Capitulo 27 "Baño nocturno"

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Una vez deshago la maleta de la manera más ordenada posible, vamos tirarlo todo de golpe al armario, y guardo esta en el armario, bajo al salón donde mi padre habla animadamente con Fran y los hermanos, se están conociendo, supongo.

No hace falta que pregunte de que hablan, sus gritos se oyen desde el piso de arriba y es que mi padre tiene también la misma manía de chillar por todo como lo tengo yo.

Me parezco más a mi padre que a mi madre, al menos psicológicamente.

Miro el reloj de la sala que marca las siete de la tarde. Se ha pasado el tiempo volando y no me he dado cuenta de ello aunque es lógico ya que nos hemos pasado toda la mañana y parte de la tarde en el avión, luego el trayecto hasta aquí y el tiempo que he pasado deshaciendo la maleta.

Una vez me ven entrar al salón despreocupada dejan de hablar de lo que sea que hablasen ahora y me acompañan al garaje sin decir nada.

No hace falta que digan nada.

- Espero que esto compense el haberte enviado a ese sitio - dice mi padre a mi espalda una vez entramos al garaje - me dijiste que querías una y ahí la tienes.

Enciende la luz y deja a la vista un enorme coche negro, el Audi de antes que abrá aparcado ahora dentro y otra cosa de tamaño sospechoso.

Sin decir nada me acerco a un gran bulto tapado por una sabana blanca que deja a la vista la forma. Desde la lejanía ya sé de que se trata sin necesidad de quitarla aunque lo haré igualmente.

Una moto.

De un tirón destapo la moto y mi primera reacción... ¿cual creeís que es? venga que os doy otra chocolatina si lo adivináis. Hay tres posibilidades. La primera que me lance a los brazos de mi padre, la segunda que me ponga a gritar como loca y la tercera es que me tire al suelo y comience a hacer la croqueta.

Si dijisteis la primera... ¡perdisteis!

Si dijisteis la segunda... ¡perdisteis!

Y si dijisteis la tercera...

¡Perdisteis también!

No hice ninguna de las tres cosas.

Lo que hice fue subirme a la moto y darle al acelerador para escuchar el rugido del motor de la hermosa moto negra, que por cierto me llevaré al internado para darle uso, creerme.

Nada de autobuses para mis próximas escapadas, ahora iré en mi nueva moto, para eso me la ha cogido, para darla uso y no quede en el olvido.

- Increíble - comento en voz alta sin darme cuenta - ¿puedo probarla? - le pregunto a mi padre.

Se encoje de hombros y asiente.

- Claro, llévate a alguien a dar una vuelta... - sugiere mirando a Will.

Creo que mi padre se huele algo de nuestra relación, pero como es lógico, no se preocupa por cosas por las que se preocuparía un padre normal. Sabe que Will sería incapaz de hacerme daño, no hace falta ni conocerlo, sus poros destilan bondad y pureza.

¿Exagero? lo más seguro, pero Will roza esos términos.

- ¿Subes? - le pregunto al chico de ojos azules.

- No gracias - dice tímido - me dan miedo.

Suelto una carcajada sin evitarlo, ¿le tiene miedo a una simple moto? ya sé que conduzco yo y no soy muy buena compañía a la hora de seguridad pero ¡vamos! ni que nos fuesemos a estrellar, a los doce años aprendí a manejar una moto mientras las demás chicas de mi edad buscaban un chico al que acosar.

Intento de chica perfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora