• VEINTITRÉS •

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¿Era posible?

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¿Era posible?

¿Sus sueños hechos realidad?

Me saque los zapatos en el auto de Keydan, ate mi cabello en una apresurada coleta y acepte la chaqueta que me ofreció en lo que él conducía

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Me saque los zapatos en el auto de Keydan, ate mi cabello en una apresurada coleta y acepte la chaqueta que me ofreció en lo que él conducía. Debía de tranquilizarme, no podía ponerme nerviosa porque en cuanto llegase a la clínica mi Wilson necesitaría de mi apoyo y atención y no podía estar mal para él.

Los nervios acrecentaron cuando Keydan aparco el auto en el desolado estacionamiento. Me apresure a ponerme las zapatillas que le sobraban a Keydan - considerando con mi pequeño pie nadaba en ese gigantesco zapato -, baje corriendo sin esperar a Key y entre como una lunática buscando con mis vidriosos ojos a mamá y mi abuela. Odiaba tener la necesidad de llorar delante de todos cuando la hora de la verdad se presentaba. Escuche a Keydan hablar por teléfono fuera de la clínica y sin esperarlo - de nuevo - entre mirando disimuladamente a las pocas personas que se encontraban.

Algunos gatos maullaban de dolor, los perros tenían alguna alergia en sus pieles o se encontraban vomitando o algunos estaban acostados en el suelo cubiertos por una manta manchada de sangre. Sus dueños tenían los ojos vidriosos, lloraban o trataban de darle amor a sus mascotas.

Aparte la mirada de los presentes y me concentre en acercarme a la señora en recepción. Carraspee con las manos temblorosas y sus ojos me estudiaron con detenimiento.

— Entre a la cola y espere su turno señorita. — dicho esto, volvió su mirada al computador de los años 1600

— Disculpe — la llamo Keydan cuando se posó a mi lado y tomo mi mano temblorosa tratando de transmitirme tranquilidad —. Acaban de traer un gato llamado Wilson y su dueña se apellida Winslet — le expuso Keydan

— ¡Oh! Haberlo mencionado antes señorita — me reprendió y señaló la puerta del consultorio o lo que fuera —. Las señoras se encuentran en la sala de cirugía en espera del veredicto del doctor Sequeira

— ¿E-están op-operando a-al g-gato? — solté entre tartamudeos sintiendo como aumentaba el temblor de mis manos

— Sí señorita. El pobre animalito entró de gravedad al consultorio — lleve una mano a mi boca sofocando un chillido y las lágrimas amenazaron por salir

Kate y KeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora