono carmesí se hace presente. Por suerte, el otro no le veía.

Aún.

—S-sueltame, maquinaria inservible— al principio sintió como su voz temblaba. Aún así, logró mantener la postura.

Es Gavin Reed.
Un Androide no causará eso en él, ¡Jamás!

—Detective... Lo diré solo una vez— habla el androide con demaciada calma y seriedad, como siempre. —: baje la voz y vuelva a sus deberes. Tenemos una misión entre manos y no podemos desviarnos del caso solo porque usted no acepta una derrota.

—¿Derrota? ¡A mi nadie me gana!— contesta e intenta librarse, pero solo logra que el otro le agarre con más fuerza y  que lo acerque más hacia él.

RK900 solamente quería ponerlo nervioso, quería provocarlo. Le gusta verlo así, le gustaba tenerlo controlado, donde quería.

—Maldita máquina— suelta en un  murmullo. Su cuerpo le temblaba y sus manos comenzaban a sudar. No quería mostrar debilidad.

Para su suerte, el jefe de ambos les manda llamar por lo que el más alto se ve obligado a dejar libre el otro y así ponerse en camino hacia la oficina de su jefe, donde ambos sin regalaños por aquella estúpida discusión.

One-shots - [Detroit: BH]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora