Capítulo 7: Jim

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Al día siguiente desperté temprano para saber si Maia había respondido; efectivamente tenía un mensaje de ella diciendo que dijera la hora. Le contesté que a la una estaba bien.

Así que hice mis tareas hogareñas, me duché y jugué un poco al básquet con Ryland –maldito mocoso, era muy bueno–. Como resultado, tuve que ducharme de nuevo.

Faltando quince minutos salí rumbo a la casa de Maia. Al llegar toqué el timbre y por suerte me abrió ella.

–Hola Ross–dijo entusiasmada y me saludó con un beso en la mejilla.

–Hola Maia–contesté sonriendo.

–Así que… ¿un helado?

–Un helado–dije sin poder evitar sonreír de nuevo.

Comenzamos a caminar rumbo a la heladería; era un lugar donde hacían nieve casera y la dueña se negaba a hacer una franquicia, aunque muchas veces se lo habían ofrecido. Mientras caminábamos hablábamos trivialidades, sobre cosas cotidianas, películas y música.

Al llegar yo pedí una nieve de menta con pistache y ella pidió una de chocolate.

Chocolate, chocolate café, como los ojos de Laura.

–De verdad no puedo creer que pidieras nieve de menta. Debes ser la única persona en el mundo a la que le gusta.

–De hecho sí, vengo aquí desde hace muchos años, mis padres nos traían a mis hermanos y a mí cada tarde, y desde que tengo memoria pido esta nieve.

–Bueno, supongo que si aún está en existencia es porque sólo tú la compras–ella soltó una carcajada.

–Eso es muy injusto, ¡no puedes juzgar un libro por su portada!

–Pero sí a una nieve por su color y olor–dijo arrugando la nariz, simulando una mueca de asco.

–Anda, tienes que probarla. Por favor, por favor…

–De ninguna manera, jamás, ni en un millón de años.

Seguimos discutiendo sobre algunos otros de nuestros gustos hasta que llegamos al parque donde nos habíamos conocido. Dimos como dos vueltas y luego la llevé de regreso a casa. Quede de llamarla algún día de la semana para invitarla a cenar.

Ni siquiera sé por qué hice eso, ella no era Laura. Sí, eso, ella no era Laura, yo jamás podría llevar a Laura a casa. Me imaginé todos nosotros sentados a la mesa, y la cara de rotunda desaprobación de Riker al ver el piercing de su ceja, esa coleta alta alborotada que siempre traía, sus grandísimos tacones… y la boca tan grosera. Se moriría del susto.

No pude evitar reír ante la idea.

Al llegar a casa, me encontré con que Ryland había ido a la casa del vecino a jugar videojuegos, y Rydel y su amiga Zoey habían tomado la casa para ver películas en la sala. Riker había avisado que llegaría tarde.

–Hola–saludé a las chicas al entrar.

–Hola–dijeron ambas al mismo tiempo.

–¿Y qué película vemos? –dije sentándome en la alfombra.

El aro–contestó Zoey totalmente concentrada en la televisión.

Estuvimos los tres ahí sentados unos quince minutos, totalmente absortos en la historia.

–Por cierto–interrumpió Rydel–Laura vino a buscarte.

–¿Qué? –dije estupefacto.

–Eso, Laura vino a buscarte, estaba sentada en la banqueta cuando Zoey y yo llegamos. Preguntó por ti, le dije que tenías una cita, la invité a pasar a ver películas con nosotras, pero se fue.

Espiral (fanfic Raura)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora